Democracia electrónica

El voto electrónico no hace la democracia electrónica

La democracia no es un concepto sencillo de abordar aunque vivamos en regímenes democráticos (o precisamente por ello). Para abordar el concepto es necesario avanzar lentamente.

¿Democracia directa o democracia representativa?

Antes de entrar en la discusión de la democracia con o sin bits es necesario detenerse en otra discusión mucho más profunda e histórica. El pensamiento político moderno y los activistas democráticos de diversas épocas se han decantado por dos modelos teóricos de democracia: la directa y la representativa.

No es objetivo de este curso profundizar en esta dialéctica, y entre las lecturas recomendadas hay material para la Reflexión.

Lo que nos interesa es destacar que el modelo de democracia directa se basa en el ejercicio directo de los derechos democráticos por parte de los ciudadanos, mientras que la democracia representativa aboga por la delegación de parte de estos derechos a unos representantes políticos.

Las dimensiones y la complejidad de los estados modernos han jugado a favor de la democracia representativa, la que ejercemos por ejemplo a la hora de escoger representantes políticos. Las democracias directas se desarrollan preferiblemente en ámbitos más restringidos, como pueden ser las asociaciones privadas.

Con el desarrollo de Internet los ciudadanos cuentan por primera vez con una herramienta que, a priori, puede combinar procesos de democracia directa con volúmenes de población y ámbitos geográficos que hasta ahora quedaban restringidos a las democracias representativas.

Éste el punto básico de debate actual. Las posiciones van desde la consideración de Internet como una dimensión al margen de la jurisdicción de los estados (con la vieja guardia de la EFF y la Declaración de Independencia del Ciberespacio a la cabeza) a los intentos de jurisdicción y de extensión de servicios llevados a cabo por diversos organismos gubernamentales del "mundo físico". Con toda una escala intermedia de grises.

Mucho más que votar

Este debate tiene como aliciente añadido el hecho de que se produce en un momento en que casi todas las democracias representativas de los países desarrollados viven un proceso de degradación pública que algunos politicólogos han denominado ya "demoesclerosis". Las prácticas democráticas actuales no sólo precisan un cambio o una adaptación al ciberespacio, sino que el debate está afectando los propios fundamentos del ejercicio actual de la política.

Recordemos que la actividad política se cristaliza en dos procesos bastante diferenciados entre si:

  1. La deliberación, toma de decisiones y seguimiento de la ejecución de las resoluciones. Ciudadanos e instituciones interactúan a través de partidos políticos, lobbies de presión, manifestaciones, procesos electorales, aparato legislativo, ejecutivo y judicial. Las vías de comunicación entre representantes y representados pasan mayoritariamente por los medios de comunicación de masas.
  2. Las relaciones habituales entre los ciudadanos y las instituciones (procesos administrativos y burocracia), que se resuelven principalmente en las ventanillas.

Por lo tanto, ahondar en la democracia electrónica no consiste simplemente en organizar un sistema de votación en formato digital. El tele-voto es un aspecto interesante que puede ser útil en temas como la toma rápida de decisiones colectivas, el ejercicio del derecho al voto sin tener que acceder hasta una urna física, etc. Pero este es sólo un punto en el proceso.

Tal y como describe Pierre Lévy, la democracia electrónica...

...“no consiste en hacer votar instantáneamente unas masas de gente separadas sobre unas propuestas simples que les serían sometidas por algún demagogo electrónico, sino en incitar a la elaboración colectiva y continua de los problemas y a su resolución cooperativa, concreta, lo más cerca posible de los grupos afectados.”

Tomás Maldonado realiza una cuidadosa disección de los instrumentos de poder de la democracia y pone el acento en el hecho de que no se puede hablar de derechos políticos reales sólo por el hecho de poder votar.

Es cierto que el poder político reside en el voto y que es muy importante la capacidad de recibir informaciones y opiniones diversas para deliberar. Pero no se debe obviar la importancia de la capacidad de opinar e informar y, sobretodo, de definir la agenda política, la lista de temas a tratar.

