Los procesadores del lenguaje activan estas representaciones lingüísticas habladas, escritas, leídas, oídas de una manera rápida y precisa. Cuando hablamos seleccionamos palabras de acuerdo con lo que pensamos que nuestro oyente podrá entender. Activamos los sonidos de cada palabra, con una determinada sintaxis que relaciona unas palabras con otras, con una entonación de acuerdo con las circunstancias.
Toda esta información es traducida en movimientos de la boca, la mandíbula, la lengua, el paladar, la laringe y otras articulaciones que están reguladas en milésimas de segundo, de forma que producimos acerca de tres palabras por segundo una sonido cada décima de segundo como promedio. Aún así hacemos un error de sonido por cada millón de sonidos y una palabra errónea por cada millón de palabras.