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¿Por qué te van a pagar?

Hay una frase que a lo largo de los años 1997 y 1998 fue pronunciada por diversos popes relacionados con el negocio de la producción de contenidos digitales: "La gente no está dispuesta a pagar a cambio de información en Internet".

Este sentir, bastante generalizado, coincidía con el fracaso de múltiples iniciativas punteras, como las encabezadas por el New York Times o por Microsoft a través de su publicación digital Slater. Otros casos se produjeron a una escala más simple, con una repercusión mucho menor, pero con la misma desesperación por parte de los que habían apostado por sus respectivas publicaciones digitales de pago.

 

Contenido complementario Una frase de un alcance empresarial mucho más profundo hubiera sido: ¿Por qué la gente no está dispuesta a pagar a cambio de Información? Y la consiguiente: ¿A cambio de qué tipos de información en Internet habría gente dispuesta a pagar?

 

¿Por qué no funcionaron? ¿Qué alternativas se nos presentan?

Hasta la fecha, todos los lectores de prensa entienden que deban pagar una suma a cambio de un ejemplar de un periódico. O a cambio de una revista especializada. Antes de la llegada de Internet la información que podíamos encontrar en un periódico, con su carga de profundidad y de opinión, sólo la podíamos encontrar en otros periódicos.

La situación en Internet es la inversa. No sólo podemos acceder gratuitamente a los contenidos de un periódico, sino que además podemos consultar casi todas las cabeceras importantes actualizadas, y algunas incluso con información más reciente de la que han publicado en la edición diaria de papel.

Por lo que respecta a las publicaciones especializadas, realmente son pocas las áreas de conocimiento cubiertas por revistas en papel que no dispongan de un gran volumen de información en la Red. Con la ventaja de que en Internet no sólo encontramos contenidos elaborados por periodistas, sino contenidos generados por las propias fuentes a través de sus respectivos medios, y contenidos generados por especialistas y aficionados en esas materias a través de webs personales, listas de correo, grupos de conversación, etc.

Otra modalidad informativa susceptible de ser pagada son los canales televisivos de pago. En estos canales básicamente se paga a cambio de espectáculo, a cambio de todas las sensaciones que un medio como el televisivo pueda ofrecer. Como mínimo, esto es lo que "venden" los canales de pago. Pero hoy en día Internet dista de poder ofrecer un espectáculo audiovisual similar al de la televisión. Y en la única franja de actividad en que sí puede ofrecerlo -los juegos en red- el poder adquisitivo del público hace imposible plantearse cualquier sistema de pago. Por lo que las iniciativas relacionadas con juegos en red obtienen sus ingresos a través de publicidad y patrocinios.

Desde este punto de vista, no es de extrañar que "la gente" -así, en general- no esté dispuesta por pagar por unos contenidos replicados de la prensa escrita, puesto que puede acceder a ellos de forma gratuita. Y que tampoco esté dispuesta a pagar a cambio de espectáculo cuando su módem y su servidor apenas son capaces de descargar una página con celeridad.

Además, está la factura telefónica y la cuota de conexión a Internet, concepto que desde el punto de vista del usuario se incorpora al capítulo de "gastos a cambio de información" en su economía doméstica.

Por lo que la frase enunciada en un principio tendría una formulación más acertada así: "La gente no está dispuesta a pagar más de lo que le cuesta la conexión y el teléfono por unos contenidos que puede encontrar igualmente de forma gratuita o que ya está pagando fuera de la Red".

Hay otro factor que actualmente perjudica el planteamiento de servicios informativos de pago en Internet. Se trata de la resistencia de los posibles clientes a un nuevo canal de consumo. Esto no es nuevo de Internet, puesto que el marketing sabe qué tiene que hacer frente a esta resistencia cada vez que se inaugura un canal nuevo de consumo.

La televisión de pago ha precisado de emisiones deportivas exclusivas, grandes estrenos cinematográficos, servicios de emisión de 24 horas, etc., para convencer a los telespectadores de que invirtieran en una suscripción. La venta por catálogo también ha necesitado campañas y tiempo de implantación para generar la suficiente confianza en los compradores para que adquirieran productos sin haberlos tocado. El propio acceso a Internet ha tenido como importante freno la adquisición de un ordenador y el pago de unas cuotas. Y no hablamos de individuos o familias sin el suficiente poder adquisitivo, sino de consumidores que aun manifestando un cierto interés por Internet destinaban el mismo presupuesto al consumo de otros productos de ocio más conocidos o incluso más caros (bicicletas de montaña, fines de semana de esquí, un coche nuevo...).

A la resistencia inicial ante un nuevo canal de consumo se debe añadir la resistencia a la utilización de la moneda de pago básica en Internet hasta la fecha: las tarjetas de crédito. El uso poco generalizado de las tarjetas y las insistentes parainformaciones sobre la inseguridad en los pagos electrónicos han representado un importante obstáculo para el pago por servicios de información. Ahora bien, el número de personas que han realizado ya alguna compra a través de Internet se incrementa día a día, mientras que las entidades bancarias, los comerciantes y las instituciones están realizando campañas para incrementar la confianza de los consumidores en el nuevo medio.

