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Los rituales de la transparencia
De manera paradójica, el predominio de la lógica de la simulación que domina nuestras expectativas de verdadero y falso motiva que en numerosas ocasiones sólo aquellos elementos "reales" que se adecuan a los "simulacros" sean considerados plenamente reales. Esta precesión y suplantación de lo real da lugar a su vez a un particular ritual de ocultación de lo que es de hecho transparente, enteramente accesible y visible a través de los media. Pese a saber y reconocer nuestro acceso radical a la visualización de todo aquello tradicionalmente resguardado y reservado, mantenemos habitualmente el juego simulado de su ocultación.
Encontramos un ejemplo paradigmático de este nuevo ritual de la transparencia en el caso de la pornografía. Tradicionalmente, la obscenidad (aquello que no puede ni debe ser visto) de lo pornográfico consistía en mostrar, en hacer visible, todo aquello que por razones de orden moral o religioso estaba prohibido. En la actualidad, por el contrario, en el éxtasis contemporáneo de la comunicación, la pornografía se ha convertido en un simulacro ritualizado más.

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Cartel publicitario para Opium (2000)
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"Nuestra imaginería erótica y pornográfica, toda esa panoplia de senos, nalgas y sexos, no tiene más sentido que éste: expresar la inútil objetividad de las cosas. Lo sexual no es más que un ritual de la transparencia. Antes se debía ocultar, hoy en cambio sirve para esconder la raquítica realidad. Estas imágenes no están tomadas en un juego de emergencia y de desaparición. El cuerpo ya está allí sin la chispa de una ausencia posible, en el estado de radical desilusión que es el de la pura presencia".
Jean Baudrillard (1987). L'autre par lui-méme.
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La desnudez del cuerpo humano aparece hoy carente de secretos. La suya no es ya una obscenidad de lo oculto, oscuro, prohibido, sino una obscenidad paradójica de aquello demasiado visible, de lo que no tiene ya secreto, de lo que ha devenido completamente transparente. La visión de parcelas ocultas de la realidad se ha convertido en un ritual, un ritual en el que ocultamos su visibilidad, su potencial transparencia plena a nuestra visión.
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"Ya no formamos parte del drama de la alineación, vivimos en el éxtasis de la comunicación, y este éxtasis es obsceno. Lo obsceno es lo que acaba con todo espejo, toda mirada, toda imagen. Lo obsceno pone fin a toda representación. Pero no es sólo lo sexual lo que se vuelve obsceno en la pornografía; hoy existe toda una pornografía de la información y de la comunicación [...] es la obscenidad de lo visible, de lo demasiado visible, de lo más visible que lo visible. Es la obscenidad de lo que ya no tiene ningún secreto, de lo que se disuelve por completo en información y comunicación".
Jean Baudrillard (1983). El éxtasis de la comunicación.
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De acuerdo con Baudrillard, estamos falsamente reconciliados con esta transparencia radical de la totalidad de la escena social, manteniendo una obscenidad simulada de modo ya sólo ritual. La cruda y fría luz de la información afecta a la totalidad de lo real. La actual cultura visual, tan propia de la era de la información, es fruto de un intercambio comunicativo constante y acelerado que provoca una ruptura con la era moderna de la primera sociedad de consumo, dominada aún por la coincidencia imaginaria del modelo, de la representación y de la realidad.
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La (nueva) cultura visual digital se define por la sustitución de lo real por sus signos, por la liquidación de los referentes en la precesión de los modelos sobre los hechos, en una particular mutación de nuestra relación con el mundo.
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Cada vez más, los media audiovisuales se establecen como referentes determinantes sobre la certeza o falsedad de nuestras proposiciones sobre el mundo que nos envuelve. Sentencias – sin duda– excesivas como "lo real está en crisis" o "la realidad ha muerto" devienen pese a ello síntomas significativos de una reducción creciente de su peso frente al aumento radical de las simulaciones electrónicas en el cine, en Internet, en la televisión o en la publicidad más cercana.
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