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Comportamientos saludables y de riesgo Una revisión de diferentes estudios sobre la falta de adhesión al consejo terapéutico realizada por C. Pérez (1996) demostró la dificultad que tenemos las personas para iniciar o mantener hábitos o conductas saludables, y la facilidad con que caemos -o recaemos- en las conductas de mayor riesgo. Bayés (1995) nos ofrece una reflexión sobre el comportamiento personal y colectivo a partir de dos cuestiones iniciales: ¿Por qué existen personas que, a pesar de estar correctamente informadas del riesgo que representan para la salud, siguen manteniendo comportamientos de riesgo? ¿Cómo conseguir que las personas correctamente informadas se comporten de manera congruente con la información que tienen y lleven a cabo prácticas de prevención cuyas características, necesidades y eficacia conocen? En un principio, la respuesta inicial es clara: la información es necesaria, pero se muestra insuficiente para modificar conductas de riesgo. Además, hay que tener en cuenta otros factores:
No tener accidentes de tráfico y no ponerse el cinturón. No quedar embarazada y no utilizar métodos anticonceptivos. No infectarse de VIH y no utilizar preservativo en las relaciones sexuales esporádicas.
Percepción de bajo riesgo de embarazo en la primera relación coital. Percepción de control con un elevado índice de alcoholemia.
Fumar porros cuando se "pasan" entre los miembros del grupo. Beber alcohol en locales que lo promocionan.
Recibir informaciones sobre sustancias tóxicas que no crean dependencia. Recibir informaciones contradictorias sobre determinados tipos de alimentos.
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Es importante que el profesional de la salud conozca todos los factores -individuales, ambientales y sociales- que rodean a una persona, antes de emprender cualquier intervención preventiva para promocionar hábitos saludables. |
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