Calcular el precio de nuestro trabajo

Para calcular bien el precio de nuestro trabajo deberemos tener el capítulo de gastos bien desglosado, saber el número de horas que trabajamos, y a qué las dedicamos.

No se trata tanto de llevar el control de horas de entrada y de salida típico de las empresas industriales convencionales, como de controlar el tiempo que dedicamos a cada tarea, ya que esto nos permite deducir promedios, constatar evoluciones (o involuciones) y realizar previsiones.


Contenido complementario
  • Horas productivas. Son aquellas que dedicamos propiamente a la actividad que nos genera ingresos.

Contenido complementario
  • Horas improductivas. Son todas aquellas horas que se dedican a tareas necesarias para el desempeño de la actividad, pero que no están directamente cubiertas por unos ingresos.

Contenido complementario
  • Horas inactivas.

Si tenemos las previsiones anuales, la lista de gastos detallada y la relación de horas productivas e improductivas también detallada y sumada, podemos obtener distintos valores:

Cualquier actividad que realicemos por debajo del precio de coste nos generará pérdidas. Por más que obtengamos ingresos a cambio de un trabajo, si el dinero que recibimos a cambio de ese trabajo es inferior al precio mínimo de coste, la realización de dicha actividad nos está costando dinero. Sólo nos interesará llevarla a cabo si necesitamos invertir en nuestro propio futuro incrementando nuestra cartera de clientes, iniciando nuevas líneas de producto, integrando una campaña de marketing, etc.

Trabajar por debajo del precio mínimo de coste será considerado siempre como algo excepcional, y si podemos evitarlo mejor.

Un factor más que se debe tener en cuenta es que, aceptando presupuestos que están por debajo de nuestros costes o en una línea de ajustada flotación, estamos contribuyendo a que el sector en sí continúe sufriendo una salud endémica. No estamos hablando de productos de primera necesidad, ya que, si un cliente no quiere gastar más de 300.000 pesetas en una web que, de hecho, costaría casi el doble, es más su problema que el vuestro. Sin embargo, mientras este cliente encuentre empresas que acepten estas condiciones por desesperación, el sector entero se verá arrastrando los pies en terreno pantanoso.

Este precio de coste, superior al anterior, nos permite obtener un margen de beneficio, pero que se debe reinvertir en el ejercicio siguiente. Ya sea en nuevos equipamientos, campañas de marketing, ampliación de plantilla, etc.

Aplicar este precio nos permite seguir con el proceso de consolidación y crecimiento de la empresa, pero con esta tarifa no obtendremos beneficios reales.

El precio de actividad no es otra cosa que lo que vale nuestro trabajo en una empresa que funciona correctamente. Una empresa que realiza su actividad reinvierte una parte de sus beneficios y reparte la otra. Pero debemos tener en cuenta un detalle: la ecuación resulta si conseguimos dedicar a tareas productivas todas las horas de trabajo que tenemos disponibles. Esta es una bonita perspectiva, pero no siempre es posible.

Ahora hemos reducido el número de horas productivas reales. Esto nos permite desarrollar la actividad correctamente y obtener beneficios, aunque no ocupemos el total de horas productivas disponibles. Este porcentaje (que aquí valoramos en un 80% pero que puede tener otros valores) nos cubre de posibles lagunas de trabajo, de posibles complicaciones de proyectos que nos obligan a dedicarles más tiempo, de tareas nuevas que requieren ser dominadas, etc.

Aplicando el primer precio a nuestros proyectos podremos desarrollar nuestra actividad en buenas condiciones, pero no siempre es posible: el mercado, la competencia, nuestros clientes, etc., pueden no estar dispuestos a asumir esta suma, por lo que deberemos empezar a ceder.

Con estos cálculos podremos ver hasta qué punto estamos generando beneficios, a partir de dónde empieza nuestra franja de precio de coste y hasta dónde podemos rebajar nuestro precio.

Otra variable que nos permite jugar con los precios es la conversión de horas improductivas en productivas. ¿Cómo? Pues por ejemplo, integrando mejor la formación y puesta al día en los proyectos que estemos llevando a cabo, ensayando nuevos programas y nuevas tecnologías con proyectos reales, dedicando menos tiempo a la deliberación y toma de decisiones, o trabajando más horas, (cobrando el mismo sueldo, claro...).

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