El engaño

El engaño puro y simple es probablemente la más antigua y rutinaria manipulación de percepciones sobre el objeto de la negociación y sobre todos los demás elementos del bargaining set.

Ejemplo

"Este coche era de una anciana señora que prácticamente no salía de casa y que sólo lo utilizaba para ir a la iglesia los domingos" -dice el vendedor sin escrúpulos refiriéndose a un coche de autoescuela cuyo motor está a punto de estallar. El engaño puede afectar a los hechos, a los propósitos e intenciones y también a las facultades del negociador.

Nadie es inmune al engaño, pero el hábito sistemático de verificación, que reducirá el incentivo a engañarnos de los negociadores sin escrúpulos, y la exigencia de garantías que impliquen un coste que anule el posible beneficio del engaño pueden constituir mecanismos objetivos de protección.

Por supuesto, para evaluar el peligro inminente de engaño, habrá que tener muy en cuenta el modelo de negociación en el que nos hallamos. Si es un juego único entre desconocidos (un juego de disparo único, se dice también gráficamente), que no va a tener continuidad ni posibilidad de castigo ulterior, habrá que ser mucho más cauto que en un juego que se produce en un contexto de continuidad y que se desarrolla entre personas que consideran un valor la credibilidad de su reputación y nuestra relación permanente con ellos.

Cita
Sin embargo, en cualquier supuesto la verificación es una buena costumbre y la regla de actuación se puede formular con sencillez: proceder siempre objetivamente, con independencia de la confianza.

Esta regla se puede flexibilizar cuando estamos razonablemente seguros de que el contexto es totalmente cooperativo o cuando están incluidas en la situación las garantías adecuadas. Pero aún en tales casos es bueno mantener una red de protección objetiva. Cuando se negocia profesionalmente en interés de terceros, la norma de proceder con independencia de la confianza es obligada y sin excepciones.

Como observan Fisher y Ury, al tratar sobre la cuestión de los engaños, no hemos de permitir que la otra parte nos coaccione tomando nuestra actitud de comprobación como un ataque personal. Seguro que el vendedor querrá verificar que pagamos efectivamente el precio y no se contentará con nuestra simple alegación de que tenemos dinero en el banco. Nosotros tenemos el mismo derecho en relación con sus afirmaciones.

Pero el engaño, en tanto que jugada estratégica planeada y ejecutada como tal, también se sitúa estratégicamente, es decir, actúa en dimensiones en las que la verificación es difícil o imposible dada la situación. En efecto, quien utiliza el engaño se prevale de una estructura (que puede ser preexistente o haber sido creada ex professo por él mismo) que dificulte la comprobación. Pero incluso quien no ha previsto engañar puede cambiar de idea si se ve favorecido por una estructura en la que controle la totalidad o la mayoría de los flujos informativos relevantes.

Ejemplo

Por ejemplo, en un mercado tradicionalmente opaco como es el de la reventa de objetos de arte, en el que las transacciones suelen hacerse al contado, sin documentación y por medio de un intermediario (que es el único que conoce al eventual comprador y el que nos informa del precio que este último está dispuesto a pagar) existe un incentivo claro para que el intermediario nos engañe y nos diga, cuando ya tiene un comprador solvente por un precio fuerte, que el objeto en cuestión tiene poca salida, o que hay serias dudas sobre su autenticidad que lo hacen invendible y que pese a todo ha encontrado un comprador dispuesto a pagar una cantidad que aunque está muy lejos de nuestras expectativas originarias es bastante más que nada.

Una política de cautela estratégica exigiría que cada vez que el objeto resultara descalificado y devaluado por cualquier razón nuestra respuesta fuera invariablemente desistir de la venta, a la espera de mejores tiempos: "en realidad a mí me gusta mucho, y para venderlo ahora por ese precio prefiero disfrutarlo yo y tenerlo en casa" sería una fórmula posible.

El monopolio en el control de la información significativa determina una situación de alto riesgo de explotación para la parte no informada. En general, por tanto, es necesario evitar situaciones en las que coincidan o puedan coincidir en una misma persona algún interés en las operaciones y la superioridad informativa. Dicho de otra manera, hay que disponer de fuentes de información separadas de los agentes interesados. Si ello no es posible, habrá que tener en cuenta que se opera en una zona insegura y establecer una política de cautela estratégica que tienda a desincentivar el engaño.

Esta política de anular todas las operaciones sospechosas (aun a riesgo de anular también operaciones honestas) tendería, a la larga, a desincentivar ese tipo de engaño al eliminar su productividad.

En cualquier caso, hay que pensar también que los engaños resisten mal el paso del tiempo. En general, la eficacia del engaño depende de la rapidez con la que se obtiene la decisión inducida. Si la decisión no se produce de manera inmediata el engaño puede quedar al descubierto.

Por tanto, en las estructuras proclives a la aparición del engaño es preferible no tener prisa. Si uno tiene prisa y además no controla la información y además la comprobación no resulta posible, sólo queda confiar en que la perspectiva de continuidad de las relaciones y la posibilidad de algún tipo de castigo si se descubre a posteriori algún engaño induzca a nuestro oponente a valorar su reputación de actuar honestamente.

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