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El rostro humano Más de mil expresiones faciales diferentes son anatómicamente posibles, y los músculos de la cara son tan versátiles que en teoría una persona podría mostrar todas estas expresiones en sólo dos horas. Sólo unas pocas, sin embargo, poseen un sentido real e inequívoco. El problema está en encontrar un método fiable de descifrar las expresiones. Un científico llamado Paul Ekman puso esta cuestión en su libro "Emtion in the Human Face", poco después con la ayuda de Wallen Friesen y Silvan Tomkins, encontraron una solución ingeniosa: una especie de Atlas del rostro llamado FAST (Facial Affect Scoring Technique). El FAST cataloga las expresiones faciales usando fotografías en vez de descripciones verbales y dividiendo el rostro en cuatro zonas: la frente y las cejas, los ojos; y el resto de la cara: nariz, mejillas, boca y mentón. Para la emoción "sorpresa", por ejemplo, el FAST ofrece fotografías de frentes fruncidas por encima de las cejas arqueadas; de ojos muy abiertos y de bocas abiertas en distintos grados del "oh" de asombro. El que quiera categorizar una expresión facial no tiene más que comparar el rostro que le interese, zona por zona, con las fotografías del FAST. No son necesarias las explicaciones escritas La mirada La mirada fija y sostenida es una forma de amenaza para muchos animales, así como para el hombre. Un naturalista (George Schaller) que estudió a los gorilas de montaña en libertad informó de la existencia de combates de miradas entre machos. El mismo se exponía a ser atacado si miraba a un animal con demasiada fijeza. Nadie sabe lo que ocurre con las ondas cerebrales de un hombre cuando lo miran fijo, pero un estudio reciente indica que una persona que es mirada insistentemente tiende a mostrar un ritmo cardíaco más alto que otra que no. Una de las incomodidades de hablar en público es la de enfrentarse a todas esas miradas fijas. La potencia amenazadora de la mirada fija ha sido reconocida a través de toda la historia de la humanidad, y en muchas culturas diferentes existen leyendas sobre el mal de ojo, la mirada que ocasiona perjuicios a quien la recibe. También ha existido la creencia paralela de que los ojos grandes de mirada fija servían de magia protectora, y todavía en 1947 los barcos que navegaban por el Mediterráneo solían llevar pintados ojos protectores en la proa. ¿Porqué el tabú de la mirada fija? Por supuesto que puede explicarse como parte de la herencia biológica que compartimos con otros primates. Experimentos con bebés recién nacidos han demostrado que la primera imagen a que reaccionan es un par de ojos o cualquier configuración similar, como un par de puntos en una cartulina blanca, algunos científicos consideran esto como una prueba de que la respuesta a la mirada es innata. Sin embargo hay otra explicación posible. El lugar hacia donde mira una persona indica cuál es el objeto de su atención. Cuando un hombre (o un mono) mira fijamente a otro, indica que su atención está concentrada en él, pero no da señales de sus intenciones, lo que es suficiente para poner nervioso hasta a un primate. Esto podría explicar también por qué algunas personas se sienten incómodas frente a un ciego. Su comportamiento ocular proporciona escasos indicios sobre sus intenciones. Hay importantes diferencias culturales sin embargo. Los norteamericanos interpretan el contacto ocular prolongado como un signo de atracción sexual que debe ser escrupulosamente evitado, excepto en las circunstancias íntimas apropiadas. Tal vez el hecho de que el contacto ocular activa la excitación sexual tan rápidamente sea la causa de ese episodio tan común en la calle: el hombre mira fijamente a una mujer, quien inmediatamente baja la vista. Se enseña a los niños a no mirar los senos o los genitales. Rara vez se les indica explícitamente, pero lo aprenden. En muchas, si no en todas las sociedades, las niñas reciben instrucciones más estrictas que los varones respecto a dónde no deben mirar. La conexión entre el sexo y el contacto oculares, de