En cualquier situación al participante se le plantean cuestiones que quiere resolver y que por lo tanto, pregunta. La pregunta es el elemento más distorsionador en cualquier acción formativa, ya que supone salirse del guión previsto. Además, en el caso de la formación presencial requiere una respuesta inmediata. Hay que tener, pues, un cuidado muy especial en el tratamiento que se hace de las preguntas.

Las preguntas no son sólo una demanda de información por parte de un participante, sino indicadores del proceso de formación.

Algunas consideraciones

• Todas las preguntas son interesantes y deben ser tratadas con respeto y consideración. Esto implica que todas las preguntas tienen respuesta (aunque no sea específicamente la que buscaba el participante).
• Las preguntas deben ser pertinentes, relacionadas con el objeto de la formación. Cualquier otro aspecto debe ser tratado fuera del espacio (virtual o presencial) de la formación.
• Las preguntas tienen que ser eso, preguntas. No son comentarios, no son valoraciones. Hay que cortar de raíz esta posibilidad, excepto que no se explicite esta demanda en concreto.
• En la comunicación virtual, hay que ser extremadamente prudente y considerado en la respuesta. Se pueden tener respuestas tipo, pero hay que repasar y matizar en todos los casos estas respuestas generales.
• Una pregunta no debe poner en duda los conocimientos del formador. Nadie lo sabe todo. Es preferible aplazar la respuesta que dar una respuesta precipitada y, posiblemente, errónea.
• En la formación no presencial, hay que responder en el mínimo de tiempo posible. Si es necesario, diciendo que se está buscando la respuesta, pero el participante debe tener un feedback pronto para saber que su pregunta ha llegado y se está trabajando en ella. No puede tener sentimiento de soledad.
• No contestéis con otra pregunta. Si bien en algún momento puede ser un recurso interesante -hace reflexionar al participante sobre su duda- no se puede abusar: una pregunta supone una demanda de explicación.