Necesidad, oferta y demanda
 
 

En la definición de necesidades de servicios sanitarios, según Liss (1993), están presentes diferentes conceptos. El primero de ellos es el de enfermedad o riesgo de enfermedad ante la que se proveen servicios. No es fácil demostrar la existencia de necesidad de servicios sanitarios sin que a la vez haya constancia de que hay ciertas circunstancias que estos servicios están en disposición de cambiar. El segundo concepto es entender los servicios sanitarios como instrumentos, por cuanto pretenden corregir una deficiencia en salud aproximando al individuo a un estado físico y/o psicológico deseable y mejor.


Existe una necesidad de servicios sanitarios cuando hay una diferencia entre el estado actual de salud y un estado deseable potencial de mejora, y los servicios sanitarios son necesarios para pasar de un estado a otro.

Identificar necesidades sanitarias requiere, por lo tanto, información sobre tres aspectos:
  1. El nivel actual de salud
  2. El estado deseable
  3. Las consecuencias de no proveer el servicio, en términos de pronóstico.

La necesidad de servicios sanitarios comporta además el concepto de oferta. La existencia y disponibilidad de un tratamiento es condición necesaria, aunque no suficiente, para que se exprese la necesidad de ese servicio. Por último, suele implicar también una dimensión normativa, ya que existe una necesidad de servicios sanitarios siempre que alguien así la defina, sea el médico, la enfermera u otros profesionales de la salud. Estos profesionales deciden diariamente sobre quién necesita servicios sanitarios y quién no. Se suele establecer una relación de agencia con el individuo, según la cual el paciente delega en su médico las decisiones sobre lo que es necesario y lo que no lo es para mejorar su salud. Ello se ve potenciado por la asimetría informativa entre los profesionales de la salud y los usuarios de la sanidad.

Los economistas suelen concebir la necesidad como demanda efectiva. Así, la demanda es efectiva cuando existen sujetos dispuestos a respaldarla monetariamente, y se convierte en inefectiva en caso contrario. Bradshaw afirma que en el contexto de los servicios sociales y sanitarios el concepto económico de necesidad como demanda efectiva no es adecuado (Bradshaw, 1972). Sus argumentos son fundamentalmente dos: primero, en muchas ocasiones no existe una relación explícita, clara y directa entre recibir un servicio sanitario y pagar por ese servicio; en segundo lugar, el hecho de recibir servicios sanitarios no tiene que estar limitado por la capacidad de pago de los individuos que de ellos se benefician, para cumplir el ideal de justicia distributiva. Bradshaw admite que el concepto de necesidad, si bien no coincide con el de demanda efectiva de los economistas, no deja de ser difícil de concretar. Posiblemente ello sea debido a que está sujeto a consideraciones de tipo ético.

Culyer y Wright defienden que la necesidad se puede caracterizar en parte como demanda y en parte como oferta, y son frecuentes las situaciones en las que la demanda condiciona la oferta, pero también otras en las que esta última induce a la demanda (Culyer y Wright, 1978). Muchos servicios sanitarios se proveen en respuesta a una demanda existente. Pero también se encuentran ejemplos de otros que se proveen sin haber una demanda específica por parte de la población. Éste es el caso, ya apuntado, de determinadas políticas de salud pública como los cribados poblacionales, o las campañas de prevención, que surgen como respuesta a una necesidad identificada normativamente, por ejemplo, por las autoridades sanitarias. Necesidad, por lo tanto, no siempre se corresponde con demanda. Para que una necesidad se transforme en demanda se ha de dar una acción. Demanda, medida como utilización y listas de espera, a pesar de ser una aproximación muy común en la cuantificación de necesidad de servicios sanitarios, no es perfecta. Indicadores como éstos estarán condicionados, por ejemplo, por la disponibilidad de servicios en el contexto de referencia, o por otros factores estructurales. Así, en un contexto donde los servicios sanitarios disponibles fuesen otros, por ejemplo menos accesibles a la población, su demanda podría ser inferior, ante lo que se concluiría que la necesidad de esos servicios sanitarios también es inferior, aunque éste no siempre es el caso.

En este sentido Wright y sus colaboradores proponen, en el gráfico 1, un modelo que recoge estos conceptos y donde se diferencia principalmente entre deseos, demanda, utilización y oferta (Wright y cols, 1998).

Gráfico 1. Deseos, demanda, necesidad y oferta (Wright y colaboradores, 1998)

 
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