¿Por qué no funcionaron? ¿Qué alternativas se nos
presentan?
Hasta la fecha, todos los lectores de prensa entienden que deban pagar una suma a cambio de
un ejemplar de un periódico. O a cambio de una revista especializada. Antes de la llegada
de Internet la información que podíamos encontrar en un periódico, con su carga de
profundidad y de opinión, sólo la podíamos encontrar en otros periódicos.
La situación en Internet es la inversa. No sólo podemos acceder gratuitamente a los
contenidos de un periódico, sino que además podemos consultar casi todas las cabeceras
importantes actualizadas, y algunas incluso con información más reciente de la que han
publicado en la edición diaria de papel.
Por lo que respecta a las publicaciones especializadas, realmente son pocas las áreas
de conocimiento cubiertas por revistas en papel que no dispongan de un gran volumen de
información en la Red. Con la ventaja de que en Internet no sólo encontramos contenidos
elaborados por periodistas, sino contenidos generados por las propias fuentes a través de
sus respectivos medios, y contenidos generados por especialistas y aficionados en esas
materias a través de webs personales, listas de correo, grupos de conversación, etc.
Otra modalidad informativa susceptible de ser pagada son los canales televisivos de
pago. En estos canales básicamente se paga a cambio de espectáculo, a cambio de todas
las sensaciones que un medio como el televisivo pueda ofrecer. Como mínimo, esto es lo
que "venden" los canales de pago. Pero hoy en día Internet dista de poder
ofrecer un espectáculo audiovisual similar al de la televisión. Y en la única franja de
actividad en que sí puede ofrecerlo -los juegos en red- el poder adquisitivo del
público hace imposible plantearse cualquier sistema de pago. Por lo que las iniciativas
relacionadas con juegos en red obtienen sus ingresos a través de publicidad y
patrocinios.
Desde este punto de vista, no es de extrañar que "la gente" -así, en
general- no esté dispuesta por pagar por unos contenidos replicados de la prensa escrita,
puesto que puede acceder a ellos de forma gratuita. Y que tampoco esté
dispuesta a pagar a cambio de espectáculo cuando su módem y su servidor apenas son
capaces de descargar una página con celeridad.
Además, está la factura telefónica y la cuota de conexión a Internet, concepto que
desde el punto de vista del usuario se incorpora al capítulo de "gastos a cambio de
información" en su economía doméstica.
Por lo que la frase enunciada en un principio tendría una formulación más acertada
así: "La gente no está dispuesta a pagar más de lo que le cuesta la conexión y el
teléfono por unos contenidos que puede encontrar igualmente de forma gratuita o que ya
está pagando fuera de la Red".
Hay otro factor que actualmente perjudica el planteamiento de servicios informativos de
pago en Internet. Se trata de la resistencia de los posibles clientes a un nuevo canal de
consumo. Esto no es nuevo de Internet, puesto que el marketing sabe qué tiene que hacer
frente a esta resistencia cada vez que se inaugura un canal nuevo de consumo.
La televisión de pago ha precisado de emisiones deportivas exclusivas, grandes
estrenos cinematográficos, servicios de emisión de 24 horas, etc., para convencer a los
telespectadores de que invirtieran en una suscripción. La venta por catálogo también ha
necesitado campañas y tiempo de implantación para generar la suficiente confianza en los
compradores para que adquirieran productos sin haberlos tocado. El propio acceso a
Internet ha tenido como importante freno la adquisición de un ordenador y el pago de unas
cuotas. Y no hablamos de individuos o familias sin el suficiente poder adquisitivo, sino
de consumidores que aun manifestando un cierto interés por Internet destinaban el mismo
presupuesto al consumo de otros productos de ocio más conocidos o incluso más caros
(bicicletas de montaña, fines de semana de esquí, un coche nuevo...).
A la resistencia inicial ante un nuevo canal de consumo se debe añadir la resistencia
a la utilización de la moneda de pago básica en Internet hasta la fecha: las tarjetas de
crédito. El uso poco generalizado de las tarjetas y las insistentes parainformaciones
sobre la inseguridad en los pagos electrónicos han representado un importante obstáculo
para el pago por servicios de información. Ahora bien, el número de personas que han
realizado ya alguna compra a través de Internet se incrementa día a día, mientras que
las entidades bancarias, los comerciantes y las instituciones están realizando campañas
para incrementar la confianza de los consumidores en el nuevo medio.