hecho, muy fuerte. Desde hace mucho tiempo se ha creído que el exceso sexual causa debilidad y incluso ceguera. Las diferencias inter-culturales relativas al comportamiento ocular son considerables y algunas veces importantes. El antropólogo Edward Hall ha observado que los árabes a veces se paran muy cerca para conversar y se miran atentamente a los ojos mientras hablan. Al extremo de la gama están las sociedades del Lejano Oriente donde se considera de mala educación mirar a la otra persona mientras se conversa. Los norteamericanos incluso encuentran algo extraña la etiqueta de los ingleses, ya que éstos, a no ser que estén muy cerca, fijan intensamente los ojos en los de su interlocutor. El comportamiento ocular es tal vez la forma más sutil del lenguaje corporal. La cultura nos programa desde pequeños, enseñándonos qué hacer con nuestros ojos y qué esperar de los demás. Como resultado de esto, cuando un hombre altera la dirección de su mirada y se encuentra con la de otra persona o no la encuentra, el efecto producido es totalmente desproporcionado al esfuerzo muscular realizado. Aun cuando el contacto visual sea efímero, como generalmente lo es, la suma del tiempo dedicado a mirar al otro transmite ciertas cosas. El comportamiento ocular puede ser crucial en las etapas iniciales de una amistad, porque se realiza sin gran esfuerzo. En una habitación llena de gente, aun antes de intercambiar una palabra, dos personas podrán iniciar una compleja relación preliminar sólo con los ojos: hacer contacto, replegarse tímidamente, interrogar, sondear, elegir o rechazar. Una vez iniciada la conversación, ésta continuará acompañada de sutiles negociaciones no verbales, en las que el comportamiento ocular juega un papel importante. Así como los movimientos oculares pueden transmitir actitudes y sentimientos, también expresan la personalidad. Algunas personas miran más otras. Aquellos que por naturaleza son más afectuosos suelen mirar mucho, como los individuos, que según los psicólogos, tienen más necesidad de afecto. Las manos Cuando una persona gesticula, se da cuenta sólo periféricamente de lo que hace. Es más consciente del movimiento de las manos de la otra persona, pero en general, se fija más en el rostro que en ellas. Las manos están maravillosamente articuladas. Se pueden lograr setecientos mil signos diferentes, usando combinaciones de movimientos del brazo, de la muñeca y de los dedos. Es una antigua broma decir que: "Fulano se quedaría mudo si se le ataran las manos". Sin embargo, es cierto que todos estaríamos bastante incómodos si tuviéramos que renunciar a los ademanes con que tan a menudo acompañamos e ilustramos nuestras palabras. La mayoría de las personas son conscientes del movimiento de las manos de los demás, pero en general lo ignoran, dando por sentado que no se trata más que de gestos sin sentido. Sin embargo los ademanes comunican. En otros momentos pueden revelar emociones de manera involuntaria. El espacio El espacio comunica. Cuando se forma un conjunto de personas que conversan en grupo, cada individuo define su posición dentro del grupo por el lugar que ocupa. Al elegir la distancia, indica cuánto está dispuesto a intimar. Por su ubicación, por ejemplo, a la cabeza de un grupo, demuestra cuál es el rol que desea desempeñar. Cuando el grupo cristaliza en una configuración concreta y cesa todo cambio de posiciones, es señal de que han cesado también las negociaciones no verbales. Todos los interesados están de acuerdo, aunque sea temporalmente, en cuanto al orden jerárquico de cada uno y el nivel de intimidad que debe mantenerse, y quizá también en cuanto a otras relaciones. Los animales también reaccionan al espacio, y en forma predecible en cada especie. Muchos por ejemplo, tienen una distancia de fuga y una distancia crítica. Si cualquier ser viviente suficientemente amenazador aparece dentro de la distancia de fuga del animal, éste huirá. Pero si el animal se ve acorralado, y la amenaza entra en el ámbito de la distancia crítica, entonces atacará. Los domadores aparentemente manejan a los