La incidencia y la prevalencia se expresan como tasas y proporciones, respectivamente.
La incidencia refleja la tasa de aparición de enfermedades. Un cambio en la incidencia significa un cambio en el equilibrio de los factores "causales", tanto por tratarse de una fluctuación que ocurra naturalmente, o por la aplicación de un programa de prevención eficaz. La incidencia es especialmente importante para el investigador que busca las causas.
La prevalencia, sin embargo, depende de dos factores: la incidencia y la duración de la enfermedad. Por lo tanto, un cambio en la prevalencia puede reflejar un cambio en la incidencia o duración, o ambos.
Por ejemplo, la mejoría en la terapia de una enfermedad puede evitar la muerte pero, como no produce recuperación, puede suscitar un efecto aparentemente paradójico, que se expresa en un aumento de la prevalencia, al aumentar la duración de la enfermedad. |
La disminución en la prevalencia puede resultar no sólo por una disminución en la incidencia, sino también al acortar la duración de las enfermedades por medio de la recuperación o de la muerte más rápida. Además, si la duración disminuyera suficientemente, podría darse una disminución en la prevalencia a pesar de un aumento de la incidencia. Los planificadores de salud usan la prevalencia porque mide la necesidad de tratamiento y las camas de un hospital, y porque ayuda a planificar los servicios y las necesidades de los recursos humanos.
La prevalencia puede determinarse por una sola encuesta, mientras que la incidencia es más difícil de medir. Una población definida, inicialmente libre de la enfermedad en cuestión, debe seguirse durante un periodo para evaluar el número de casos nuevos.
Todas las medidas de morbilidad pueden ser más significativas cuando se remiten a un sector específico de una población, de un lugar o de tiempo. O sea, pueden expresarse por la edad, el sexo, la ocupación, la exposición a un agente causal potencial de la enfermedad, la residencia, etc.