Módulo
1 EL MOVIMIENTO SOCIAL DE LA CIBERCULTURA Puede parecer extraño que hablemos de "movimiento social" a propósito de un fenómeno habitualmente considerado "técnico". Sin embargo, ésta es la tesis que intentaré sostener: la aparición del ciberespacio es el fruto de un verdadero movimiento social, con su grupo líder (la juventud metropolitana educada), sus palabras clave (interconexión, creación de comunidades virtuales, inteligencia colectiva) y sus aspiraciones coherentes.
Técnica y deseo colectivo: el ejemplo del automóvil Incluso sin llegar a la noción de movimiento social, podemos -de manera preliminar- reconocer la existencia de relaciones, a veces muy estrechas, entre ciertos desarrollos tecnoindustriales y fuertes corrientes culturales o fenómenos de mentalidad colectiva. El caso del coche es particularmente esclarecedor en cuanto a esto. No podemos atribuir solamente a la industria automovilística ni a las multinacionales del petróleo el impresionante desarrollo del automóvil individual desde hace un siglo, con todas sus consecuencias en la estructuración del territorio, la ciudad, la demografía, la polución sonora y atmosférica, etc. El coche ha respondido a una gran necesidad de autonomía y de poder individual. Ha sido investido de fantasmas, de emociones, de placeres y de frustraciones. La densa red de garajes y de estaciones de servicio, las industrias asociadas, los clubes, las revistas, las competiciones deportivas, la mitología de la carretera constituyen un universo práctico y mental apasionadamente investido por millones y millones de personas. Si no hubiera encontrado los deseos que respondieran a todo ello y que la hicieran vivir, la industria automovilística no habría podido hacer surgir con sus propias fuerzas este universo. El deseo es motor. Las formas económicas e institucionales dan forma al placer, lo canalizan, lo pulen e, inevitablemente, lo desvían o lo transforman.
La infraestructura no es el dispositivo: el ejemplo del correo Si la subida de la marea automovilística que caracteriza al siglo XX corresponde principalmente a un deseo de potencia individual, el crecimiento del ciberespacio correspondería más bien a un deseo de comunicación recíproca y de inteligencia colectiva. En cuanto a esto, el error común consiste en confundir la autopista electrónica y el ciberespacio. El ciberespacio no es una infraestructura técnica de telecomunicación determinada, sino una cierta manera de servirse de las infraestructuras existentes, aunque sean imperfectas y dispares. La autopista electrónica remite a un conjunto de normas informáticas, de cables de cobre o de fibra óptica, de enlaces por satélite, etc. El ciberespacio, en cambio, considera, por medio de cualquier tipo de unión física, una clase particular de relación entre las personas. Una analogía histórica nos puede ayudar a aclarar este punto clave. Las técnicas materiales y organizativas del correo de caballos existían en China desde la antigüedad más remota. También dominadas por el Imperio romano, fueron olvidadas en Europa durante la alta edad media. El correo de caballos fue copiado de China por el gran imperio mongol del siglo XIII.29 Los pueblos de la estepa transmitieron su ejemplo y sus principios a un Occidente que los había olvidado desde hacía centenares de años. Desde el siglo XV, algunos estados europeos establecieron sistemas de correo de caballos al servicio del gobierno central. Estas redes de comunicación servían para recibir noticias frescas de todos los puntos del reino y para enviar órdenes lo más rápido posible. Tanto en el Imperio romano como en China, el correo de caballos no había servido para nada más. Así, la verdadera innovación social, la que afecta a las relaciones entre las personas, no llegó hasta el siglo XVII, con la utilización de la técnica postal en beneficio de la distribución del correo punto por punto, de individuo a individuo alejado, y no sólo del centro a la periferia y de la periferia hacia el centro. Esta evolución es el resultado de un empuje social que desborda de manera progresiva el dispositivo inicial centro/periferia, primero en la desviación y la ilegalidad (una ilegalidad tolerada, incluso fomentada por el estado), y después de manera cada vez más abierta y oficialmente admitida. De esta manera florecen las correspondencias económicas y administrativas, la literatura epistolar, la república europea de los espíritus (redes de sabios, de filósofos) y las cartas de amor El correo, como sistema social de comunicación, está íntimamente ligado al surgir de las ideas y las prácticas que valoraban la libertad de expresión y la noción de libre contrato entre individuos. Es evidente, en este caso, que una infraestructura de comunicación puede ser investida por una corriente cultural que, a partir del movimiento mismo, transformará su significación social y estimulará su evolución técnica y organizativa. Digamos de paso que, desde el momento en que el correo de caballos pasa al servicio público en lugar de ser monopolizado por el estado, tiende a convertirse en una actividad económica rentable, explotada por empresarios privados. Habrá que esperar al siglo XIX para que se produzca una generalización en el conjunto de la población europea, sobre todo la rural. El correo de caballos como infraestructura técnica existía desde hacía siglos, pero los europeos de la edad clásica, inventando la nueva práctica de la correspondencia numerosa y normal entre individuos, le confirieron un alcance de civilización, le otorgaron una profunda significación humana.
