El mito heliopolitano de la creación contaba, en efecto, que en el principio de los tiempos existió tan sólo el Nun, una enorme extensión inerte y oscura de agua, sobre la cual, en un momento dado, milagrosamente, apareció flotando una Colina en forma de pirámide. Sobre ella, también milagrosamente, se posó un pájaro, el ave Benu, que, transformado en luz y calor, se convirtió en el Sol y ascendió al cielo para dar comienzo a la vida. Creó a la primera pareja divina: Shu, el aire, y Tfenis, la humedad, quienes, a su vez, generaron la segunda: Gueb, la tierra, y Nut, el cielo. Éstos últimos generaron a los cuatro dioses de la doctrina de la realeza, que de este modo se entroncaba con el ciclo cósmico-solar: Osiris, Isis, Set y Neftis. El conjunto de esta genealogía cuyo ancestro es el Sol (Atum o Re) se conoce con el nombre de Enéada helipolitana (=los "nueve dioses" de Heliópolis).

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