La dinámica de la población de un lugar está determinada por factores sociales, económicos y políticos que pueden cambiar
a lo largo del tiempo y, por lo tanto, afectan a su evolución. Zonas muy pobladas en un tiempo han pasado a estar despobladas
en la actualidad o al revés. Por lo tanto, la evolución de una población es dinámica y hay que aproximarse a su estudio desde
esta perspectiva.
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La demografía histórica nos habla del modelo de transición demográfica que consiste en el proceso mediante el cual una población pasa de una situación de elevados índices de mortalidad y natalidad
a otra caracterizada por tasas más bajas que inciden en el crecimiento natural.
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Gráfico de la transición demográfica
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Fuente: Wikimedia Commons |
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Este modelo se puede clasificar en diferentes fases, a las que corresponde un régimen demográfico concreto. Para explicar
el modelo demográfico de España, lo hacemos a partir de lo que pasa en Europa, aunque hay aspectos diferentes.
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a) Régimen demográfico antiguo o fase demográfica tradicional
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Corresponde al comportamiento demográfico de la población durante la época preindustrial o de sociedades agrícolas, es decir,
desde el Neolítico hasta el siglo xviii en el caso de los países que iniciaron la industrialización y hasta el siglo xii en países como España, con procesos de crecimiento industrial más tardíos.
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Está caracterizada por altos índices de mortalidad y natalidad. El crecimiento natural es muy bajo o nulo y, en ocasiones,
incluso negativo, debido a las crisis de subsistencia que disminuían la población de forma considerable.
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Los índices de natalidad (entre el 35‰ y el 45‰) corresponden a una tasa de fecundidad muy alta, de una media de cinco hijos
por mujer. Esta media tan elevada se explica por la alta tasa de mortalidad infantil, que provocaba la muerte de la mayor
parte de los niños antes del primer año de vida. La esperanza de vida en esta fase era muy baja. En España, hasta el año 1900
se situaba en torno a los 35 años, debido a la falta de medidas higiénicas y sanitarias y a las malas condiciones de vida.
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La alta mortalidad (entre el 30‰ y el 40‰) se explica por las malas condiciones de vida provocadas por las crisis periódicas
de subsistencia. Además, la mortalidad catastrófica (400‰), provocada a menudo por epidemias y largos periodos de malas cosechas,
a menudo provocaba la disminución de la población. La falta de mejoras medidas médicas y sanitarias contribuía a esta situación.
El crecimiento natural de la población rondaba el 5 o 10%, pero de una manera muy inestable, ya que dependía de las malas
cosechas, las epidemias, las guerras y las catástrofes naturales.
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España, con una población básicamente agrícola, alargó mucho en el tiempo esta fase, excepto algunas zonas como Cataluña o
las islas Baleares donde se registró un ligero crecimiento de población debido al inicio de un incipiente proceso industrializador
que favoreció el crecimiento demográfico, provocado sobre todo por el éxodo rural.
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b) Fase de crecimiento demográfico o de descenso gradual de la mortalidad
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Se caracteriza por unas altas tasas de natalidad y unos índices de mortalidad que tienden a disminuir. En esta situación,
se da un crecimiento natural de la población constante y sostenido. Hay una serie de factores que contribuyen a garantizar
este crecimiento.
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El inicio de la Revolución Industrial marcará el cambio de tendencia. La revolución agraria puso fin a las crisis de subsistencia
gracias a la introducción de nuevos cultivos, cambios en el sistema de rotación de cultivos, técnicas más eficientes en el
trabajo en el campo y la comercialización de los excedentes en zonas alejadas de las zonas de producción gracias al ferrocarril.
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En cuanto a las mejoras sanitarias y médicas, se generalizó el uso del jabón, se introdujo con éxito el algodón en el vestir
(gracias a la expansión de la industria textil del algodón) y se inició la recogida de basuras en las ciudades. La introducción
de vacunas, como la de la viruela, y el uso de cinturones sanitarios (cuarentenas frente a riesgos de contagio amplio) contribuyó
a la reducción de las enfermedades pandémicas como la peste, el cólera o la fiebre amarilla, que dejaron de castigar a la
población. Esta fase se extiende entre finales del siglo xviii y buena parte del siglo xix.
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En España, se produce un aumento de la población que pasó de 10 millones a finales del siglo xviii a los 15 millones en 1860. A principios del siglo xx, se constata la disminución de la tasa de mortalidad: la introducción de la vacuna de la viruela en el territorio español,
la reducción importante de casos de enfermedades epidémicas y la disminución considerable de la tasa de mortalidad infantil
contribuyeron en gran medida.
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c) Fase de ajuste demográfico o de reajuste de la natalidad
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Se mantiene la disminución de las tasas de mortalidad, que ahora vendrá acompañada de un descenso en la natalidad. La evolución
en las tasas de crecimiento empieza a marcar un cierto estancamiento, debido a que las tasas de natalidad se acercan mucho
a las tasas de mortalidad.
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Existen varios factores que explican estos cambios en el comportamiento demográfico:
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La puesta en marcha de medidas de planificación familiar: las mejoras sanitarias y médicas contribuyen a la disminución de
la tasa de mortalidad infantil, hecho que comporta un mayor control de la natalidad, ya que las familias empiezan a planificar
los nacimientos.
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La incorporación de la mujer al mundo del trabajo frena las tasas de natalidad debido, sobre todo, a que la mujer se casa
más tarde y debe compatibilizar sus tareas laborales con las familiares.
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La aceleración de los procesos de urbanización, que suponen un cambio en la estructura familiar tradicional proveniente del
ámbito rural.
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La crisis económica de principios de la década de 1930 reducen las tasas de natalidad debido a las dificultades económicas
de muchas familias.
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En España, la entrada en esta fase se hace más tarde que en el resto de países europeos. Mientras que países como el Reino
Unido o Francia estaban plenamente inmersos en esta fase a principios del siglo xx, en España hay que esperar a la década de 1930 para empezar a notar el cambio de tendencia, sobre todo en cuanto a la disminución
evidente de las tasas de natalidad.
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d) Régimen demográfico moderno
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Caracterizado por un crecimiento vegetativo muy moderado o estancado, incluso de crecimiento cero, con tasas de natalidad
y mortalidad muy reducidas. La esperanza de vida aumenta y, por lo tanto, hay más población mayor de 65 años que niños.
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La estructura demográfica resultante se corresponde con la de los países desarrollados, al iniciarse un progresivo envejecimiento
de la población y una falta de población joven.
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En España, a partir de la década de 1950 se manifiesta el cambio de tendencia y, exceptuando las décadas de 1960 y 1970 en
las que se produce el baby boom, hacia finales del siglo xx se constata el proceso de envejecimiento progresivo de la población y la reducción de las tasas de fecundidad.
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Ha sido la inmigración la que ha contribuido a cambiar la tendencia del crecimiento nulo o cero, gracias a los nacimientos
producidos entre este colectivo. Del crecimiento vegetativo registrado en 1999, que estaba en el 0,4%, se pasó al 1,6% en
el 2007. Los datos a 1 de enero del 2010 nos indican, de nuevo, un crecimiento moderado del 0,4%, pero que alejan a la población
española del crecimiento cero.
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