Ciberespacio y movimiento social En el mismo orden de ideas, el movimiento social californiano "computers for the people" había pretendido poner la potencia de cálculo de los ordenadores en manos de los individuos, con lo que los liberaban de la tutela de los informáticos. Como resultado práctico de este movimiento "utópico", desde finales de los años setenta, el precio de los ordenadores estaba al alcance de las personas privadas y los neófitos podían aprender a usarlos sin una especialización técnica. La significación social de la informática se había transformado de pies a cabeza. No hay duda de que la aspiración del movimiento original ha sido recuperada y utilizada por la industria. Pero debemos reconocer que la industria también ha realizado, a su manera, los objetivos del movimiento. Hay que destacar que la informática personal no está decidida, y mucho menos prevista, por un gobierno cualquiera ni por una u otra poderosa multinacional. Su inventor y principal motor fue un movimiento social que se quería apropiar, en beneficio de las personas, a una potencia técnica hasta entonces monopolizada por grandes instituciones burocráticas. El crecimiento de la comunicación con soporte informático fue iniciado por un movimiento internacional de jóvenes metropolitanos cultivados que apareció de repente al final de los años ochenta. Los actores de este movimiento exploran y construyen un espacio de encuentro, de compartición y de invención colectiva. A pesar de que Internet constituye el gran océano del nuevo planeta de la información, no debemos olvidar los innumerables ríos que la alimentan: redes independientes de empresas, de asociaciones, de universidades, sin olvidar los medios de comunicación clásicos (bibliotecas, museos, diarios, televisión, etc.). Es el conjunto de esta "red hidrográfica", incluyendo el más mínimo BBS 30, lo que constituye el ciberespacio y no sólo Internet. Los que han hecho crecer el ciberespacio son mayoritariamente gente anónima, gente voluntaria que quiere mejorar constantemente las herramientas informáticas de comunicación, y no los grandes nombres, los jefes de estado, los dirigentes de grandes sociedades de los que hablan constantemente los medios de comunicación. Habría que hablar de los visionarios de los inicios, como Engelbart y Licklider, que, desde principios de los años sesenta, pensaron que había que poner las redes de ordenadores al servicio de la inteligencia colectiva, de los técnicos que han usado los primeros correos electrónicos y los primeros fórum, de los estudiantes que han desarrollado, distribuido, mejorado gratuitamente los programarios de comunicación entre ordenadores, de los miles de usuarios y administradores de BBS Símbolo y emblema principal del ciberespacio, Internet es uno de los ejemplos más fantásticos de construcción cooperativa internacional, la expresión técnica de un movimiento surgido desde abajo, constantemente alimentado por una multitud de iniciativas locales. De la misma manera que la correspondencia interindividual había hecho aparecer el "verdadero" uso del correo, el movimiento social al que he hecho alusión inventa probablemente el verdadero uso de la red telefónica y del ordenador personal: el ciberespacio como práctica de comunicación interactiva, recíproca, comunitaria e intercomunitaria, el ciberespacio como horizonte de mundo virtual vivo, heterogéneo e intotalizador en el que cada ser humano puede participar y contribuir. Cualquier intento de rebajar el nuevo dispositivo de comunicación a las formas mediáticas anteriores (esquema de difusión "uno-todos" de un centro emisor hacia una periferia receptora) no haría otra cosa que empobrecer el alcance del ciberespacio para la evolución de la civilización, incluso si se entienden perfectamente los intereses económicos y políticos que hay en juego. El crecimiento exponencial de los abonados a Internet al final de los años ochenta precede netamente a los proyectos industriales de "multimedia", y también precede a las contraseñas políticas "de autopistas de la información" que fueron tema de actualidad al principio de los años noventa. Estos proyectos oficiales representan unos intentos de toma de poder de los gobiernos, de las grandes industrias y de los medios de comunicación en un ciberespacio emergente cuyos verdaderos productores inventan -a menudo deliberadamente- una civilización frágil, amenazada, que querrían nueva y de la que quiero ahora precisar el programa.
