España es un país fuertemente dependiente de los recursos energéticos que provienen del exterior, especialmente del petróleo,
el carbón, el gas natural y el uranio. Las energías renovables como la solar, la eólica, la geotérmica, la biomasa o las mareas
están todavía en una fase experimental, con poca implantación y escasa utilización.
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Los intereses económicos, políticos y territoriales son cada vez más importantes y se hace imprescindible una diversificación
de las fuentes de energía a medio plazo, con políticas energéticas que desarrollen los recursos renovables, el ahorro y la
eficiencia energética.
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La evolución en el consumo de energía en España ha ido en aumento en los últimos 35 años. La demanda de energía es paralela al aumento de la renta per cápita experimentada,
ya que el incremento del poder adquisitivo individual repercute directamente en una mayor tecnificación de los hogares, un
incremento de la movilidad y el uso del transporte privado, un aumento de las actividades comerciales y de ocio así como el
crecimiento de los procesos de urbanización. Estos hechos en su conjunto requieren de un mayor consumo energético (electrodomésticos,
automóvil, climatización, iluminación nocturna, mayor consumo de agua).
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España es un país deficitario en fuentes de energía, con un grado de autoabastecimiento energético muy bajo, que implica tener
que importar estos productos del exterior y la sumisión a una gran dependencia energética, especialmente del petróleo, que
sigue siendo hoy en día la fuente de energía principal. La falta de diversificación energética ha provocado que España se
encuentre, a menudo, a merced de las crisis petroleras internacionales, a pesar de disponer de grandes posibilidades en la
producción de energía renovables.
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El grado de autoabastecimiento energético español está muy limitado por un déficit en hidrocarburos propios que lo convierte en un Estado con una dependencia absoluta
en materia de hidrocarburos, con todos los riesgos que supone (como la variabilidad de los precios o las estrategias geopolíticas
internacionales). En la presente década, se han acentuado los conflictos vinculados a los recursos energéticos (el conflicto
de Irak, las tensiones políticas internacionales en Irán, conflictos por el gas entre las ex repúblicas soviéticas) que, junto
con el fenómeno de la globalización, han dado como resultado una escalada del precio del crudo y una inestabilidad del mercado
energético internacional que repercute sobre las economías dependientes de estos recursos.
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En la actualidad, casi el 75% del suministro de petróleo procede de Oriente Próximo, Arabia Saudí, Irán, Irak, México y Nigeria.
Actualmente, la situación de dependencia no es tan problemática como veinte años atrás, cuando las importaciones eran fundamentalmente
de Oriente Próximo. Todavía no se puede decir lo mismo en relación con el gas natural, que procede casi exclusivamente de
Argelia.
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La producción energética en España es escasa y no permite autoabastecer sus fuentes principales, como la electricidad, el
gas, el petróleo y el carbón. De éstas, sólo la energía nuclear, la eléctrica y la hidráulica suponen un 10% del autoabastecimiento,
mientras que el carbón, el petróleo y el gas disminuyen con el paso del tiempo.
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La previsión del consumo para el periodo 2000-2011, según datos del Ministerio de Economía español, es un ligero crecimiento
del consumo de petróleo, mientras que se estanca el consumo de energía proveniente de las nucleares. El carbón es el único
sector de la energía primaria que baja su consumo, mientras que se prevé un incremento de más de un 10% en energías renovables
y un 9% del gas natural.
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Una consideración que no hay que olvidar respecto de las fuentes de energía es la percepción social y medioambiental que tiene
el hecho de ser imprescindibles para el crecimiento económico y la calidad de vida, a pesar de las polémicas que se derivan
del ciclo productivo y del transporte. Dadas las dificultades que se dan en la obtención, transformación y transporte de la
energía, los Estados deben diseñar planes energéticos pensando en el consenso entre los agentes implicados
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En España, los espacios productores de energía coinciden con zonas o regiones poco pobladas, rurales y a veces alejadas de
las dinámicas económicas principales, que ven hipotecado su futuro por actividades económicas que repercuten poco o nada en
estas zonas.
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La mala planificación en la obtención de algunos recursos ha motivado fuertes tensiones sociales y territoriales y sigue creando
debates intensos en la actualidad, como el paso de la línea de muy alta tensión (la MAT) por el Pirineo catalán, los suscitados
en su día por el Plan Hidrológico Nacional (PHN) o el desastre ecológico provocado por el Prestige en las costas gallegas
en el año 2002.
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