leones o los tigres porque conocen al milímetro la distancia crítica del animal. La burbuja de espacio personal de un ser humano representa el mismo margen de seguridad. Que un extraño irrumpa en ella, e inmediatamente surgirá la necesidad de huir o atacar. Pero el grado de proximidad puede transmitir mensajes mucho más sutiles que una amenaza. El contacto de hasta cuarenta y cinco centímetros es la distancia apropiada para reñir, hacer el amor o conversar íntimamente: aquí hasta un comentario sobre el tiempo está cargado de intención… A esta distancia las personas se comunican no sólo por medio de palabras sino por el tacto, el olor, la temperatura del cuerpo; cada uno es consciente del ritmo respiratorio del otro, de las variaciones en el color o textura de la piel. La fase siguiente es la distancia entre cuarenta y cinco hasta setenta y cinco centímetros. La podemos denominar distancia personal. La esposa puede permanecer a gusto dentro de la burbuja de su marido, pero quizá se sienta incómoda si otra mujer lo intenta. Para la mayoría de la gente la distancia persona, en su fase lejana –setenta y cinco centímetros a un metro veinte–, está limitada por la extensión del brazo, es decir el límite del dominio físico. Es la distancia apropiada para discutir asuntos personales. La distancia social próxima es de un metro veinte a dos metros. En una oficina, la gente que trabaja junta normalmente adoptará esta distancia para conversar. El espacio también puede proporcionar un signo de status. El líder de un grupo automáticamente se dirigirá a la cabecera de una mesa rectangular. Algunas veces la gente trata de afirmar su posesión de una porción de territorio público tan sólo por la ubicación que elige. En una biblioteca vacía, alguien que simplemente quiera sentarse solo elegirá una silla en la punta de una mesa rectangular; pero el que quiera desanimar a otros a que se le aproximen se sentará en la silla del medio. La postura La postura no es solamente una clave acerca del carácter, es también una expresión de la actitud. En efecto, muchos estudios psicológicos que se han hecho sobre la postura la analizan según lo que revela acerca de los sentimientos de un individuo con respecto a las personas que lo rodean. Para muchas situaciones sociales hay en nuestra cultura posturas que se consideran adecuadas y otras que no. Uno no se recuesta durante una reunión de negocios, ni pone los pies sobre la mesa mientras cena. Y se puede transmitir deliberadamente un mensaje adoptando una postura inadecuada a la situación. Los sociólogos han investigado también la orientación, es decir, el grado en que dos personas se colocan frente a frente. Entre los primates no humanos, que por supuesto no hablan, ésta es una clave vitalmente importante acerca de las intenciones del animal. Los hombres hacen lo mismo, aunque de manera más sutil. Un individuo puede enfrentarse a otro sólidamente con todo el cuerpo o sólo con la cabeza, o con la parte superior del cuerpo o las piernas. Si se le enfrenta totalmente, o si gira el cuerpo hacia otro lado, y sólo ocasionalmente se conecta con ella volviendo la cabeza, el impacto emocional es completamente distinto. En realidad, uno puede interrumpir una conversación por completo dando la espalda al interlocutor, mientras que girar solamente la cabeza produce el mismo efecto pero de manera menos drástica. Existen aproximadamente mil posturas estáticas que son a la vez anatómicamente posibles y relativamente cómodas; de ellas cada cultura selecciona su propio repertorio limitado. Así lo afirma Gordon Hewes, que ha estudiado la postura a escala mundial. A medida que un individuo toma mayor conciencia de su postura, puede descubrir que durante una velada estuvo compartiendo posturas corporales con un amigo y siguiendo amigablemente el cambio de éstas, o puede darse cuenta que ha estado formando una barrera con sus brazos y piernas. Esta toma de consciencia del propio yo puede ser un primer paso tentativo hacia un mayor conocimiento de uno mismo. |
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