En un proceso de formación on-line, además de la función de facilitación del aprendizaje con respecto a unos objetivos y unos contenidos específicos, se debe contemplar la figura del tutor como parte esencial de la acción formativa.
En términos generales, el tutor es aquella persona que acompaña al estudiante desde su acceso a una acción formativa propuesta por una institución y le hace de guía durante toda su trayectoria de estudio, aconsejándole en cada decisión que toma, informándole de todo aquello que tiene que ver con su vida en la institución pero también con la posterior o, en algunos casos, paralela repercusión en la vida personal y/o profesional.
El tutor es, en definitiva, un referente claro y cercano para el estudiante, un interlocutor que conoce con detalle los estudios que cursa el estudiante, las aplicaciones profesionales de los mismos y el funcionamiento de la institución.

El tutor se erige como la figura que ayuda al estudiante en su adecuada integración en la institución y a sacar el máximo provecho de su paso por la misma.
Genéricamente, se ha concebido la acción tutorial como un medio para hacer posible que cada estudiante tenga a alguien que le guíe en el progreso en los estudios y que dé respuesta a todos los interrogantes que se le puedan plantear sobre la aplicabilidad en su contexto personal de los aprendizajes adquiridos, sobre la necesidad de orientar estudios posteriores en una línea u otra, etc. Por tanto, un tutor es el consejero-orientador que complementa la tarea del formador, que tiene delimitadas sus funciones al alcance de los objetivos propuestos por la acción formativa.
La acción docente y la acción tutorial pueden ser pensadas como funciones distintas que deben desempeñar figuras distintas, o como dos caras de una misma moneda. Esta consideración dependerá de la estructura organizativa de la institución en la que ejerzamos como formadores.
No obstante, debemos tener clara la necesidad del estudiante de sentirse acompañado y de necesitar a un interlocutor que le ayude a comprender y a situarse constantemente en su proceso de aprendizaje. En el caso de que la institución no proporcione una figura que atienda al estudiante en este sentido, el formador deberá asumir automáticamente las funciones de tutorización de los estudiantes, ya que, de lo contrario, aspectos ajenos a la dinámica específica del curso, como pueden ser las relaciones de los estudiantes con la institución, afectarán de forma determinante al éxito o fracaso del mismo.
La relación con los estudiantes en el marco de una acción formativa a menudo genera la reacción del docente con respecto a aspectos que recaen fuera de su responsabilidad o por los que no le pagan. La mayoría son los que corresponderían a la acción tutorial; el hecho de que no exista una figura para atenderlos no implica que no aparezcan como necesidades de los estudiantes ante las cuales esperan respuestas.
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La acción tutorial es siempre una necesidad, aunque una institución no haya previsto cómo atenderla.
Cuando no existe una figura explícita de tutor, la función del formador se valora en función de su capacidad de dar respuesta a la demanda de acción tutorial por parte de los estudiantes.
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