Las profesiones sanitarias

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Existe una desconfianza social hacia los recursos sanitarios porque la relación entre éstos y el nivel de salud de la población no siempre es positiva. La falta de causalidad entre ambos factores (y una correlación que, a veces, es incluso inversa) va unida a un proceso de desencanto de la población con respecto a la sanidad, una crítica considerable al sistema médico occidental y un ataque generalizado al poder profesional médico. En el sector sanitario, los movimientos populares, al criticar y ejercer influencias sobre él, han tenido una mayor importancia que en el resto de los sectores, aunque no se observa una reducción del poder de la profesión médica. Los médicos todavía definen una gran parte de la política sanitaria del país y, sobre todo, siguen controlando la organización y distribución de los recursos sanitarios. Además, consiguen mantener una elevada autonomía en los criterios médicos y sanitarios con los que intervienen a los pacientes.

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Se pueden definir dos tipos diferentes de autonomía: la técnica y la organizativa. En el caso de los profesionales médicos, la autonomía técnica permite desarrollar una serie de procesos que sirven para ejercer la profesión. La posibilidad de disponer de autonomía al definir los procesos médicos es posible gracias a la confianza de la sociedad en las supuestas destrezas y conocimientos de los profesionales médicos, derivados de su monopolio de saber. Esta autonomía técnica implica una parcela de poder muy importante en manos de los médicos. El estado, que confundía destreza y experiencia de la profesión médica, otorga una base legal a las definiciones, conceptos y opiniones de los expertos médicos. De esta forma, se crea lo que sociológicamente se denomina una sociedad paralela, en este caso, de expertos, capaz de definir autónomamente conceptos tan importantes para reestructurar y determinar la vida de las personas, como qué se puede considerar enfermedad y qué no.

La autonomía organizativa implica la posibilidad por parte de los médicos de controlar la actuación y definir la de otros profesionales que también participan en el proceso de salud y enfermedad. Esta autonomía organizativa de la que disfrutan los médicos impide que el resto de las profesiones vinculadas al proceso de salud y enfermedad dispongan de ella. Raramente podemos encontrar espacios para escapar de estas directrices que la profesión médica marca a sus propios profesionales.

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El sector sanitario tiende a generar dependencia, al igual que sucede con otros grupos profesionales y en cualquier otra institución social con una cierta cantidad de recursos. Se trata de una dependecia que muchas veces se traduce en una infantilización del paciente. El papel paternalista que mantiene el médico frente a los pacientes obedece a objetivos diferentes. Uno de éstos es reducir el estrés que siente el paciente. Hoy en día, en Cataluña, muchos profesionales médicos defienden la idea de que no se debe decir al moribundo que morirá y que una enfermedad terminal se debe ocultar. Se justifica esta posición por la baja preparación de los catalanes para enfocar la propia muerte o para entender de manera técnica los procesos de morbilidad. Estos procesos de dependencia se siguen manteniendo en un momento histórico en el que los pacientes son cada vez más cultos y, muchos de ellos, capaces de entender la terminología médica y las explicaciones más técnicas de su enfermedad.

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