Bell Atlantic A finales de los 80, Bell Atlantic invirtió $3,000M en equipamiento digital de AT&T para hacer funcionar su red telefónica. Cada equipo costaba varios millones de dólares y, básicamente, consistía en un superordenador especializado conectado con otros equipos. Bell Atlantic eligió AT&T en lugar de Northern Telecom o Siemens. Estos equipos, pese a ser los más potentes en aquel momento, utilizaban un sistema operativo propietario controlado por AT&T. Cada vez que Bell Atlantic quería añadir funcionalidad adicional o conectar un nuevo periférico, AT&T debía proporcionar los upgrades de sistema operativo necesarios para soportarlo. Como reemplazar estos equipos era extremadamente caro, Bell Atlantic dependía de AT&T para la evolución de su negocio. Por ejemplo, cuando Bell Atlantic quiso que su sistema reconociera como llamadas sin coste aquellas que recibieran los números que empezaran por 888, Bell Atlantic precisó negociar con AT&T la implantación de esa funcionalidad, puesto que el sistema no lo reconocía. Utilizando su posición de fuerza, AT&T cargó $8M por el cambio en el software. Cuando Bell quiso ofrecer reconocimiento de voz en el marcado de números, necesitó acudir de nuevo a AT&T y, esta vez, la factura fue de $10M. Bell Atlantic creía que habría podido obtener el software en el mercado a un coste menor de manera significativa. Según AT&T, los ingresos procedentes de desarrollo de software relacionado con hardware representaba alrededor de un 30% del total. De manera adicional, la venta de periféricos específicos para su hardware también representaba un lucrativo negocio. Asimismo, bajo la protección de patentes y derechos intelectuales, AT&T impedía que otras empresas pudieran desarrollar software o hardware compatible con su sistema sin su autorización.
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