Los puentes de Long Island
Los puentes que se levantan sobre los paseos de Long Island, en Nueva York, tienen una particularidad que los hace diferentes del resto de pasos superiores. Su altura es considerablemente inferior: entre el puente y la calle no hay más de tres metros. Para la mayoría de gente que ahora los utiliza o los ve, esta característica pasa probablemente desapercibida. Y, quizá, aquellos que por alguna razón se fijan, no ven allí ninguna significación especial. Nuestra forma de observar este tipo de construcciones técnicas –que se suelen utilizar sin pensar en ello demasiado– no nos mueve, normalmente, a atribuir motivos especiales a las características específicas de su diseño.
A pesar de esto, los pasos superiores de Long Island (alrededor de doscientos) fueron construidos con poca altura porque alguien quiso que fueran así y porque quería conseguir unos efectos determinados. Efectivamente, Robert Moses, constructor de muchos parques, puentes y otras obras públicas en Nueva York entre 1920 y 1970, diseñó los pasos superiores de Long Island para que los autobuses no pudieran pasar por debajo. Sus prejuicios raciales y su carácter elitista tuvieron mucho que ver.
Moses quería que los blancos de clase media y alta pudieran pasar, con sus automóviles, por debajo de los puentes, para pasear o transitar por Long Island. No quería, en cambio, que la gente pobre y, en especial, los negros, es decir, la gente que normalmente se tenía que mover en transporte público, tuvieran la oportunidad de disfrutar de los paseos de Long Island y visitar el famoso parque de Jones Beach (también diseñado por Moses). El mismo Moses hizo una propuesta para que el tren de Long Island llegara a Jones Beach, para asegurar la exclusividad (racial y clasista) de su obra.
El resultado de esta singularidad técnica de los puentes es, pues, remarcable. Sus deliberados efectos sociales han sobrevivido al mismo Moses y al ambiente político y social que los hizo posibles. Incluso, seguirán dando forma a la ciudad de Nueva York durante muchos años en el futuro. Como dijo un urbanista neoyorquín, refiriéndose a Moses: "el viejo sinvergüenza se aseguró de que los autobuses nunca pudieran utilizar sus maldichos paseos".