Bradshaw propuso cuatro categorías de necesidad, según una taxonomía de necesidades sociales, diferenciando entre necesidad normativa, percibida, expresada y comparativa. Esta taxonomía puede ser también aplicada a los servicios sanitarios (Bradshaw, 1972).
La necesidad normativa se ajusta bien al concepto expresado antes de diferencia entre estados de salud deseables y actuales o reales. Se trata de necesidades definidas externamente, desde fuera del entorno del individuo o colectivo, por los expertos en salud, generalmente profesionales sanitarios, médicos, que, por medio de estándares y tipologías de medidas de estos estándares, clasifican a la población y sus individuos como una necesidad si están por debajo de los niveles deseables. En buena lógica estos estándares no son únicos sino que pueden variar con frecuencia, según el experto, y están además influidos por los avances del conocimiento, las nuevas tecnologías, los valores e incluso las modas.
La necesidad percibida o sentida es la apreciada y definida subjetivamente por el individuo o el colectivo. Un instrumento útil para su medición son las encuestas de salud poblacionales. Esta aproximación subjetiva puede presentar problemas de sobreestimación y subestimación, y está muy influenciada por la información recibida por los individuos, que no siempre es la más adecuada y, sin duda, no está exenta de sesgos de selección e interpretación.
La necesidad expresada es la necesidad sentida o percibida por el sujeto o grupo que éste transforma en acción acudiendo o expresando su voluntad de recibir servicios sanitarios. Se trata de una medida de las necesidades de la población muy común en servicios sanitarios y que se suele estimar por medio de los dos componentes de la demanda más tradicionales, la utilización real de los servicios y las listas de espera, entendiendo esta última como un ejemplo de necesidad expresada y no satisfecha en las condiciones temporales deseadas. La necesidad expresada es quizá la más y mejor entendida, ya que se corresponde con la de demanda de servicios.
La última de las categorías apuntadas por Bradshaw es la necesidad comparativa. Esta categoría nos dice que en un contexto A determinado están en necesidad aquellos individuos que no reciben unos servicios que sí serían provistos en un contexto B similar. Se trata pues de una necesidad definida por la comparación entre contextos y circunstancias, y por el hecho de que los servicios que se reciben en el contexto A sean necesarios en sí mismos y no constituyan demanda innecesaria. No obstante, deben hacerse dos matizaciones, por un lado, los contextos A y B no siempre son comparables en todo y, por otro lado, los individuos que reciben los servicios en A pueden estar en situación de necesidad a pesar de recibir esos servicios. Se debería tener presente estas dos limitaciones en el momento de hacer uso de este tipo de comparaciones: la comparabilidad de contextos, y la idoneidad de los servicios prestados respecto a la evidencia científica que justifica la indicación y utilización apropiada de los servicios.