Producción audiovisual – Conceptos básicos – Imagen de vídeo
 
 

 Imagen secuencial

Hasta para un cinéfilo empedernido no deja de resultar sorprendente descubrir que debemos a un defecto de nuestra vista la capacidad para ver cine, televisión y, en general, percibir movimiento a partir de una sucesión rápida de imágenes fijas. Es lo que se conoce como persistencia retiniana.

Cuando nosotros creemos ver a Cary Grant siendo perseguido por una avioneta, estamos viendo en realidad 24 fotografías fijas –lo que llamamos fotogramas– proyectadas a toda velocidad ante nuestros ojos, dándonos ilusión de movimiento. Es lo que conocemos como imagen secuencial.


La imagen secuencial logra la representación del movimiento mediante la reproducción sucesiva de imágenes fijas.

Lejos de consistir en una mera evolución de la fotografía, esta nueva imagen lleva aparejado un nuevo lenguaje, porque no se trata ya, como en la fotografía tradicional, de analizar el encuadre, la composición y los valores técnicos de la imagen; en la imagen secuencial nos encontramos todos estos mismos elementos con las posibilidades añadidas que ofrece una nueva dimensión: el tiempo.

Así, donde antes tratábamos de capturar el instante, ahora podemos percibir la transición; donde antes fijábamos la realidad, ahora hacemos que se mueva.

 El vídeo

¿Y el vídeo? El vídeo consistió básicamente en la adaptación del concepto del cine a un nuevo soporte electromagnético, reutilizable y más barato. Con un número de fotogramas por segundo levemente superior (25 en Europa, 30 en América y Asia), el vídeo puso este nuevo lenguaje a disposición de cualquier videoaficionado.

Sin embargo, conviene no olvidar que, al igual que el cine, no se trata de imagen en movimiento –hasta ahora el único dispositivo capaz de generar tal cosa es nuestro ojo y su nervio óptico– sino de imagen secuencial, con todas las posibilidades añadidas que ésta ofrece.

 Eppur si muove

En el audiovisual, el encuadre ya no es constante, sino que podemos mover los objetos en el interior del mismo; podemos mover la cámara en relación con los objetos encuadrados, e incluso podemos alterar los parámetros técnicos a lo largo de la duración del plano. Esto nos ofrece posibilidades expresivas y narrativas prácticamente infinitas.

El videoaficionado, enfrentado a la difícil tarea de encuadrar a los dieciséis miembros de su familia el día de una boda ya no tiene una, sino muchísimas más opciones… ¿Cuáles son?

Actividad


    Pensad en seis imágenes fijas que sirvan a nuestro propósito: potenciar el uso de ordenadores y nuevas tecnologías entre profesores de primaria.

    ¿Cuántos personajes aparecen en escena? ¿Sobre qué fondo? ¿Qué hacen? ¿Qué composición tienen las imágenes? ¿Por qué esa y no otra? ¿De qué color van vestidos los personajes?

    Pensad ahora en sus versiones secuenciales.

    ¿Se mueve la cámara? ¿Se mueve el actor? ¿Cambia la composición? ¿Por qué?


 La luz

Es indudable que, sin el ingenio de Edison, los hermanos Lumière y todos aquellos que han ido perfeccionando el invento, ninguno de nosotros estaría planteándose hoy no ya incorporar productos audiovisuales en el entorno multimedia, sino simplemente encender la televisión o grabar un vídeo familiar. Y aquí surge la inevitable y compleja pregunta técnica:

¿Cómo se convierten los actores en una imagen secuencial bidimensional? ¿Cómo se almacena en una cinta de vídeo? ¿Cómo se reproduce el color? ¿Y la forma?

Cualquier cuerpo o sustancia física refleja determinadas longitudes de onda de la radiación electromagnética (a la que pertenece la luz ambiente) y absorbe otras. Las radiaciones que refleja es lo que corresponde al «color» de los objetos o, en magnitudes físicas, su tono. El libro de texto rojo, pues, no «es» rojo, sino que se limita a absorber todas aquellas longitudes de onda que no corresponden al rojo, rebotando todas las que son próximas a éste.

 La señal de vídeo

Lo que una cámara de vídeo hace es captar estas radiaciones y, a través de un circuito de silicio (lo que llamamos CCD) las convierte en una serie de valores de voltaje que equivalen a determinados valores de brillo, que a su vez son almacenados en forma de variaciones de carga magnética en una cinta. Así, el brillo en la escopeta de la imagen anterior quedaría reflejado magnéticamente en la cinta como un valor más próximo a 1 voltio (equivalente al blanco absoluto) mientras sus ojos negro-azabache resultarían mucho más próximos a 0.3 voltios (el valor asignado al negro absoluto).


Cada punto de color de una imagen es codificado como un valor de voltaje y almacenado en un determinado orden, el mismo en que será reproducido posteriormente.

Estos voltajes van siempre ordenados de igual manera en lo que se conoce como líneas de televisión, de tal manera que son siempre leídos y almacenados en el mismo orden: de arriba abajo y de derecha a izquierda. Las diferencias de brillo y color entre un punto y el siguiente son las que dibujan la «forma» de los objetos en la pantalla del televisor.

Además, y cada cincuentavo de segundo, la cámara intercala una señal que hace que tanto los magnetoscopios como los monitores de televisión «sepan» que ahí comienza otro campo nuevo: es lo que se conoce como señal de borrado vertical. De esa forma, el tubo de imagen del televisor sabe que en ese instante tiene que retroceder hasta la parte superior del televisor para iniciar de nuevo el proceso y evitar que veamos cómo se construye el fotograma ante nuestros ojos.

 
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