El programa de la cibercultura: la interconexión Desde el más elemental al más elaborado, tres principios han orientado el crecimiento inicial del ciberespacio: la interconexión, la creación de comunidades virtuales y la inteligencia colectiva. Una de las ideas, o tal vez debería decir una de las impulsiones más fuertes al principio del ciberespacio, es la de la interconexión. Para la cibercultura, la conexión siempre es preferible al aislamiento. La conexión es un bien en sí mismo. Tal como Christian Huitéma ha expresado en su libro Et Dieu créa l'Internet31, el horizonte técnico del movimiento de la cibercultura es la comunicación universal: cada ordenador del planeta, cada aparato, cada máquina, desde el coche hasta la tostadora de pan, "debe" tener una dirección en Internet. Éste es el imperativo categórico de la cibercultura. Si este programa se hiciera realidad, el más mínimo artefacto podría recibir informaciones de todos los demás y enviar de manera preferente sin hilos. Junto al crecimiento de las capacidades de transmisión, la tendencia a la interconexión provoca una mutación en la física de la comunicación: se pasa de las nociones de canal y de red a una sensación de espacio envolvente. Los vehículos de la información ya no se situarían dentro del espacio, sino que, a través de una especie de versión topológica, todo el espacio se convertiría en canal interactivo. La cibercultura se dirige hacia una civilización de telepresencia generalizada. Más allá de una física de la comunicación, la interconexión constituye la humanidad en continuo sin fronteras, atraviesa un medio de información oceánico, sumerge los seres y las cosas en el mismo baño de comunicación interactiva. La interconexión teje un universal por contacto.
El programa de la cibercultura: las comunidades virtuales El segundo principio de la cibercultura es, evidentemente, una prolongación del primero, ya que el desarrollo de las comunidades virtuales se basa en la interconexión. Una comunidad virtual se construye sobre unas afinidades de intereses, de conocimientos, sobre la compartición de proyectos, en un proceso de cooperación o de intercambio, y esto independientemente de las proximidades geográficas y las pertinentes institucionales. Digamos, para los que no las han practicado que, lejos de resultar frías, las relaciones "en línea" no excluyen las emociones fuertes. Por otra parte, ni la responsabilidad individual ni la opinión pública y su juicio desaparecen en el ciberespacio. Finalmente, es extraño que la comunicación a través de las redes informáticas sustituya de manera radical a los encuentros físicos: la mayoría de las veces, les aporta un complemento o un aliciente. A pesar de que a veces el flujo de recién llegados la diluya, los participantes de las comunidades virtuales han desarrollado una fuerte moral social, un conjunto de leyes consuetudinarias - no escritas- que rigen sus relaciones. Esta "netiqueta"32se refiere sobre todo a la pertinencia de las informaciones. No se pueden enviar mensajes que traten un tema determinado en una conferencia electrónica que esté tratando otro tema diferente. Se recomienda consultar la memoria de la conferencia electrónica antes de expresarse y, en particular, no plantear cuestiones en el fórum si las respuestas ya estaban disponibles en los archivos de la comunidad virtual. La publicidad comercial está no sólo desaconsejada sino en general firmemente rechazada en los fórum electrónicos. Vemos que estas reglas tienden, sobre todo, a no hacer perder el tiempo a los demás. La moral implícita de la comunidad virtual en general es la de la reciprocidad. Si se aprende leyendo los mensajes intercambiados, hay que dar las informaciones de las que se dispone, cuando una cuestión que ha sido planteada en línea lo requiere. La recompensa (simbólica) proviene de la reputación de competencia que se forja a largo plazo "la opinión pública" de la comunidad virtual. Los ataques personales o los escritos irrespetuosos hacia una u otra categoría de personas (nacionalidad, sexo, edad, profesión, etc.) en general no están admitidos. Los que lo hacen de manera reiterada normalmente son excluidos por los administradores-sistemas cuando se lo piden los animadores de las conferencias electrónicas. Excepto estos casos particulares, se fomenta la más amplia libertad de expresión y los internautas se