Existe un elemento más a tener en cuenta, y es el de los "micropagos". No es lo mismo realizar un gasto de 10.000 pesetas en una suscripción semestral, que pagar 250 pesetas por una buena dosis de contenidos digitales. Muchos lectores de prensa prefieren pagar cada día el periódico antes que suscribirse, aunque a final de año les salga más caro. En un medio como Internet, sin historia y sin muchas garantías sobre lo que va a suceder dentro de seis meses, los micropagos podrían jugar un importante papel. Pero aunque técnicamente es posible realizar micropagos, a la hora de la verdad las comisiones cobradas por los intermediarios (las entidades de crédito y los bancos) hacen que no sea rentable. Éste es un tema que también está en vías de solución, aunque el principal obstáculo no es tecnológico sino político.

Parece ser que hay público dispuesto a pagar a cambio de información digitalizada y localizable

Si damos un repaso a medios digitales que están cobrando a sus clientes a cambio de contenidos descubrimos una familia de productos constituida por las publicaciones de papel que ofrecen a sus suscriptores el acceso a todos los contenidos de la edición online. En unos casos los suscriptores de la revista en papel tienen un acceso a la publicación digital, como valor añadido a su suscripción. En otros casos, existe la posibilidad de suscribirse únicamente a la publicación digital a un precio económico, puesto que la empresa editora se ahorra unos gastos de impresión y distribución. Algunos ejemplos de iniciativas que están funcionando en este sentido son The Economist (http://www.economist.com) o New Media Age (http://www.nma.co.uk).

El público objetivo de estas dos publicaciones especializadas coincide en diversos puntos:

  • No está restringido a una área geográfica determinada.
  • Valora radicalmente los contenidos con respecto a su actualidad. Muchas noticias de The Economist son más valiosas en el momento de su publicación que dos días más tarde, cuando ya han sido recogidas y ampliadas por la prensa general en sus secciones de economía.
  • Valora el acceso a contenidos archivados mediante métodos de búsqueda. Un lector de la edición online de New Media Age puede localizar todas las informaciones relativas a una agencia de publicidad online con una simple búsqueda. Los lectores de The Economist online pueden acceder de la misma forma a artículos y reportajes publicados sobre lugares o temas concretos. Es decir, son publicaciones con un archivo valioso.
  • Valora poder disponer de la información en un formato digital. Abundando en el caso de The Economist. ¿Podemos imaginar cuántas fotocopias de artículos de esta publicación se han realizado en el mundo en las últimas dos semanas?. En muchas ocasiones los lectores de estas publicaciones pertenecen a organizaciones, o están relacionados con ellas, por lo que se comparten lecturas seleccionadas. Disponer de estas lecturas en formato digital cuando tu entorno está conectado a la Red y dispone de correo electrónico representa una valiosa ventaja respecto a las fotocopias.
Otro segmento de mercado en evolución es el de los servicios personalizados de información. Fuera de la Red, y desde mucho antes de que Internet se creara, existen las consultorías y los asesores, que justamente se dedican a ofrecer servicios personalizados de información. Ya sabemos que entre un buen periodista y un buen asesor hay algunas diferencias pero muchas similitudes. Algunas de estas diferencias se eliminan o se diluyen en el momento de operar en el formato digital en la Red.

¿Podríamos decir que los periodistas Luis Angel Fernández Hermana (http://enredando.com) o Vicent Partal (http://vilaweb.com) no son asesores? ¿Podríamos decir que los asesores Alfons Cornella (http://infonomics.net) o Javier Ribas (http://www.onnet.es/) no son periodistas? Tanto unos como otros publican contenidos, se atienen a un compromiso ético en sus informaciones públicas y obtienen ingresos elaborando informaciones privadas.

Pero aparte de estos casos con una trayectoria larga ("larga" en relación con la corta y vertiginosa historia de Internet), hay otros medios de cuño más reciente en el que los servicios personalizados de pago se han integrado a las ofertas de contenidos de la publicación ya desde su inicio. Un caso ejemplar de publicaciones de este tipo lo representa PoliticsWeb (http://www.politicsweb.com).

Finalmente, ponemos en consideración los servicios de formación online dentro de los posibles segmentos de negocio en la producción de contenidos digitales de pago. Una vez más, el presente curso representa un ejemplo claro de servicio de contenidos personalizados. Una posible evolución de la formación online es la creación de módulos de formación cada vez más fragmentados y especializados. En un futuro no lejano habrá instituciones universitarias, u otras iniciativas de formación privadas, que ofrecerán pequeñas dosis de formación especializada distribuidas en el tiempo, sin una limitación de semestres o cursos.

Y las diferencias entre un hipotético seminario continuo de periodismo digital y una hipotética publicación digital con un alto grado de interactividad y personalización serían mínimas. Quizá nulas. Veremos.

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