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La educación como producto y como proceso

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Actualmente, se tiende a entender la educación como producto y como proceso. A pesar de que, conceptualmente, la diferencia entre ambos términos es clara, en la realidad no resulta fácil separarlos. La esencia de los conceptos implica una interacción dinámica entre producto y proceso, relación que posibilita, precisamente, su existencia.

Partiendo de la base de que la educación es un hecho, una realidad, el resto de los significados se refiere al producto o al proceso:

Los elementos de intencionalidad y de perfeccionamiento se relacionan con el concepto de producto educativo. Tanto uno como otro se vinculan a la dimensión ideológica de la educación. La orientación hacia determinados modelos o valores es una característica fundamental en el hecho educativo. La jerarquización de los valores (vitales, intelectuales, estéticos, sociales, pragmáticos, estéticos, religiosos, afectivos, etc.) configura una ideología, una concepción de la persona, del mundo y de la vida, que incide tanto en el ámbito sociocultural, como en el antropológico y el ético.

Los elementos de comunicación y de actividad se asocian al concepto de proceso educativo. Etimológicamente, el término proceso significa "avanzar, ir hacia adelante". Se entiende que es la evolución de un fenómeno pasando por diferentes etapas que conducen a una finalidad determinada. La transformación que acompaña a todo proceso puede evaluarse desde la situación desde donde se contempla la realidad dinámica y/o desde la expectativa, es decir, desde el producto que se espera.

Una expresión que se utiliza normalmente como sinónimo de educación es la de proceso de enseñanza-aprendizaje. Incluso algunos autores opinan que la enseñanza y el aprendizaje son necesarios en el proceso educativo, pero no suficientes, ya que se necesita una referencia a la finalidad educativa. Éste es el papel que juega el producto educativo en la concepción global de la educación.

Un joven enseña a otro a inyectarse heroína. Aunque se produzca el aprendizaje, esta actividad no puede considerarse educativa, ya que el objetivo del proceso no se relaciona con la mejora de la personalidad.

En el caso de la realidad educativa, se puede observar que existen programas formativos más centrados en el producto y otros más centrados en el proceso:

Los programas centrados en el producto se caracterizan por dar preferencia a las leyes y teorías científicas. La enseñanza adopta la forma explicativa para transmitir conocimientos y el aprendizaje resulta más bien pasivo. La finalidad de estos programas es la simple memorización de los contenidos.

Los programas educativos centrados en el proceso buscan el desarrollo del alumno y favorecen su manera personal de operar. Llega a ser más importante la manera de aprender el contenido que el contenido en sí. El aprendizaje se realiza por "descubrimiento": el educando es el descubridor, mientras que el educador se limita a acompañarlo en el proceso. La finalidad, en este caso, es "aprender a aprender".

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