La ciudad existe desde la Antigüedad, así encontramos sus orígenes en Mesopotamia y Egipto. Pero entre las antiguas ciudades y las grandes urbes actuales hay muchas diferencias, no tan sólo en la extensión, número de habitantes u organización política, sino en la manera como se interrelacionan las personas y como se ha creado una red que estructura toda la organización del territorio.

Durante siglos, la mayor parte de la población vivía en el campo, ya que las principales actividades económicas estaban relacionadas con la agricultura y la ganadería. Durante el siglo xviii, aparecieron avances tecnológicos que fueron el origen de la Revolución Industrial. Hubo mejoras en la maquinaria agrícola de forma que se aumentó la producción agrícola, pero hasta el siglo xix el crecimiento de las ciudades no empezó a tomar fuerza. Los nuevos avances tecnológicos hicieron posible una mejora de las comunicaciones, de la concentración de la población y de las actividades económicas en las ciudades.

Esta nueva organización social repercutió de forma decisiva en el proceso de urbanización, ya que la industrialización se apoyaba en la concentración humana de las ciudades, convertidas en centros de producción y consumo.

El crecimiento de las ciudades se desarrolló a lo largo del siglo xx siguiendo las tendencias mundiales de crecimiento urbano. En España, este crecimiento se llevó a cabo entre los años cincuenta y ochenta del siglo xx, como resultado de los movimientos migratorios internos consecuencia de la crisis del campo. La población empleada que se ubicó en la ciudad se dedicaba principalmente al sector terciario y de servicios. En la actualidad, más de tres cuartas partes de la población española se localizan en las zonas urbanas.

La urbanización* es el fenómeno por el que las ciudades crecen de una forma acelerada en número de población y superficie y los modos de vida característicos de las ciudades se hacen extensivos a grandes áreas.