Factores físicos que influyen en la agricultura

La actividad agrícola depende de factores físicos que condicionan las explotaciones agrarias* y los resultados que se obtienen, así como las técnicas y los métodos de cultivo utilizados. Entre estos factores físicos, destacamos los siguientes:

  • La altitud: dos terceras partes de la superficie española se encuentran por encima de los 500 metros y en torno al 20% supera los 1.000 metros. Este hecho provoca una mayor concentración de zonas de cultivo en altitudes en torno a los 200 metros. Este predominio de zonas elevadas repercute negativamente en el cultivo de ciertos productos, sobre todo los hortícolas, y condiciona el predominio de suelos degradados.

  • La orografía de la península Ibérica es muy irregular, al contrastar entre una gran parte de territorio montañoso y las zonas planas, entre las cuales destacan las depresiones del Ebro y del Guadalquivir. En las zonas montañosas, se hace difícil el aprovechamiento agrario por la irregularidad del terreno, motivo por el que se construyen terrazas o bancales. Las pendientes y desniveles afectan a la formación y al grado de estabilidad de los suelos, a las condiciones y formas de trabajo de la tierra, al grado de vulnerabilidad por la erosión, a la circulación del agua y a las posibilidades de mecanización, entre otros.

  • Las características del clima (la temperatura, la pluviosidad y el viento) son las que tienen mayor incidencia sobre los tipos de cultivos. El clima configura los principales tipos de paisajes agrarios en España: mediterráneo, atlántico, continental, canario y de montaña. En España, predominan los periodos de sequía estival que han condicionado la adopción de la trilogía de cultivos mediterráneos (olivo, viña y cereales) y la creciente implantación del regadío para contrarrestar sus efectos. Además, la irregularidad característica de las zonas de transición entre la zona templada y la cálida ha influido históricamente en los rendimientos agrarios.

En cuanto a la pluviosidad, España se clasifica en dos partes bien diferenciadas: la España húmeda, que se corresponde con el territorio ubicado en el norte, y la España seca, que es el resto del territorio. Más del 77% del territorio recibe menos de 700 mm de lluvia anual. La abundancia de precipitaciones en el norte ofrece un medio más favorable para los cultivos ganaderos, gracias a la riqueza de pastos naturales y la humedad. Hay que tener presente que la irregularidad pluviométrica que caracteriza los climas templados provoca a menudo las crecidas repentinas de los ríos, las tormentas fuertes acompañadas de granizo y los episodios de sequía extrema.

Ejemplo

La crecida repentina del río Gallego en Biescas en 1996 provocó la inundación del camping Las Nieves con el resultado de 87 muertos.

La España seca se concentra en el sur y el levante español y reúne características favorables para los cultivos hortícolas, cuyo ciclo de maduración puede adelantar al de los países europeos y hacer aumentar la comercialización de éstos. Ésta es la situación de las zonas que disponen de más horas de sol al año. Sin embargo, estas zonas tienen que luchar contra la falta de agua, hecho que ha obligado a los agricultores a introducir técnicas de regadío que optimicen los recursos hídricos (almacenaje de agua de lluvia, técnicas de regadío por goteo e informatización de las explotaciones).

El régimen de lluvias y de los recursos hídricos condiciona la disponibilidad de agua. Los cultivos se pueden clasificar según si son cultivos de secano* o de regadío*. Históricamente, los cultivos de secano han predominado en el paisaje agrario español, pero en los últimos decenios la superficie de regadío ha tendido a crecer, lo que ha repercutido en su aportación a la producción final agraria (en torno al 60%). Este proceso ha puesto de manifiesto la escasez de agua para el regadío en algunas zonas del país y ha generado incluso conflictos entre algunas comunidades por las transferencias de este recurso.

La temperatura la tenemos que vincular a dos condicionantes físicos: la altitud y la proximidad al mar. Estos dos aspectos condicionan el tipo de cultivos y las medidas que los agricultores deben tomar para garantizar la productividad: el riesgo de heladas. En las zonas costeras, el clima es más benigno y la proximidad al mar suaviza las temperaturas.

El tipo de suelo determina la fertilidad, así hay terrenos que no son aptos para el cultivo. En España, se puede encontrar una gran variedad de suelos, algunos de los cuales necesitan ser tratados con fertilizantes y abonos para conseguir una mejor productividad. En este sentido, destacamos el alto grado de productividad de las zonas aluviales de la Comunidad Valenciana y la Región de Murcia o las tierras volcánicas de las islas Canarias.

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