El concepto de la comunicación no verbal ha fascinado, durante siglos, a los no científicos. Escultores y pintores siempre han sido conscientes de cuánto se puede transmitir con un gesto o una postura; y la mímica es esencial para la carrera de un actor. Los novelistas recurren al lenguaje no verbal de sus personajes para hacerlos más reales y creíbles. También los psiquiatras y psicólogos han observado siempre agudamente las idiosincrasias no verbales de sus pacientes y han tenido por costumbre señalarlas e interpretarlas.
Per sólo a comienzos del siglo XX se inició una verdadera investigación sobre la comunicación no verbal. Esta investigación sólo hace progresos cuando empieza a ser interdisciplinar: la psicología, la psiquiatría, la antropología, la sociología y la etología. George du Maurier escribió: "El lenguaje es una cosa muy pobre. Se llenan los pulmones de aire, vibra una pequeña hendidura en la garganta, se hacen gestos con la boca, y eso estremece el aire; y el aire hace vibrar, a su vez, un par de membranitas en la otra cabeza y el cerebro capta toscamente el mensaje ¡Cuántos circunloquios y qué perdida de tiempo!"
Y así podría ser, si las palabras lo fueran todo. Pero son sólo el comienzo, porque detrás de ellas está el cimiento sobre el cual se construyen las relaciones humanas: la comunicación no verbal. Las palabras son hermosas, fascinantes e importantes, pero las hemos sobrestimado en exceso, ya que no representan la totalidad, ni siquiera la mitad del mensaje. Mas aún como sugirió cierto científico: "Las palabras pueden muy bien ser lo que emplea el hombre cuando falla todo lo demás".
