Multiplicidad de aproximaciones

Libro de AkerUno de los aspectos definidores del discurso mítico o religioso es lo que, siguiendo a H. Frankfort, llamamos multiplicidad de aproximaciones. El discurso lógico occidental es un discurso clasificatorio, porque requiere la compartimentación de la realidad para su comprensión, porque necesita individuar "datos" y "organizarlos", "agruparlos" según algún criterio; es causativo y fenomenológico, porque se basa en la noción de que cada fenómeno tiene su causa particular en el mundo sensible; y es lineal o sintagmático, porque procede en el tiempo de acuerdo con el principio de la coherencia lógica: lo que sigue en el discurso no puede contradecir lógicamente o negar lo que antecede o, lo que es lo mismo, lo que antecede es lógicamente vinculante para lo que sigue; en caso contrario, se llega a la paradoja. El discurso mítico o religioso es un discurso paradigmático, donde en cada momento se entrecruzan los planos de lo expresado y de lo evocado, donde cada realidad expresada vale por lo que es pero remite a la vez a todo el paradigma de nociones en el que se integra, donde el discurso no es, pues, lineal, sino multiplánico. Como explican H. y H.A. Frankfort: "La diferencia fundamental entre la actitud del hombre moderno y la actitud del hombre antiguo en relación con el mundo que los rodea es la siguiente: para el hombre moderno, científico, el mundo fenoménico es en primer lugar un quid; para el hombre antiguo (...) es un «Tú»; y como añade H. Frankfort: "los primitivos, lejos de compartir nuestra pasión por la definición y distinción precisas, valoran cada una de las relaciones que pueden establecerse entre fenómenos que parecen dispares, como un modo de fortalecer el tejido del entendimiento por medio del cual intentan comprender el mundo". La oposición lingüística entre relaciones sintagmáticas y relaciones paradigmáticas ilustra bien la diferencia: las primeras son sintácticas, son las que se dan entre los elementos realmente expresados en el discurso, es decir, se refieren a la realización concreta del lenguaje; las segundas son morfológicas o semánticas, son las que cada elemento del discurso mantiene virtualmente con todos los demás elementos de su misma categoría, es decir, responden al sistema abstracto de la lengua.

AmuletosIlustraremos las dos definiciones, pretendidamente extremas, a partir de un ejemplo concreto, tomado precisamente de la literatura religiosa egipcia. En los Textos de las Pirámides del Reino Antiguo se invoca al dios halcón Horus en estos términos: "Tú eres Horus, hijo de Osiris, el dios más antiguo, hijo de Hathor". Ahora bien, Osiris, dios en que se encarna todo faraón muerto, y Hathor, diosa vaca del cielo, no protagonizan jamás una hierogamia, son dos divinidades completamente independientes. Osiris tiene como pareja a Isis, y Hathor, en su aspecto de divinidad uránica, no tiene pareja. Desde la perspectiva del discurso lógico occidental, esta frase constituye, pues, una paradoja, porque Horus no puede ser a la vez hijo de Osiris e hijo de Hathor. Pero la frase egipcia está ahí: participa de otra lógica. Con ella se intenta, mediante una multiplicidad de aproximaciones, caracterizar de forma completa a Horus. Horus es una divinidad uránica, es el gran halcón que conforma la bóveda celeste, y es, a la vez, el dios consustancial con el faraón. La primera de estas dos condiciones se expresa mediante la filiación respecto de Hathor cuyo nombre significa ‘la Casa de Horus’ (es decir, del dios halcón); la segunda se expresa mediante la filiación respecto de Osiris, el rey-padre-muerto, con lo que se enfatiza la condición del rey vivo como heredero legítimo del trono. Las dos secuencias pueden aparecer unidas porque no remiten la una al contenido de la otra, sino que ambas remiten a la realidad ‘Horus’, acercándose a ella por una vía distinta; ambas suponen una aproximación independiente. Una realidad se define, así, por un cúmulo de aproximaciones desde diversos enfoques, cada una de las cuales ilustra uno de sus múltiples aspectos. "La naturaleza de un dios se hace accesible a través de una «multiplicidad de aproximaciones»; el conjunto sólo es comprensible si se las toma todas en consideración", dice Hornung, y Frankfort añade: "...este tipo de incoherencia [se entiende, desde una perspectiva lógica] es característico del pensamiento mitopoético y no se debe a confusión. Al contrario, permite al hombre primitivo hacer justicia a la complejidad de la realidad, aceptando la yuxtaposición de imágenes que a nosotros nos parece que se excluyen mutuamente, pero que en cambio para él explicaban aspectos distintos de los diversos fenómenos y eran todas válidas, cada una en su contexto", y: "[El lenguaje del egipcio] dependía de imágenes concretas y por lo tanto expresaba lo irracional no por medio de modificaciones cualitativas de una idea central, sino admitiendo la validez de varias vías de acercamiento a la vez".

Amuletos - Papiro de AniPoco importa que los dos aspectos de Horus puedan tener orígenes históricos distintos: lo cierto es que fueron sentidos como compatibles, más aún, fueron sentidos como interrelacionados y vinculados, y que aparecen yuxtapuestos en expresiones como la que nos ocupa.

Todo depende, pues, del punto de mira. La realidad es poliocular: "La [primera] identificación –Horus, hijo de Osiris– es adecuada cuando se considera al rey en relación con su padre, como heredero en la línea legítima, como el poseedor de una realeza que implicaba (...) a dos generaciones. Pero cuando la vía de acercamiento no es el puesto del rey en la sucesión, o su relación con los espíritus ancestrales, o la continuidad de la realeza, cuando, por el contrario, se considera al rey en la plenitud de su poder, entonces es Horus, el Gran Dios". Cada figura divina, cada noción religiosa, es múltiple, puede revestir aspectos o sentidos distintos, incluso contradictorios en nuestros términos, pero sólo uno de éstos es de vez en vez evocado, aunque el paso de una evocación a otra pueda darse entre un sintagma y otro de una misma frase, como en el caso que nos ocupa. Horus es, a la vez, el halcón celeste, el sol, el rey en el trono, el niño que Isis amamanta, el luchador enfrentado a Set en combate cósmico: en cada contexto asume uno u otro de estos rasgos, interrelacionados no tanto por un vínculo lógico intrínseco sino más bien porque todos confluyen en Horus; pero evocar a Horus, en sí, requerirá más de una aproximación. En el ámbito de la cosmogonía sucede lo mismo. La creación en Egipto puede ser obra de Re-Atum, de Ptah, de Cnum...; cada dios creador actúa según un concepto cosmogónico distinto (creación fisiológica, a través del Verbo, artesanal...): son los distintos modos, perfectamente yuxtaponibles, en que puede concebirse el proceso cosmogónico, a cuya complejidad de conjunto sólo es posible acceder por esta multitud de aproximaciones; en cada caso se aludirá a uno u otro dependiendo de qué aspecto de la cosmogonía se tome en consideración.
(Cervelló Autuori, J., Egipto y África. Origen de la civilización y la monarquía faraónicas en su contexto africano (Aula Orientalis-Supplementa, 13), Sabadell (Ausa), 1996. pp. 18-19)