Inicio Atrás Adelante La Momificación
 

Momia de Rameses IILas creencias funerarias de los antiguos egipcios requieren la conservación integral del cuerpo del difunto. Lo importante es que éste, como soporte del ka, subsista y esa necesidad determina el uso de los más diversos medios para preservar los cadáveres de los efectos de la putrefacción.

En los periodos neolítico y predinástico los cuerpos se enterraban en una fosa oval poco profunda situada en el límite del desierto. Se envolvían en una piel de vaca o en una sábana de lino o simplemente se colocaban sobre una estera. Aunque factores como el clima o los componentes químicos del suelo producían en los cadáveres una suerte de momificación natural y espontánea, la necesidad de hacer perdurable el cadáver, así como la de colocarlo en una tumba y no en una fosa anónima, condujeron al uso de técnicas de embalsamamiento. Si bien se ignora cuándo comenzó exactamente esta práctica, algunos hallazgos indican que durante la dinastía I el cuerpo del difunto ya era sometido a algún tipo de manipulación: los cuerpos presentan restos de vendas o de piezas de tela de pequeño tamaño y están depositados en sarcófagos de madera. A partir de la dinastía IV, en el caso de las momias reales, los artesanos funerarios introdujeron una técnica nueva: la evisceración. De la tumba de Hetepheres, esposa de Esnofru y madre de Quéope, procede el ejemplar más antiguo conocido de cofre canópico. Comenzaban practicando una incisión en la pared abdominal a fin de extraer las vísceras (factor principal causante de la descomposición del cadáver), las cuales se enrollaban en vendas de lino y se colocaban en recipientes especiales que contenían una solución líquida elaborada principalmente a base de natrón. La cavidad corporal ya vaciada se rellenaba con pedazos de lino impregnados de resina. En los casos en los que se había procedido con especial cuidado, los cuerpos eran recubiertos con una capa de cera de abeja y después envueltos. Incluso se han encontrado algunos ejemplos de las dinastías IV y V en los que los cuerpos habían sido envueltos y recubiertos con una capa de estuco, lo cual da al cadáver la apariencia de una estatua. En muchos casos lo único que se ha conservado es precisamente este envoltorio, lo que demuestra que la técnica utilizada no siempre era eficaz. Con la intención de aproximarse lo más posible a los rasgos faciales específicos del difunto, en muchas de las momias de este periodo los artesanos pintaban en las vendas de la cabeza el rostro del difunto. Esta práctica constituye sin duda el precedente de la máscara funeraria.

Durante el I Periodo Intermedio y el Reino Medio se mantuvieron las mismas prácticas de embalsamamiento, es decir, el cadáver era eviscerado, tratado con natrón, vendado y sus vísceras tratadas por separado y guardadas en unos recipientes aparte. Quizá la mayor novedad fue la aparición de la máscara funeraria propiamente dicha: en lugar de proceder a pintarles el rostro, a las momias de este periodo se les colocaba una máscara de cartonnage que habría de convertirse pronto en uno de los elementos más importantes del ajuar funerario. Por lo demás, las técnicas empleadas en esta época no presentaban todavía la complejidad que alcanzarían durante el Reino Nuevo. El cuerpo, parcialmente desecado por medio del relleno interno, se envolvía con vendas untadas en resina y era en la tumba donde posteriormente tenía lugar su completa desecación. Algunos ejemplos muestran que, en ciertos casos, los cadáveres se dejaban un tiempo enterrados en la arena del desierto a fin de paliar los primeros efectos de la putrefacción y sólo más tarde se envolvían con gasas y vendas. Este es el caso de los sesenta soldados de Mentuhotep II (dinastía XI) enterrados en una tumba común excavada en el área del templo funerario de este faraón en Deir el-Bahari. Es indudable que los cadáveres no fueron eviscerados: habiendo muerto en el campo de batalla (como lo prueban las señales de cortes en los huesos y los cráneos aplastados), empezaron a pudrirse mucho antes de que pudieran ser recogidos para darles sepultura. Los cuerpos estuvieron cubiertos un tiempo con arena, y, una vez desecados – cuando ya no existía el peligro de que los cuerpos se descompusieran –fueron envueltos y trasladados a la necrópolis del faraón.

Fue sólo a partir de la dinastía XVIII cuando quedó definitivamente fijado un verdadero método de embalsamamiento (el ejemplo mejor conocido lo constituye la momia de Tutanjamón), que continuó utilizándose, con diversos grados de perfección según la época y el difunto, hasta época cristiana. El estudio de las momias de las dinastías XVIII y XIX revela además que se utilizaron simultáneamente distintas técnicas de momificación.

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