Si en el plan de la hominización este proceso no puede ser validado fácilmente dada la falta de datos científicos, Lev S. Vygotski (1934/1985), Jerome Bruner y muchos otros han demostrado que es el movimiento del exterior al interior, de lo social a lo psicológico que caracteriza el desarrollo del pensamiento en el niño. Estos autores mantienen que el conocimiento de uno mismo no es más que un caso particular del conocimiento de los otros; que las representaciones humanas son ante todo marcadas por lo social, en sus dimensiones de actividad y de lenguaje; que ellas están condicionadas ante todo por las interacciones sociales, antes de transformarse en una lógica propiamente cognitiva.
Desde el punto de vista interaccional todas las representaciones humanas son sociales en esencia. Estas pueden clasificarse como colectivas cuando ellas ocurren en su seno (medio urbano, instituciones sociales, ciencia, arte, etc) Pero estas obras sólo pueden ser interpretadas que a través de los textos (orales o escritos) que las pueden comentar, textos que por otra parte son las solas manifestaciones del lenguaje verbal humano. En un primer nivel estas manifestaciones son por cierto fuertemente determinadas por la organización política, cultural o económica dentro de las cuales se elaboran los textos, los mitos, las ideologías y todos los grandes sistemas de representaciones.
Estas dependen también de las situaciones concretas dentro de las cuales los individuos expresan verbalmente sus opiniones, sus creencias y sus conocimientos. Estas representaciones descontextualizadas se organizan colectivamente según otras modalidades, ellas toman su espacio dentro de los "mundos formales" postulados por Jurgen Habermas, es decir dentro de estos sistemas de reglas propiamente lógicas que estructuran los conocimientos de la humanidad.
Las representaciones humano-sociales pueden ser clasificadas de individuales cuando ellas tienen lugar en un organismo particular. Ellas se distinguen de las precedentes a la vez por su dimensión y por la forma de organizarse. Ellas se adoptan dentro del cuadro de intercambios que cada individuo puede tener con la actividad, los textos y los mundos formales de su medio. Pero lo cierto es que ningún individuo puede tener suficientes contactos con el patrimonio colectivo como para apropiarse del conjunto de conocimientos. Ello supone también que ellas se adoptan dentro de un orden temporal que depende de las circunstancias temporales de cada vida individual, y cada adquisición o adopción nueva condiciona las siguientes, de esta forma las representaciones de cada individuo se organizan según modalidades radicalmente singulares, que al fin y al cabo es lo que justifica que todo individuo pueda ser clasificado de persona.
Cómo conciliar las dos perspectivas de intercambio
Todo intercambio lingüístico se efectúa sobre un fondo de un inter-texto que ya existe, es decir que el texto ha sido elaborado por las generaciones precedentes para responder a sus necesidades y a retos sociales precisos (novela, manual, diccionario, editorial, etc).
Son estos mundos formales específicos que se crean o se reproducen dentro de toda producción verbal que se pueden cualificar de mundos discursivos. Al inscribirse dentro de una doctrina política o sindical, por ejemplo, un individuo no puede que formular enunciados conformes a una lógica discursiva y argumentativa reconocida. Y es dentro del cuadro de estos mundos discursivos que son presentadas estas formas ideológicas. Por otro lado, el individuo puede intervenir en estas formas, reproduciéndolas o transformarlas progresivamente.
Dentro del proceso de lectura de textos, todo ser humano está confrontado a los tipos de discurso históricamente elaborados en el seno de la ciencia, de la literatura, de las filosofías, de la cultura, etc. Para comprender lo que se ha escrito o dicho, el se debe integrar a estos cuadros discursivos las representaciones colectivas que organizan, en vistas de intercambio.
Dentro del proceso de producción de textos, el individuo no puede ir más allá de los géneros disponibles dentro del intertexto, y como consecuencia los tipos discursivos que estos géneros comportan. Pero cada individuo no puede producir un texto que dentro de una situación particular, tal cual es representada. Así pues todo discurso nuevo es el producto de la adopción de un modelo colectivo-histórico, y de la adaptación de este modelo a una situación particular. Estamos de lleno en la interacción entre sociedad e individuo, una dialéctica que sin lugar a dudas nos ha permitido avanzar como civilización hasta donde estamos actualmente y que seguramente podrá, esperemos, llevarnos más lejos. Tiempo al tiempo.