Además de los estilos de aprendizaje, existen otros factores actitudinales que condicionan el aprendizaje. Se trata de rasgos de la personalidad como la resistencia, la tolerancia a la ambigüedad o, el más importante de todos, la motivación.
Una definición del concepto de motivación puede ser el deseo de resolver problemas o proporcionar soluciones de un tipo determinado. Esta actitud resulta imprescindible para la manifestación de las aptitudes. Además de las actitudes relacionadas con cada tipo de problema, existe un factor actitudinal especial, que no se refiere a ningún tipo de contenido específico: la curiosidad. La curiosidad es una actitud potenciadora de la transferencia entre diferentes contenidos.
Desde una perspectiva psicologicofilosófica, aptitudes y actitudes son elementos perfectamente diferenciables. Una habilidad y un deseo son cosas diferentes. Pero, por claro que parezca, desde la perspectiva educativa se pueden confundir las aptitudes y las actitudes. El desarrollo de una habilidad potencia el deseo de resolver problemas mediante esta habilidad. Al mismo tiempo, el deseo de resolver un determinado tipo de problemas, es decir, la motivación, es el mayor facilitador que existe para desarrollar una aptitud.
Los juicios emitidos por personas cercanas al individuo son un ejemplo perfecto de confusión entre aptitudes y actitudes. Los juicios evalúan comportamientos habituales. Una persona resuelve habitualmente problemas de un tipo determinado porque puede resolverlos, es decir, porque dispone de la aptitud para ello. Por otro lado, si lo hace de manera habitual es porque le gusta hacerlo, es decir, porque siente a menudo el deseo de resolver problemas de este tipo. Además, la persona debe tener la oportunidad de resolver los problemas. Si el contexto no le es favorable, puede parecer que no dispone de la aptitud o la actitud necesarias.
Otra manera de definir la motivación es como el conjunto de procesos implicados en la acción, orientación y mantenimiento de una conducta. Desde esta perspectiva, el concepto se relaciona con las metas de quien aprende, con el interés que el educador es capaz de despertar, y con los sistemas de refuerzos positivos, sin olvidar que también se trata de una cuestión de valores, tanto del educando como del educador.
En la relación entre motivación y aprendizaje confluyen dos vertientes:
- los elementos actitudinales que forman parte de la capacidad individual, y
- las estrategias motivacionales del ambiente formativo.
En principio, cuando el propio sujeto genera los procesos motivacionales, se habla de motivación interna. A pesar de esto, una persona puede llegar a encontrarse intrínsecamente motivada por un aprendizaje que no la atraía, o que sólo valoraba por motivos sociales o económicos (motivación externa). Los principios que regulan el paso de una motivación externa a una interna son:
- El hecho de que el educando no se sienta forzado a aprender.
- El hecho de que el educando disponga de la ocasión de percibir que es competente en la realización de la actividad.
El profesional de la salud encargado de un programa formativo puede utilizar procedimientos motivacionales como los siguientes para despertar la atención y conseguir que las personas participen y se impliquen:
- Para incitar el interés, algunas estrategias útiles son:
- Explicar la importancia del tema.
- Relacionar los objetivos del programa con las necesidades de los participantes.
- Plantear actividades que tengan una aplicabilidad posterior.
- Aprovechar los recursos del lenguaje corporal y de la voz.
- Para activar la curiosidad, se pueden utilizar los siguientes recursos:
- Modificar el medio físico donde se desarrollan las actividades formativas.
- Presentar recursos didácticos variados.
- Plantear cuestiones que presupongan consecuencias no esperadas.
- Diseñar actividades que estimulen la necesidad de obtener más información.
- Para incrementar las expectativas de éxito, existen las siguientes técnicas:
- Especificar con claridad los requisitos para conseguir los resultados propuestos, en la secuencia adecuada.
- Utilizar organizadores de carácter expositivo y comparativo.
- Aplicar sistemas que permitan el control personal de los avances en el aprendizaje.
- Emplear refuerzos que demuestren la relación entre el esfuerzo personal y los resultados obtenidos.
- Para conseguir un uso adecuado del refuerzo, se pueden citar algunas estrategias:
- Vigilar que el refuerzo siga inmediatamente a la conducta.
- Tener presente que muchos refuerzos pequeños son más eficaces para la formación que uno grande.
- Utilizar refuerzos internos de la propia tarea realizada más que externos.
- Recordar que el elogio verbal de la tarea desarrollada es uno de los refuerzos internos más eficaces.
El diseño motivacional se debe planificar siempre al principio de la actividad formativa. De esta manera, se conseguirá la provocación de conductas de esfuerzo en los sujetos y el mantenimiento de estas conductas a lo largo de todo el proceso de aprendizaje.