oponen en general a cualquier forma de censura. La vida de una comunidad virtual raramente se desarrolla sin conflictos; estos conflictos se pueden expresar de manera muy brutal en unas justas oratorias entre miembros o en unas "flames" durante las cuales muchos miembros "incendian" a aquel o aquellos que han infringido las normas morales del grupo. De manera inversa, se pueden desarrollar afinidades, alianzas intelectuales, incluso amistades, en los grupos de debate, de la misma manera que entre las personas que se encuentran regularmente para conversar. Para los participantes, los otros miembros de las comunidades virtuales son profundamente "humanos", ya que su estilo de escritura, sus zonas de competencia, sus eventuales tomas de posición reflejan evidentemente sus personalidades. Las manipulaciones y los engaños siempre son posibles en las comunidades virtuales, pero pasa como en todas partes: en la televisión, en la prensa escrita, en el teléfono, en el correo y también en cualquier reunión de "carne y hueso". La mayor parte de las comunidades virtuales organizan la expresión firmada de sus miembros ante unos lectores atentos y capaces de responder ante otros lectores atentos. Por lo tanto, como ya sugería anteriormente, lejos de fomentar la irresponsabilidad vinculada al anonimato, las comunidades virtuales exploran nuevas formas de opinión pública. Se sabe que el destino de la opinión pública está íntimamente ligado al de la democracia moderna. La esfera del debate público aparece en Europa en el siglo XVIII, gracias a la ayuda técnica de la imprenta y de los periódicos. En el siglo XX, la radio (sobre todo durante los años treinta y cuarenta) y la televisión (a partir de los años sesenta) han desplazado, amplificado y confiscado al mismo tiempo el ejercicio de la opinión pública. ¿No es posible hoy en día entrever una nueva metamorfosis, una nueva complicación de la misma noción de "público" para poder ofrecer un campo más abierto de debate colectivo, como hacen las comunidades virtuales, más participativo, mejor repartido que el de los medios de comunicación clásicos? Por lo que respecta a las relaciones "virtuales", no subsisten de ninguna manera los encuentros físicos y los viajes, sino que ayudan a prepararlos bien. En general, es un error considerar las relaciones entre antiguos y nuevos dispositivos de comunicación en términos de sustitución. Trataré este tema con más extensión en un próximo capítulo, pero ahora es importante esbozar los principales argumentos que apoyan esta tesis. El cine no ha eliminado al teatro, lo ha desplazado. Hablamos entre nosotros, tanto ahora como antes de que apareciera el texto escrito, pero de manera diferente. Las cartas de amor no evitan que los amantes se besen. Las personas que mantienen más comunicaciones telefónicas también son las que se reúnen con más gente. El desarrollo de las comunidades virtuales acompaña al desarrollo general de los contactos y de las interacciones de toda clase. La imagen del individuo "aislado ante su pantalla" proviene de tesis fantasmagóricas más que de la encuesta sociológica. En realidad, los abonados a Internet (estudiantes, investigadores, universitarios, comerciales siempre desplazándose, trabajadores intelectuales, independientes, etc.) probablemente viajan más que la media de la población. La única disminución de la frecuencia de viajeros de los aeropuertos que se ha notado estos últimos años proviene de la guerra del Golfo: la extensión del ciberespacio no contaba para nada. Más bien al contrario, en el ámbito de siglo y de planeta, la comunicación y el transporte crecen al mismo ritmo. No caigamos, pues, en la trampa de las palabras. Una comunidad virtual no es irreal, imaginaria o ilusoria, se trata simplemente de un colectivo más o menos permanente que se organiza por medio del nuevo correo electrónico mundial. Los amantes de la cocina mejicana, los aficionados a los gatos de Angora, los fanáticos de un lenguaje de programación cualquiera o los intérpretes apasionados de Heidegger, que antes estaban dispersos por todo el planeta, a menudo aislados o sin contactos regulares entre ellos, ahora disponen de un lugar familiar de encuentro y de intercambio. Por lo tanto, podemos sostener que las llamadas "comunidades virtuales" de hecho cumplen una verdadera actualización (en el sentido de una puesta en contacto