Introducción

En los últimos años, las inversiones en bolsa se han generalizado, no sólo en el ámbito de grandes empresas e instituciones, sino también en el ámbito de particulares, ya sea mediante fondos de inversión en renta variable, ya sea mediante inversiones directas en el mercado de renta variable.

Los altos tipos de interés que ofrecían los depósitos bancarios en España hasta bien entrada la década de los noventa, con rentabilidades superiores al 10% anual, con escaso riesgo y a plazos aceptables, nos malacostumbró. Efectivamente, era una situación muy cómoda porque las remuneraciones eran considerablemente atractivas por el bajo riesgo que se asumía.

El contexto en que nos situamos hoy día, y en un futuro inmediato, se caracteriza por unos tipos de interés reducidos, lo que significa baja rentabilidad para los tradicionales productos de ahorro y, por tanto, la necesidad de asumir riesgos para aumentar el rendimiento medio de nuestras inversiones, acudiendo a los mercados de renta variable.

A diferencia de otros países como Estados Unidos y Gran Bretaña que se caracterizan por una larga tradición de inversión directa de los particulares en bolsa, en España los pequeños ahorradores no se han interesado de una forma destacable por el mercado de renta variable hasta bien entrada la década de los noventa. Este brusco cambio en la forma de invertir ha impedido que los inversores nos concienciáramos en la medida suficiente de a qué tipo de riesgos nos exponíamos realmente. El buen comportamiento de las bolsas permitió hasta 1999 que los capitales que fluyeron hacia ellas aumentasen y consiguieran ganancias de consideración. Sin embargo, cuando los principales mercados de renta variable han experimentado pérdidas, se ha dejado al descubierto las pocas herramientas de análisis y decisión que se han puesto en manos del público para protegerse de estos inevitables periodos de descensos bursátiles.

En este contexto, el objetivo de la gestión de carteras consiste básicamente en la elección de la combinación rentabilidad/riesgo óptima para cada inversor.

El proceso profesional de inversión es una tarea compleja que sigue unos pasos claramente definidos que facilitan y agilizan la toma de decisiones, partiendo del análisis de la tolerancia al riesgo que tiene el inversor y finalizando el proceso en la ejecución de órdenes de compra o venta de valores determinados y en la evaluación final.

La gestión de carteras intenta dar respuesta a preguntas como:

  • ¿Cómo puedo minimizar el riesgo de mi inversión y obtener la rentabilidad deseada?
  • ¿Cuál es la combinación óptima de activos financieros que debería adquirir para garantizarme con seguridad un capital adecuado para mi jubilación?
  • ¿Qué probabilidad tengo de conseguir una revalorización del 100% en una inversión a diez años?
  • ¿Cuáles son los productos más adecuados, entre todas las posibilidades de inversión, para maximizar mis rendimientos?

Y para dar una respuesta adecuada, la gestión de carteras se formula las siguientes cuestiones:

  • ¿Cómo varían los rendimientos de los distintos activos financieros?
  • ¿Cómo afectará el incremento de los precios, medido por el IPC, a la rentabilidad final de las distintas inversiones?
  • ¿Qué relación existe entre los rendimientos esperados de una inversión y las variaciones que puede sufrir hasta su finalización?
  • ¿Cuál es la mejor medida del riesgo de las inversiones?
  • ¿Cómo podemos acotar el riesgo de una cartera de valores?
  • ¿Cuál es el comportamiento histórico de los diversos activos?
Amunt