Existen estilos básicos de mando que se pueden considerar más o menos aceptables o inaceptables. Un líder puede imponerse, puede y debe fomentar la participación de su equipo y, sobre todo, debe delegar. No obstante, existe una barrera, en ocasiones poco definida, en la que se utiliza el despotismo, la manipulación, o el "realízalo como puedas" sin dotar de medios a los colaboradores. Establezcamos primero esta distinción entre lo aceptable y lo que podríamos considerar como prácticas de mando no aceptables.

Es evidente que si se está quemando la fábrica, no podemos convocar una reunión para contrastar opiniones. Conviene asumir el mando, liderar la situación y ordenar realizar tareas concretas. Pasada la situación, ésta podrá ser valorada por todos los miembros del grupo. Esta situación es un caso de situación extrema.
A la hora de llevar a cabo un proyecto, es necesaria la entera implicación de los participantes en cada una de sus funciones, por ello, la participación de los miembros del grupo en la decisión es fundamental para que la acepten como propia.
Una de las labores del líder es formar a su equipo, y la mejor forma de hacerlo es dando oportunidades, herramientas, tareas. Delegar es una buena forma de ver crecer a las personas y de evaluar su potencialidad.
De esta manera, el líder debe ejercer uno u otro estilo de mando: ordenando, dando participación o delegando según el momento o situación.

Estilos de dirección
Una de las preguntas que se realiza el alumno al iniciarse en estos temas es si él podría ser líder, o si ya lo es, si es un buen líder, si dispone de las condiciones para dirigir, liderar, delegar, etc. La respuesta puede estar en esta clasificación de estilos de dirección y liderazgo que dibuja este boceto.
Según las definiciones de cada estilo, escritas a continuación, el alumno se verá reflejado en un tipo u otro, siendo conscientes de que la variedad de la personalidad humana es tan rica que en ningún caso un individuo se ajustará con exactitud a un solo estilo.