Guías de Práctica Clínica. Concepto y atributos
 
Fuente bibliográfica
Las guías de práctica clínica (GPC) fueron definidas por el Institute of Medicine de los EEUU como recomendaciones desarrolladas de forma sistemática para ayudar a profesionales y pacientes a tomar decisiones informadas sobre la atención sanitaria más apropiada, seleccionando las opciones diagnósticas y/o terapéuticas más adecuadas para el abordaje de un problema de salud o una condición clínica específica.

Las GPC se elaboran con el objetivo genérico de informar el proceso de toma de decisiones de médicos y pacientes para mejorar la calidad, la idoneidad y la efectividad de la asistencia sanitaria y la salud de los pacientes.

Otros objetivos más específicos son:

  • sintetizar un gran volumen de conocimientos médicos y evidencia científica en un formato adecuado, fácilmente legible y utilizable para ser aplicada en una decisión clínica.

  • determinar estándares de calidad y criterios de buena praxis médica.

  • protocolizar y evaluar la calidad de la asistencia sanitaria promoviendo estrategias de práctica clínica efectivas, eficientes e idóneas.

  • corregir presunciones inadecuadas y percepciones incorrectas sobre la base de información objetiva.

  • disminuir la variabilidad de la práctica clínica.

  • trasladar la aplicación de los resultados de la investigación científica a la práctica clínica.

Las GPC se configuran cada vez más como un instrumento de primer orden para ayudar en la toma de decisiones a médicos y pacientes. De su elaboración, implementación y utilización se espera que conduzcan a una asistencia sanitaria de mayor calidad al favorecer las actuaciones y los procedimientos más apropiados y promover la aplicación de nuevos avances diagnósticos y terapéuticos de manera más efectiva.

Así pues, de todo lo apuntado anteriormente, puede afirmarse que las GPC:

  • son recomendaciones, puesto que informan y aconsejan cómo actuar ante determinadas situaciones;

  • son sistemáticas, al seguir una serie de etapas en su elaboración y estar basadas en una revisión sistemática y un análisis de la evidencia científica, características que garantizan que la metodología utilizada ha sido rigurosa y fiable y que en todo momento se han tratado de minimizar los posibles sesgos;

  • están orientadas a médicos y pacientes, para ayudarles en la toma de decisiones. En relación con los médicos tal aseveración parece obvia pero no siempre se entiende así respecto a los pacientes. La cada vez más extendida figura de los denominados pacientes informados (empowered consumers) y el respeto al principio de autonomía y al derecho a la elección hacen conveniente la elaboración de recomendaciones pensadas y adaptadas (en cuanto a formato y lenguaje) a este colectivo;

  • seleccionan y ofrecen diversas alternativas terapéuticas o diagnósticas en su vertiente práctica que abarcan diversas situaciones para que el decisor pueda optar por la más conveniente y adecuada;

  • son formuladas respecto a problemas de salud, condiciones clínicas o procedimientos específicos perfectamente definidos y delimitados.

A lo largo de los años ha existido una gran diversidad en la propia terminología de las GPC por lo que no es extraño encontrar este tipo de recomendaciones bajo términos como: guías, guías clínicas, guías de actuación, protocolos, protocolos clínicos, protocolos médicos, etc. Parece que el uso de GPC es el que, finalmente, se ha impuesto, aunque más que el nombre lo que importa es su contenido y cómo han sido elaboradas. De acuerdo con estos aspectos, toda GPC debería cumplir unos atributos mínimos que se recogen en la Tabla 1 y que, de acuerdo con el Institute of Medicine, corresponden a dos grandes categorías: atributos relacionados con la solidez del contenido de la GPC (validez, fiabilidad, aplicabilidad clínica y flexibilidad clínica) y atributos relacionados con el proceso de elaboración o con la presentación de la GPC (claridad, multidisciplinariedad, revisión planificada y documentación).

 
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