Propiedad intelectual, nuevas tecnologías y edición – «Editor digital» y «editor tradicional»
 
 

¿Cuáles son, pues, las diferencias entre el editor digital (soporte electrónico) y el tradicional (soporte papel)?

 El rol del editor digital


Podemos definir al editor digital como a aquella persona que trata una obra ajena (tanto si esta obra ha sido ya digitalizada como si esta labor la realiza el editor mismo), la edita y la publica en un medio digital, ya se trate de una enciclopedia multimedia o de una página web, por citar algunos casos.

En este módulo emplearemos la expresión soporte digital para referirnos a cualesquiera soportes que permiten una reproducción y almacenamiento de una obra digitalizada.

Fundamentalmente, los contenidos con los que trabajará el editor serán ajenos, por lo que éste no podrá tratarlos ni explotarlos a su antojo: necesitará las autorizaciones pertinentes del autor o autores y del titular o titulares de derechos.

Precisamente, nuestra vigente Ley de Propiedad Intelectual –Texto Refundido, Real Decreto Legislativo 1/1996, de 12 de abril, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley de Propiedad Intelectual, regularizando, aclarando y armonizando las disposiciones legales vigentes sobre la materia (BOE núm. 97, de 22 de abril)– regula quién es el titular de un derecho de autor y de qué derechos goza; qué actos de explotación puede realizar y cuáles no; qué trámites hay que seguir para utilizar, modificar y explotar un contenido ajeno, etc.

 Diferencias entre edición tradicional y edición digital

Entendemos, básicamente, que las diferencias se centran no tanto en el tratamiento de los contenidos, como en el uso de los soportes y de los medios de explotación utilizados, esto es, el entorno de explotación de las obras o contenidos. Así, en la edición digital podemos hablar del entorno Internet y de soportes digitales como el DVD y el CD.

Una consecuencia importante de estos nuevos soportes –porque técnicamente así lo permiten– y una de las diferencias con los soportes tradicionales es el tratamiento que de los contenidos puede hacer el editor digital frente al editor tradicional: el primero puede incluir en un mismo soporte contenidos tales como texto, música, vídeo, etc., y hacer que todos estos contenidos interactúen entre ellos. Por el contrario, en la edición tradicional, si bien diferentes contenidos pueden aparecer conjuntamente en un mismo soporte (cuento ilustrado) y pueden ir acompañados de otro soporte que complemente al primero (un casete de villancicos) no podrá haber interactividad y en raras ocasiones los distintos formatos estarán integrados en un mismo discurso.

Ejemplo


    No es lo mismo leer la definición de volcán, que acompañarla de la foto del volcán Fujiyama en Japón o que escuchar la definición gracias a una voz pregrabada mientras un vídeo nos muestra el proceso de erupción, al tiempo que una serie de pantallas adicionales nos ofrecen todo tipo de datos: desde la composición de cada uno de los elementos hasta definiciones complementarias y opiniones de expertos.


En la edición digital, la confluencia de múltiples tipos de contenidos y la interactividad entre ellos permite realizar una obra rica en contenido y en formas de acceder a él. Además, el editor puede fácilmente adaptar el contenido a los perfiles y a las necesidades de los usuarios.

Texto complementario


    Evidentemente, todo acabará dependiendo del tipo de producto final que se desee, de la complejidad que se le haya querido dar, del público al que está destinado y del presupuesto del que se disponga, entre otros elementos.



En consecuencia, en el entorno digital intervienen factores que hacen que el tratamiento de las obras y de sus contenidos sea más complejo: la cantidad de contenidos se incrementa y, por ende, el número de licencias a obtener.

La cantidad de contenidos se incrementa y, además, se añaden otro tipo de consideraciones distintas de las de la edición tradicional; por ejemplo, deberemos tener en cuenta a los creadores de las aplicaciones informáticas –las que permitirán, entre otras cosas, la publicación y la interactividad entre los contenidos–, pues también éstas están sujetas a licencias.

Las licencias de los contenidos pueden aumentar los costes de producción de la obra, no sólo por la cantidad de trabajo que supone gestionarlas, sino porque, en función del ámbito geográfico de explotación, suponen uno u otro coste. Así, no tiene el mismo precio una imagen que se destina a una Intranet que una imagen que se utiliza en una web de acceso mundial.

 
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