Gestionar la información en las organizaciones no es un trabajo fácil. El hecho de disponer de ordenadores no es obviamente suficiente, ya que un sistema de información está constituido por, al menos, cuatro componentes complementarios: las máquinas (hardware y software), los procesos, las personas y los documentos.
Las máquinas pueden permitir una agilización de la gestión de los documentos, pero la eficiencia del sistema en conjunto depende en último término del hecho de que las personas utilicen de manera adecuada estos documentos en procesos correctamente diseñados de acuerdo con los objetivos perseguidos.
Entre las razones que dificultan la gestión de la información en las organizaciones podemos citar las siguientes.
1. La información es un proceso.
La información no se puede transferir de una persona a otra, aunque, de una manera bastante natural, tendemos a aceptar el llamado modelo de la cesta vacía cuando pensamos en la provisión de información: cuando alguien solicita una información, su mente es como una cesta vacía en el que podemos introducir un pedazo de información, de manera que por el simple hecho de hacerlo la persona se vuelve informada.
Frente a este modelo encontramos otros más constructivistas, según los cuales la información es más bien un proceso en el que intervienen factores complejos, como por ejemplo la "química" entre el informador (quien informa) y el informando (quien está informado), o el prestigio del primero y la preparación del segundo (su criterio para entender la información, sus expectativas, su espíritu crítico, etc.), entre otros.
|
 |
|
La información no es un producto, sino un proceso que construyen conjuntamente el informador y el informando.
|
|
 |
Sólo se puede hablar de información cuando alguien es informado, de manera que se produce información cuando se ha producido comunicación. Por este motivo, para contribuir a mejorar los flujos de información en las organizaciones debemos entender mejor los comportamientos informacionales de las personas: sus modelos mentales (cómo entienden los conceptos, cómo los representan, cómo modifican sus visiones y conceptos, de acuerdo con sus creencias, prejuicios, etc.) y sus procesos cognitivos (cómo aprenden, cómo desaprenden, etc.), entre otros.
2. La información es fuente de poder.
Como dijo Francis Bacon, Knowledge is power. No podemos ser tan ingenuos como para creer que la utilización de la información en las organizaciones sólo sigue criterios profesionales. El hecho de disponer de una información en exclusiva confiere poder, de manera que las organizaciones tienden a desarrollar espontáneamente la opacidad informacional más que la transparencia, y a estimular la retención individual de información más que su compartición.
|
 |
|
La transparencia y la compartición de información no aparecen de manera natural; la organización tiene que diseñar y aplicar una política para conseguirlas.
|
|
 |
Hay que recordar que la información está normalmente acumulada en las mentes de las personas, que se constituyen en contenedores humanos de conocimientos (hasta el punto, por ejemplo, de que la mejor manera de trasladar conocimientos de un lugar a otro es moviendo a las personas que los tienen), y que las organizaciones no poseen a sus miembros.
Sólo una política de estímulo de la transparencia y la compartición puede conseguir una transparencia y una compartición reales. Y quizá este estímulo pasa por formas innovadoras de compensación para la contribución informacional: se recibe más (forma de reconocimiento, de prestigio o, por qué no, forma también de salario complementario) si se aporta más información y conocimientos.
3. La información se transmite mejor si está formalizada, pero la gente prefiere las formas informales de transmisión.
Las organizaciones tienden a preferir la información formalizada, aquella que está estructurada y que ha sido explicitada en algún tipo de soporte y que, por lo tanto, resulta almacenable (convertible, pues, en activos de la organización) y, de alguna manera, refuerza la estructura jerárquica de la organización, frente a la información informal, aquella que se transfieren las personas por contacto directo, y que no ha sido explicitada en ningún tipo de documento.