La cantidad de una enfermedad específica que está generalmente presente en una comunidad es el punto de comparación o nivel endémico de la enfermedad. Este nivel no es necesariamente el nivel preferido, que en efecto debería ser cero, se prefiere entonces el nivel observado.
Los niveles endémicos pueden ser bajos (hipoendémico), moderados (mesoendémico), o altos (hiperendémico); pueden afectar a una gran parte de la población (holoendémico), u ocurrir con variación en diferentes periodos (esporádico o estacional).
En teoría, si no ocurriera la intervención, y si el nivel fuera lo bastante bajo como para no agotar el número de susceptibles en la población, la aparición de enfermedades debería seguir en el nivel endémico indefinidamente. Por lo tanto, este nivel es el nivel que se espera de la enfermedad.
Cuando el número de casos observados en un área definida excede claramente el número o el nivel de los casos esperados durante un periodo dado, hablaremos de epidemia. Un brote epidémico que ocurre en un periodo breve también se denomina brote. Cuando una epidemia se disemina en varios países y afecta a un gran número de personas, se convierte en una pandemia.
Las epidemias ocurren cuando un agente y un huésped susceptible están presentes en número suficiente, y el agente puede pasar de la fuente a los huéspedes. Esto puede suceder cuando aumenta la virulencia de un agente, cuando se introduce un entorno donde no había existido antes, cuando adquiere mejor modo de transmisión que motive que más personas estén expuestas, cuando hay cambios en la susceptibilidad del huésped, o cuando hay factores que aumentan la exposición al agente.
Es importante caracterizar la aparición de las epidemias en función del tiempo, aparte de caracterizarlas en función de la persona y del lugar. Esta dimensión proporcionará indicios importantes de la fuente de la epidemia. En consecuencia, las epidemias se pueden clasificar por cómo pasan o se propagan en una población.