Estética digital y utopías tecnoculturales

Cita

Me gusta pensar
(¡tiene que pasar!)
en una ecología cibernética
en la que libres de nuestros trabajos
y unidos de nuevo a la naturaleza,
de vuelta con nuestros hermanos
y hermanas mamíferos,
todos protegidos
por máquinas de amante belleza.

Richard Brautigan

Internet, la cultura digital y la actual sociedad de la información, exponentes todos ellos del máximo avance tecnológico, albergan paradójicamente en su interior a su propio anverso: el retorno renovado de su mano de distintas utopías neopaganas.

En contra de la comprensión dominante sobre la función desmitologizante y proilustrada que habría de cumplir todo avance tecnológico, las nuevas formas de cibercultura nos enseñan cómo su desarrollo exponencial no está reñido –más bien todo lo contrario– con un desarrollo también exponencial de una espiritualidad preilustrada.

La cultura digital ha resultado ser un vasto campo abonado para la emergencia con fuerza de distintas formas y modalidades de utopías tecnoculturales, esto es, discursos que vislumbran o señalan en lo virtual una línea de fuga de las limitaciones de lo real, y que abarcan desde visiones de salvación espiritual en lo digital, hasta creencias de superación del conjunto de problemas de la vida humana a partir del desarrollo de nuevas formas de vida virtual posthumana.

Portada de Mondo 2000, uno de los centros de reunión y difusión de la cultura ciberdélica, tecnopagana, hacker y ciberpunk. "Mondo 2000 empezó editándose como High Frontiers (1986), que generó Reality Hackers y ésta generó Mondo 2000. La revista se convirtió en los noventa en un símbolo de estatus entre la nueva multitud conectada, una forma de promocionarse para nuevos Warhols, un faro de esperanza utópica y una fuente de ansiedad distópica. La revista es pesimista con las soluciones políticas pero optimista con las tecnológicas; está endurecida por el cinismo ciberpunk pero suavizada por la credulidad de la new age, deseosa de liberarse del cuerpo pero decidida a retener su humanidad, obsesionada por potenciar el cerebro utilizando drogas inteligentes, máquinas mentales, implantes neuronales y aparatejos nanotecnológicos, pero impaciente por llegar a los placeres carnales del renacer dionisíaco profetizado por su editora Quenn Mu". [Mark Dery (1995). Velocidad de Escape].

Desde sus mismos inicios, la cibercultura ha dado lugar a cantos de sirena utópicos y trascendentalistas de superación y eliminación de las limitaciones físicas de la vida y de la cultura humana en los entornos físicos y civilizatorios tradicionales. Mundos y comunidades virtuales han sido testimonio de numerosos himnos al progreso informático, empapados las más de las veces de trascendentalismo tecnocientífico.

"Nos estamos aproximando al suceso más profundo con el que una ecología planetaria puede encontrarse, que es la liberación de la vida de la crisálida de la materia. Y nunca ha pasado antes. Los dinosaurios no hicieron esto, ni tampoco las procariotas que emergieron. No. Para esto son necesarios mil millones de años de evolución continua hasta llegar al punto donde la información pueda desprenderse de la matriz material y luego mirar atrás en una modalidad del ser libre de ataduras mientras se eleva a una dimensión superior".

Terence McKenna (1987). Psychedelics before and after History.

Este tecnochamanismo y/o neopaganismo tecnológico consiste en la emergencia de creencias espirituales hermanadas al progreso y al desarrollo informático, fruto de la interrelación de las tecnologías informáticas más recientes con el misticismo y las creencias espirituales más antiguas. Pocos pliegues y torsiones del anillo de Möbius digital resultarán tan evidentes como éste. En el tecnochamanismo tiene lugar una singular actualización del pensamiento místico ancestral, pero que esta vez encuentra su particular paraíso en un nuevo jardín cibernético de placeres terrenales.