efectiva) de grupos humanos que sólo existían potencialmente antes de la llegada del ciberespacio. La expresión "comunidad actual" sería, en el fondo, mucho más adecuada para describir los fenómenos de comunicación colectiva en el ciberespacio que la de "comunidad virtual".32 Con la cibercultura se expresa la aspiración a construir una ligazón social, que no estaría basada ni en las pertinencias territoriales, ni en las relaciones institucionales, ni en las relaciones de poder, sino en la reunión en torno a los centros de intereses comunes, en el juego, en la compartición de los conocimientos, en el aprendizaje cooperativo, en procesos abiertos de colaboración. El gusto por las comunidades virtuales se fundamenta en un ideal de relación humana desterritorializada, transversal, libre. Las comunidades virtuales son los motores, los actores, la vida diversa y sorprendente del universo por contacto.
El programa de la cibercultura: la inteligencia colectiva Un grupo humano cualquiera sólo tiene interés por constituirse en comunidad virtual para ponerse en contacto con el ideal del colectivo inteligente, más imaginativo, más rápido, más capaz de aprender y de inventar que un colectivo inteligentemente dirigido. El ciberespacio no es otra cosa que el apoyo técnico indispensable para alcanzar la inteligencia colectiva. El tercer principio de la cibercultura, el de la inteligencia colectiva, constituiría la perspectiva espiritual, la finalidad última. Este proyecto fue conducido por los visionarios de los años sesenta: Engelbart (el inventor del ratón y de las ventanas de las interficies actuales), Licklider (pionero de las conferencias electrónicas), Nelson (inventor de la palabra y el concepto de hipertexto). El ideal de la inteligencia colectiva también ha sido fijado por ciertos "gurús" actuales de la cibercultura, como Tim Berners Lee (el inventor de la World Wide Web), John Perry Barlow (exletrista del grupo musical Grateful Dead, uno de los fundadores y portavoz de la Electronic Frontier Fondation) o Marc Pesce (coordinador de la norma VRML), y ha sido desarrollado por comentaristas o filósofos de la cibercultura como Kevin Kelly33, Joel de Rosnay34 o yo mismo.35 La inteligencia colectiva, sobre todo, la practica un número creciente de navegantes, de participantes en news-groups y en comunidades virtuales de todo tipo. La inteligencia colectiva constituye un campo de problemas más que una solución. Todo el mundo reconoce que el mejor uso que puede hacerse del ciberespacio es poner en sinergia los conocimientos, las imaginaciones, las energías espirituales de los que se conectan. Pero, ¿en qué perspectiva? ¿Según qué modelo? ¿Se trata de construir panales u hormigueros humanos? ¿Se quiere que cada red dé a luz un "gran animal" colectivo o bien, al contrario, se pretende valorar las aportaciones individuales de cada uno y poner los recursos de los grupos al servicio de los individuos? ¿La inteligencia colectiva es acaso un modo de coordinación eficaz en el que todo el mundo se puede considerar un centro o bien se quiere subordinar a los individuos a un organismo que les sobrepasa? ¿El colectivo inteligente es dinámico, autónomo, emergente, fractal o bien está definido y controlado por una instancia que lo domina? ¿Se convierte cada uno de nosotros en una especie de neurona de un megacerebro planetario o queremos constituir una multitud de comunidades y compartir el sentido? Estas alternativas, que sólo se confirman de manera parcial, definen algunas de las líneas de fractura que dividen por dentro el proyecto y la práctica de la inteligencia colectiva. La extensión del ciberespacio transforma las obligaciones que habían dictado los abanicos habituales de soluciones a la filosofía política, a las ciencias de la gestión y a las tradiciones de organización en general. Hoy, al haber saltado muchas de las obligaciones a causa de la disponibilidad de nuevas herramientas de comunicación y de coordinación, se pueden prever modos de organización de los grupos humanos, de los estilos de las relaciones entre los individuos y los colectivos radicalmente nuevos, sin precedentes en la historia y en la biología. Debemos insistir en ello, más que una solución, la inteligencia colectiva, cuya ambivalencia he explicado en el capítulo sobre "el impacto", es un campo abierto de problemas y de investigaciones prácticas.
