Atarnos irreversiblemente a una opción

En la misma estructura de recompensas representada por la matriz núm. 3, aunque Moriarty no tenga la posibilidad de jugar el primero -porque volvemos a imponer la regla de juego de turno estrictamente simultáneo-, puede ejecutar otra jugada estratégica de efecto equivalente a jugar el primero. Esta jugada se desarrolla antes de que empiece el juego (como veremos más adelante, muchas jugadas negociales decisivas se ejecutan también fuera de la mesa de negociación) y consiste en la siguiente operación: Moriarty, antes de que salgan los trenes, suscribe un contrato con un tercero por el que se compromete irreversiblemente a pagarle una suma de 5 si baja en B, pero nada si baja en A. Si Holmes es informado del tenor de ese contrato, Moriarty ha ganado el juego. Efectivamente, una vez suscrito el contrato, para Moriarty bajar en A será siempre preferible a cualquier otra opción –haga lo que haga Holmes– según demuestra la nueva matriz de resultados resultante de incorporar la penalización a la que se ha comprometido irreversiblemente el propio Moriarty:

Matriz núm. 4

(Moriarty ha cambiado sus recompensas)

Veamos: si Moriarty baja en A y Holmes en A, Moriarty gana 8; si Moriarty baja en A y Holmes en B, Moriarty gana 0; si Moriarty baja en B y Holmes en A, Moriarty pierde 5 (que ha de pagar al tercero con el que ha suscrito el contrato); si Moriarty baja en B y Holmes en B, Moriarty pierde 2 (es decir, 3 que gana en el juego menos 5 que paga al tercero es igual a -2). Por tanto, Holmes sabe pertinentemente que Moriarty bajará en A. Igual que si Moriarty hubiera jugado primero, a Holmes no le queda mejor alternativa que maximizar su beneficio -a partir del dato cierto de que Moriarty bajará en A- y bajar él también en A, que es precisamente la opción óptima para Moriarty.

Mencionemos, de paso, puesto que más adelante tendremos ocasión de considerarlo con algún detalle, que la jugada estratégica que acabamos de describir tiene una estructura paradójica: consiste en la autorrestricción de la propia autonomía negociadora. Limitamos a propósito nuestra libertad de acción -suprimiendo así nuestra libertad para capitular- a fin de limitar irreversiblemente la estructura de recompensas posibles y colocar a la otra parte ante una única opción para maximizar su beneficio, la opción que a nosotros nos conviene más.

Es muy interesante observar también que aunque volviéramos al turno consecutivo y, después del contrato suscrito por Moriarty aceptando la penalización de 5, permitiéramos a Holmes jugar primero, Holmes no sacaría ninguna ventaja de tener la iniciativa. En efecto, el árbol de juego de Holmes habría cambiado en relación con el que vimos un poco más arriba. Ahora sería el siguiente:

Es decir, que Holmes, aun cuando juegue primero, deberá elegir ahora obligatoriamente A para obtener 4 puntos al final del juego, puesto que si elige ahora B su recompensa final será 0 puntos, dado que Moriarty descartará siempre las opciones B (o ramas del árbol) en sus respuestas a los cursos de acción que vaya a adoptar Holmes.

Tendremos ocasión de ver una sorprendente aplicación práctica de las jugadas de autorrestricción y de su repercusión en el funcionamiento estratégico de los árboles de juego cuando tratemos de las amenazas negociales.

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