En una de las guías/obras de referencia y difusión de este nuevo utopismo tecnológico, Ciberia. La vida en las trincheras del hiperespacio, de Douglas Rushkoff, éste señala una y otra vez cómo la tecnología informática se puede comprender como una extensión del cerebro humano, una extensión en la que éste encuentra su ampliación y superación definitiva de lo material y terrenal.

"Los ciberianos interpretan el desarrollo de la infosfera como la creación de un cerebro global integrado […] En Ciberia, el ordenador es una herramienta pero también una metáfora. Ir colándose de un sistema a otro, y todavía a un tercero, significa descubrir habitaciones y pasadizos secretos que nadie ha recorrido con anterioridad. La red de redes de ordenadores interconectados proporciona la extensión neural electrónica definitiva para la mente en expansión".

Douglas Rushkoff (1995). Cyberia.

Para Rushkoff y para tantos otros autores tecnochamánicos de referencia en el seno de la cibercultura –Timothy Leary, Terence McKenna, Julian Dibbell, Teilhard de Chardin o R.U. Sirius– los seres humanos caminamos –gracias al desarrollo informático– hacia una nueva conciencia planetaria, capaz de adquirir finalmente conciencia del ente vivo que es la Tierra y del cual los seres humanos somos las neuronas.

Portada de la edición original de Cyberia. Life in the Trenches of Hyperspace. Douglas Rushkoff (1995).

"Ciberia es el lugar al que aluden las enseñanzas místicas de todas las religiones, las tangentes teoréticas de todas las ciencias y las especulaciones más arriesgadas de todas las imaginaciones. Ahora, sin embargo, a diferencia del resto de los momentos de la historia, se cree que Ciberia está a nuestro alcance. Las zancadas tecnológicas de nuestra cultura posmoderna, asociadas con el renacimiento de las viejas ideas espirituales, han convencido a un número creciente de personas de que Ciberia es el plano dimensional donde la humanidad pronto se va a encontrar a sí misma".

Douglas Rushkoff (1995). Cyberia.

Paradójicamente, es en la actualidad, con los avances tecnológicos de nuestra cultura posmoderna, cuando un número significativo de individuos ve en el desarrollo de la cultura digital el camino para que la humanidad acceda a su liberación espiritual definitiva.

De acuerdo con las previsiones habituales de algunas de las voces utopistas más destacadas, el desarrollo cibernético dará lugar sin duda a una inteligencia mayor que la humana entre los años 2005 y 2030, momento en el que la vida artificial ultrainteligente asumirá el control de su propio destino y producirá una descendencia cada vez más inteligente a un ritmo cada vez más rápido, lo que dará lugar a una posthumanidad superevolucionada y mejorada tecnológicamente, que encuentra su metáfora ejemplar en la posibilidad de descarga de la conciencia humana en un ordenador. Un proceso éste que podemos encontrar descrito ya con extrema avidez literaria por Hans Moravec.

"Un cirujano robot abre el cráneo de una persona y utilizando resonancias magnéticas de súper alta resolución crea una simulación digital de la arquitectura neural del sujeto. Capa a capa el cerebro es digitalizado y estimulado y durante el proceso, el tejido superfluo se elimina quirúrgicamente. Finalmente el cráneo queda vacío: el robot desconecta todos los sistemas vitales y el cuerpo muere entre convulsiones. Entre tanto, a la conciencia del sujeto todo esto le da igual, moviéndose como un fantasma por el ciberespacio".

Hans Moravec (1988). Mind Children: The Future of Robot and Human Intelligence.

Timothy Leary, "El PC es el LSD de los noventa", es uno de los gurús de la ciberdelia, una de las subculturas digitales basadas en el entrelazamiento de las culturas psicodélica y cibernética.

"A lo largo de la historia, la espiritualidad se ha recluido en lugares específicos [...] ¿Qué le ocurre a lo sagrado en una época en la que las telecomunicaciones ridiculizan el concepto de geografía? Pues que se concentra en los nodos. Los nodos son el equivalente electrónico de los lugares y se dan en cualquier punto donde se crucen dos líneas de comunicación".