Existe un elemento más a tener en cuenta, y es el de los "micropagos". No es
lo mismo realizar un gasto de 10.000 pesetas en una suscripción semestral, que pagar 250
pesetas por una buena dosis de contenidos digitales. Muchos lectores de prensa prefieren
pagar cada día el periódico antes que suscribirse, aunque a final de año les salga más
caro. En un medio como Internet, sin historia y sin muchas garantías sobre lo que va a
suceder dentro de seis meses, los micropagos podrían jugar un importante papel. Pero
aunque técnicamente es posible realizar micropagos, a la hora de la verdad las comisiones
cobradas por los intermediarios (las entidades de crédito y los bancos) hacen que no sea
rentable. Éste es un tema que también está en vías de solución, aunque el principal
obstáculo no es tecnológico sino político.
Parece ser que hay público dispuesto a pagar a cambio de información digitalizada y localizable
Si damos un repaso a medios digitales que están cobrando a sus clientes a cambio de
contenidos descubrimos una familia de productos constituida por las publicaciones de papel
que ofrecen a sus suscriptores el acceso a todos los contenidos de la edición online. En
unos casos los suscriptores de la revista en papel tienen un acceso a la publicación
digital, como valor añadido a su suscripción. En otros casos, existe la posibilidad de
suscribirse únicamente a la publicación digital a un precio económico, puesto que la
empresa editora se ahorra unos gastos de impresión y distribución. Algunos ejemplos de
iniciativas que están funcionando en este sentido son The Economist
(http://www.economist.com) o New Media Age (http://www.nma.co.uk).
El público objetivo de estas dos publicaciones especializadas coincide en diversos
puntos:
- No está restringido a una área geográfica determinada.
- Valora radicalmente los contenidos con respecto a su actualidad. Muchas noticias de The
Economist son más valiosas en el momento de su publicación que dos días más tarde,
cuando ya han sido recogidas y ampliadas por la prensa general en sus secciones de
economía.
- Valora el acceso a contenidos archivados mediante métodos de búsqueda. Un lector de la
edición online de New Media Age puede localizar todas las informaciones relativas a una
agencia de publicidad online con una simple búsqueda. Los lectores de The
Economist online pueden acceder de la misma forma a artículos y reportajes
publicados sobre lugares o temas concretos. Es decir, son publicaciones con un archivo
valioso.
- Valora poder disponer de la información en un formato digital. Abundando en el caso de
The Economist. ¿Podemos imaginar cuántas fotocopias de artículos de esta publicación
se han realizado en el mundo en las últimas dos semanas?. En muchas ocasiones los
lectores de estas publicaciones pertenecen a organizaciones, o están relacionados con
ellas, por lo que se comparten lecturas seleccionadas. Disponer de estas lecturas en
formato digital cuando tu entorno está conectado a la Red y dispone de correo
electrónico representa una valiosa ventaja respecto a las fotocopias.
Otro segmento de mercado en evolución es el de los servicios personalizados de
información. Fuera de la Red, y desde mucho antes de que Internet se creara, existen las
consultorías y los asesores, que justamente se dedican a ofrecer servicios personalizados
de información. Ya sabemos que entre un buen periodista y un buen asesor hay algunas
diferencias pero muchas similitudes. Algunas de estas diferencias se eliminan o se
diluyen en el momento de operar en el formato digital en la Red.
¿Podríamos decir que los periodistas Luis Angel Fernández Hermana
(http://enredando.com) o Vicent Partal (http://vilaweb.com) no son asesores? ¿Podríamos
decir que los asesores Alfons Cornella (http://infonomics.net) o Javier Ribas
(http://www.onnet.es/) no son periodistas? Tanto unos como otros publican contenidos, se
atienen a un compromiso ético en sus informaciones públicas y obtienen ingresos
elaborando informaciones privadas.
Pero aparte de estos casos con una trayectoria larga ("larga" en relación
con la corta y vertiginosa historia de Internet), hay otros medios de cuño más reciente
en el que los servicios personalizados de pago se han integrado a las ofertas de
contenidos de la publicación ya desde su inicio. Un caso ejemplar de publicaciones de
este tipo lo representa PoliticsWeb (http://www.politicsweb.com).
Finalmente, ponemos en consideración los servicios de formación online dentro de los
posibles segmentos de negocio en la producción de contenidos digitales de pago. Una vez
más, el presente curso representa un ejemplo claro de servicio de contenidos
personalizados. Una posible evolución de la formación online es la creación de módulos
de formación cada vez más fragmentados y especializados. En un futuro no lejano habrá
instituciones universitarias, u otras iniciativas de formación privadas, que ofrecerán
pequeñas dosis de formación especializada distribuidas en el tiempo, sin una limitación
de semestres o cursos.
Y las diferencias entre un hipotético seminario continuo de periodismo digital y una
hipotética publicación digital con un alto grado de interactividad y personalización
serían mínimas. Quizá nulas. Veremos.
|