Un programa sin finalidad ni contenido Ya debe haber quedado entendido, el movimiento social y cultural que comporta el ciberespacio, un movimiento potente y cada vez más masivo, no converge en un "contenido" determinado, sino en una forma de comunicación no mediática, interactiva, comunitaria, transversal, rizomática. Ni la interconexión generalizada, ni la inclinación hacia las comunidades virtuales, ni la exaltación de la inteligencia colectiva constituyen los elementos de un programa político o cultural en el sentido clásico del término. Y, sin embargo, los tres están tal vez secretamente motivados por dos "valores" esenciales: la autonomía y la apertura a la alteridad. La interconexión para la interactividad se pretende buena, sean los que sean los terminales, las personas, los lugares y los momentos en los que se produce. Las comunidades virtuales se consideran un medio excelente (entre otros cientos) de vivir en sociedad, tanto si sus finalidades son lúdicas, económicas o intelectuales, como si sus centros de interés son serios, frívolos o escandalosos. La inteligencia colectiva, al fin y al cabo, sería el modo de cumplir que tendría la humanidad que, por suerte, favorece la red numérica universal, sin que se sepa a priori hacia qué resultados tienden las organizaciones que ponen en sinergia sus recursos intelectuales. En resumen, el programa de la cibercultura es el universal sin totalidad. Universal, dado que la interconexión no sólo debe ser mundial sino que además pretende alcanzar la contabilidad o la interoperabilidad general. Universal porque, en el límite ideal del programa de la cibercultura, cualquier persona debe poder acceder desde cualquier lugar a las diferentes comunidades virtuales y a sus productos. Universal, finalmente, por la manera de aplicarse el programa de la inteligencia colectiva tanto en las empresas como en las escuelas, y tanto en las regiones geográficas como en las asociaciones internacionales. El ciberespacio aparece como la herramienta de organización de comunidades de toda clase y de todas las dimensiones en colectivos inteligentes, pero también como el instrumento que permite que los colectivos inteligentes se articulen entre ellos. De ahora en adelante, son los mismos instrumentos informáticos y materiales los que soportan la política interior y la exterior de la inteligencia colectiva: Internet e Intranet.36 Interconexión general, comunidades virtuales, inteligencia colectiva, figuras de un universal por contacto, un universal que crece como una población, que hace crecer aquí y allá sus filamentos, un universal que se extiende como la hiedra o la grama. Cada una de las tres figuras forma la condición necesaria de la siguiente: no hay comunidad virtual sin interconexión, no hay inteligencia colectiva a gran escala sin virtualización o desterritorialización de las comunidades al ciberespacio. La interconexión condiciona a la comunidad virtual, que es una inteligencia colectiva en potencia. Pero estas formas están a priori vacías, sin finalidad exterior, ningún contenido determinado cierra ni totaliza el programa de la cibercultura, que se sitúa por entero en el proceso inacabado de interconexión, de desarrollo de comunidades virtuales y de intensificación de una inteligencia colectiva fractal, reproducible a todas las escalas y diferente en todas partes. El movimiento continuo de interconexión con vistas a una comunicación interactiva de todos con todos es por sí mismo un indicio evidente de que la totalización no tendrá lugar, que las fuentes siempre serán más heterogéneas, que los dispositivos mutágenos y las líneas de fugas se multiplicarán. |