Julian Dibbell (1991). Cool Technology.

La estética digital que se manifiesta en un conjunto significativo de comunidades virtuales existentes en Internet, exhibe los ecos del conjunto de los discursos utopistas tratados. Entre todos ellos, destaca por su significación social y cultural el ciberpunk, que permite ser asimismo entendido como uno de los nuevos paradigmas estéticos representativos de la naciente cultura visual digital.

Ciberpunk

El término ciberpunk asume habitualmente significados múltiples e incluso contradictorios. Aunque ha sido utilizado como etiqueta musical, literaria o simplemente de un estilo de moda más entre otros, en su sentido original el ciberpunk hace referencia a una corriente estética de los años ochenta del siglo XX que nace vinculada a la obra literaria y teórica de autores como William Gibson o Bruce Sterling.

Bruce Sterling, novelista y teórico destacado del ciberpunk. Entre sus obras cabe destacar la antología de divulgación básica del ciberpunk, Mirrorshades, y las novelas Islands in the Net, The Hacker Crackdown, SchisMatrix y The Difference Engine.

El ciberpunk nace a partir de un giro particular que efectúa el género literario de la ciencia ficción a partir de mediados de la década de los ochenta. Éste abandona en la obra de Gibson, Sterling, John Shirley o Lewis Shiner su habitual focalización en la literaturización de lejanos mundos futuros o sagas galácticas desde una comprensión triunfante del conocimiento científico, para pasar a centrar su atención de modo obsesivo y pesimista sobre el futuro más inmediato y el impacto que sobre éste tendrán las nuevas tecnologías.

Portada de Mirrorshades (1986), considerada una antología de referencia para la divulgación del género literario de ciencia-ficción ciberpunk.

Mediante un estilo literario generalmente barroco y sobrecargado de neologismos y jerga cibernética, el ciberpunk muestra una sociedad próxima oscura, confusa, caótica y nada complaciente. Sus referencias gráficas y estéticas se encuentran en películas como Blade Runner (1982), revistas de cómic como Heavy Metal o la música de la Velvet Underground.

"De ahí el término ciberpunk, una etiqueta que capta algo crucial del trabajo de esos escritores, algo crucial de la década de los ochenta en su conjunto, esto es, una nueva forma de integración: la superposición de mundos que estaban al principio separados, como el ámbito de la alta tecnología y el submundo moderno del pop".

Bruce Sterling (1986). Mirrorshades.

Se trata de una mirada, la del ciberpunk, visionaria, descreída y amarga sobre el impacto y los efectos que la nueva tecnociencia tendría a corto plazo, crítica con la emergencia de nuevos modos de corrupción institucionalizada y transnacional, así como denunciadora del acrecentamiento de las distancias sociales y del surgimiento de oscuras y nada utópicas formas de vida posthumanas.

Neuromancer (1984) de William Gibson es la referencia básica en el nacimiento del ciberpunk. En esta obra se compendia gran parte de las características fundacionales del movimiento, que después servirán de modelo y referencia central para la definición estética de numerosas comunidades y mundos virtuales.

En Neuromancer asistimos a constantes referencias a formas, a un activismo digital radicalizado contra el poder creciente de las grandes corporaciones, a la comprensión del ciberespacio como un territorio autónomo e independiente de lo real, a una sensibilidad oscura y barroca que exprime la suciedad de lo real, a la corrupción institucionalizada e incluso al surgimiento de formas de vida posthumanas, cuestión desarrollada extensamente en el conjunto de utopías tecnoculturales, y con ecos y resonancias en el conjunto de la estética digital.

Fotogramas de la película Blade Runner (1982), de Ridley Scott, una de las referencias estéticas habituales de los autores ciberpunk

Portada de la novela Neuromancer (1984), de William Gibson, considerada la obra fundacional del género ciberpunk.

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