Parece que Internet ha de propiciar la forma de capitalismo más pura que jamás haya existido, una economía sin fricciones. Nada más lejos de la realidad, aunque el proceso de compra sea más sencillo gracias a Internet y la información fluya con más facilidad, las elecciones del presente determinarán las posibilidades del futuro.
Los costes de cambio son la norma, no la excepción. En prácticamente todas las industrias, cualquier producto de una empresa implica costes de cambio para los clientes. Reconocer estos costes es crítico para entender la posición competitiva, tanto al defender como al atacar una posición de mercado. Los costes de cambio constituyen un arma de doble filo: ayuda a defender una posición de mercado reteniendo a los clientes, pero frena su expansión porque frena a los clientes a cambiar de producto.
El coste total del cambio será el resultado de sumar el coste para el cliente más el coste para la empresa que lo quiere atraer. Este último puede ser muy pequeño, como darlo de alta en su base de datos, o muy elevado, como establecer un proceso de soporte a medida.