Replantearse la democracia como sistema político (electrónico y/o no) comportaría pensar sistemas para que los ciudadanos pudieran participar en todos los procesos políticos ejercidos. Esto es, en la definición de la agenda política, en el intercambio de información y opinión, en el debate, en la votación y en el seguimiento de la resolución.

Llegados a este punto, podemos imaginar la complejidad del tema y la dificultad para avanzar con pasos concretos. Aunque se estén dando pasos (experimentales, tentativos, idealistas, de cara a la galería) de todo tipo. Pero hay movimiento por parte de los defensores de las dos posiciones básicas:

  1. Los que desean ahondar en la democracia electrónica reforzando la legitimidad de los organismos públicos.
  2. Los que desean ensayar las posibilidades de la democracia digital para disminuir -e incluso eliminar- el alcance de los gobiernos literalmente terrenales.

La bibliografía y las webs recomendadas ofrecen múltiples ejemplos.

La teleadministración

Como hemos visto, otro capítulo del ejercicio de la democracia son las relaciones habituales entre ciudadanos y administración. Si el desprestigio de la clase política es uno de los catalizadores de la demoesclerosis, otro factor de desgaste de la imagen del estado es la idiosincrasia y falta de agilidad de su burocracia.

No es que las administraciones funcionen peor ahora que antes, sino que la paciencia y resignación de los usuarios está disminuyendo.

Las instituciones ya han dado los primeros pasos al respecto. La primera muestra de apoyo al uso administrativo de las redes telemáticas lo dio la Casa Blanca en 1994. Cinco años después vemos en nuestro entorno inmediato como casi todas las administraciones han dado pasos al respecto, si bien bajo una cierta desorientación y una presión electoralista lógica si tenemos en cuenta que estamos hablando de un tema de moda como es Internet. Entre los pasos iniciados cabe destacar la abertura de buzones electrónicos de cargos políticos, el acceso a los diarios oficiales y a la información pública de convocatorias y subvenciones, así como el pago de impuestos y de multas.

Queda, igualmente, un largo camino por recorrer.

Democracia electrónica en entornos digitales

Deberíamos dedicar también nuestra atención a la democracia electrónica practicada en entornos netamente digitales, como pueda ser una comunidad virtual:

Existen procedimientos democráticos normativizados y llevados a cabo mediante votación, como por ejemplo la creación de un grupo de noticias (newsgroup) y USENET.

Existen también diversas aplicaciones que facilitan la emisión y recuento de votos electrónicos en el seno de una lista de correo o una comunidad digital más compleja.

No obstante, las votaciones no son una práctica habitual en Internet, e incluso dentro de USENET se ideó un sistema alternativo para crear grupos de noticias sin que fuera necesaria votación alguna.

Podemos entender esta tendencia a partir de dos motivos básicos:

 

 Contenido complementario
  1. Los ideólogos y pioneros del ciberespacio, sobretodo norteamericanos, tenían un espíritu comunitario y libertario
  2. La inmensa mayoría de espacios digitales en los que se produce una relación continuada (no encuentros fortuitos) tiene una población bastante estable, por lo que el diálogo o el debate acaban siendo la herramienta principal en la toma de decisiones.

Cuando hay posiciones encontradas generalmente se discute hasta llegar a un acuerdo. Y si no se llega al consenso, en muchas ocasiones, cada una de las partes tira adelante con su idea (una actitud bastante hipertextual, todo sea dicho), o ninguna de las dos avanza. Pocas veces se convoca una votación sobre las propuestas.

Por lo que respecta a las otras partes descritas del proceso político (agenda, información, opinión, seguimiento) no cabe duda alguna de que las posibilidades del medio digital juegan a favor de un ejercicio y un control de los derechos políticos en el devenir digital. Dicho proceso no está exento de manipulaciones, malversaciones, fraudes, etc., como tampoco lo están las democracias representativas o las organizaciones asamblearias, para poner dos casos; pero la capacidad de seguimiento, participación y acción son realmente altas, en ámbitos como los que han existido hasta hoy.


Está por ver qué pasará cuando haya decenas de miles de personas en una misma comunidad democrática. Habrá que ver si éste tipo de estructuras es posible y si los ciudadanos digitales están interesados en participar en ellas.

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