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Desinformación y manipulación informativa
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La fascinación por la creatividad en el campo de la imagen, facilitada por las capacidades expresivas de las herramientas gráficas, induce a menudo a la desinformación o a la manipulación de la información.
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Considerad, por ejemplo, la imagen de la figura adjunta.
¿Las dos audiencias están comparadas adecuadamente? ¿Es cierta la información que nos aporta?
El factor de mentira
El ejemplo nos sirve para presentar el llamado factor de mentira en una imagen. El factor de mentira es el cociente entre el cambio en el tamaño de un objeto mostrado en el gráfico para representar un cierto dato y el cambio numérico del dato en cuestión.
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En el ejemplo, el factor de mentira es XXXXX, porque mientras que el dato cambia de XX a XXX, es decir, un XXX%, el objeto que lo representa (el jugador de futbolín), cambia de una superficie de XXX a una superficie de XXX, es decir, presenta un cambio del XXX%.
La razón es que se ha incrementado toda la superficie del jugador, cuando sólo tendría que haberse mostrado el crecimiento de su altura. No se puede utilizar un crecimiento en dos dimensiones para ilustrar un crecimiento en una sola dimensión. La consecuencia es un factor de mentira muy superior a 1 (que es el valor que se consigue cuando el gráfico no miente; cuanto más elevado es el factor de mentira, más falsa es la información que transmite el gráfico).
Este tipo de argucia visual se utiliza mucho en la prensa actual, y quizá la causa de esta frecuencia es su atractivo visual.
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Conviene recordar que aunque sea visualmente atractiva, una imagen puede ser informacionalmente incorrecta.
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Manipulación informativa
Aunque el ejemplo anterior es un buen ejemplo de desinformación, tanto el contenido como la forma lo convierten en un ejemplo un poco inocente. La realidad es que encontramos demasiado a menudo ejemplos más preocupantes de usos indebidos de los medios para informar con falsedades o, al menos, con información de veracidad dudosa.
En la era de la información, la manipulación informativa es más fácil que nunca. Disimular una información no errónea, sino falsa, en medio de información más o menos veraz puede ser ya una tentación para poderes políticos y económicos sin escrúpulos.
Contra eso, la medida más eficaz es quizá la formación de la población, el estímulo de la razón crítica del ciudadano, construida en torno a una cultura de la información que le permita discernir cuándo una información es fiable, cuándo es veraz, cuando lo que se presentan son hechos y cuándo son sólo una opinión. No es que un ciudadano formado sea informacionalmente infalible, pero al menos es más difícil de engañar.
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Contra la manipulación informativa, cultura de la información.
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La manipulación informativa está al orden del día. Los causantes pueden ser poderes fácticos que quieran engañar a una parte de la población. Sin embargo, también pueden ser profesionales de la información que busquen notoriedad. De este último tipo ha habido casos muy sonados, como por ejemplo el de las imágenes publicadas en 1992 sobre la guerra de Bosnia, sobre lo que parecía gente encerrada tras una valla en un campo de concentración y que era en realidad gente que estaba al otro lado de la valla, es decir, fuera de la misma, donde casualmente estaba el fotógrafo. Según algunos, esta fotografía hizo más por encender el interés de Occidente por una intervención en Bosnia que muchos meses de barbaridades de un bando y otra.
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Y aquí hay otro ejemplo interesante.
Para evitar este tipo de manipulaciones, algunos diarios disponen de instrumentos para dar voz al lector que se ha sentido engañado y pide una explicación. Algunas cadenas de TV siguen un código estricto y no dudan en expulsar a una de sus figuras si ha construido un reportaje falso (éste es un caso reciente de la CNN).
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Internet es un medio ideal para difundir información falsa. Primero, por la falta de control: todo puede publicarse. Y, en segundo lugar, por su falta de calidad: nadie garantiza que lo que se lea sea verdadero o falso. Por este motivo, la Red ha sido utilizada a menudo para difundir o expandir todo tipo de conspiraciones, por no decir difamaciones. Contra eso no hay más remedio que desarrollar una cierta sensibilidad crítica, que nos permita poner en cuarentena todo lo que leemos, sea cual sea la fuente.
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Un profesional de la información, en cualquiera de sus facetas, que sea consciente de su responsabilidad, tiene que seguir unos principios éticos muy rigurosos.
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Por ejemplo, tiene que indicar cuándo añade opinión a los hechos, cuando suprime algunos datos para simplificar el mensaje, cuál es la calidad de las fuentes utilizadas, y cuando no está seguro sobre la fiabilidad de algunas de éstas. Sacrificar la veracidad de la información para conseguir más atractivo es, claramente, lo último que hay que hacer.
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Una imagen puede ser visualmente atractiva pero informacionalmente incorrecta. A menudo, la razón se encuentra en un elevado factor de mentira.
La manipulación informativa no ha sido nunca tan fácil. El profesional de la información tiene que resguardarse de ello mediante un código ético estricto.
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