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La evaluación del aprendizaje

La definición clásica de evaluación dice que se trata del proceso cuya finalidad es determinar hasta qué punto se han conseguido unos objetivos previamente establecidos. Para llevar a cabo la evaluación, es preciso que los objetivos se hayan formulado de manera operativa. La redacción se debe realizar en términos de conductas o comportamientos que los discentes deberían realizar para inferir la adquisición de los objetivos.

Actualmente, se considera que la definición clásica de evaluación es demasiado restrictiva, porque queda relegada a la etapa final del proceso formativo. Se admite que el objetivo principal de una evaluación es analizar hasta qué punto el programa educativo ha conseguido satisfacer las necesidades de formación que lo originaron, tanto a nivel de conocimientos, como de actitudes y habilidades.

El desarrollo del concepto establece cuatro componentes presentes en toda actividad evaluativa:

  1. La evaluación es un proceso sistemático. El proceso consta de cierto número de actos evaluativos que interaccionan entre ellos. Como todo proceso de actuación, la evaluación presenta una serie de fases, que son las siguientes:
    1. La fase de planificación consiste en determinar:
      • el objeto de evaluación y su finalidad;
      • los criterios referenciales que se utilizarán para valorar la información;
      • el momento en que resulta necesario disponer de los resultados de la evaluación;
      • el papel de los diferentes protagonistas de la evaluación;
      • la información que se recogerá y el tipo de procedimiento que se utilizará.
    2. En la fase de ejecución, la tarea se centra en los dos aspectos siguientes:
      • La selección o elaboración de los instrumentos necesarios para la recogida de información.
      • La aplicación de los instrumentos.
    3. La fase final se ocupa de:
      • la valoración de la información obtenida;
      • la elaboración del informe de evaluación.

  2. La evaluación exige una recogida de información. En primer lugar, el concepto de evaluación debe quedar totalmente diferenciado del de medición. En el proceso evaluativo, la medición se ocupa de la recogida de datos. Medir es asignar a una entidad un valor numérico indicador de un atributo. La medición se preocupa por la calidad técnica de la información recogida, es decir, por los posibles problemas de fiabilidad y de validez.
  3. La evaluación, en cambio, indica la información que hay que recoger, y compara después los datos con las normas establecidas. Dicho de otra manera, evaluar es valorar los datos en función de unos parámetros criteriales. Por lo tanto, la medición es una actividad necesaria, pero no suficiente, de la evaluación.

    Los aspectos técnicos de la evaluación son los procedimientos que se utilizan para recoger información sobre los resultados del aprendizaje. En los contextos tradicionales, los más corrientes son las puebas objetivas y las pruebas de ensayo. En el ámbito de la educación para la salud, resultan más adecuadas las pruebas de ejecución o situacionales. La estructura de estas pruebas simula al máximo una situación real que el individuo debe resolver, sea una técnica o un caso problemático.

    Es importante esforzarse en utilizar una variedad de técnicas evaluativas. La razón fundamental es que los aspectos que hay que medir en el campo de la formación son tan complejos, que un único procedimiento difícilmente reflejará de manera satisfactoria el elemento o elementos que se desean valorar.

    Otra cuestión que hay que determinar es la de la otra persona encargada de recoger la información. En la mayoría de las situaciones de aprendizaje, el docente es el encargado de desempeñar esta tarea. A pesar de todo, ésta no es la auténtica alternativa. También puede evaluar una persona ajena al proceso formativo, o el propio discente. El ámbito de la educación para la salud, que puede superar el tradicional carácter sancionador de la evaluación, es capaz de establecer un marco adecuado para la autoevaluación. La apreciación del adulto sobre su propio rendimiento puede ser tanto o más representativa de la realidad que los resultados de una prueba o el juicio del docente.

  4. La evaluación supone la emisión de juicios de valor. La emisión de un juicio de valor implica disponer de unos criterios de evaluación. Los criterios de evaluación son los que determinan los aspectos que se tomarán en consideración para diferenciar los éxitos de los fracasos. En el proceso evaluativo intervienen una gran cantidad de juicios de valor. Los resultados de evaluación dependerán de cuáles sean los criterios escogidos.
  5. Para emitir un juicio de valor, es preciso determinar antes los siguientes aspectos:

    • Los criterios de valoración, es decir, los aspectos que se valorarán de la entidad que se está evaluando.
    • Los niveles de corrección que deben alcanzar los criterios.

    Según se establezca el patrón de comparación, la evaluación será normativa o criterial:

    • En el caso de la evaluación normativa, se valora lo que la persona sabe o sabe hacer comparándolo con lo que sabe o sabe hacer un grupo de personas de referencia. La valoración depende en este caso del nivel promedio que presenta el grupo elegido. La evaluación normativa resulta útil cuando el objetivo de la evaluación es una selección de personas.
    • En la evaluación criterial, la valoración se realiza comparando la información que se tiene del sujeto con algún nivel de realización esperado o deseado. Normalmente, el criterio de evaluación son los objetivos instructivos. En una evaluación criterial, hay que especificar el nivel de dominio que el individuo debe demostrar para recibir una valoración positiva. Los resultados de las evaluaciones criteriales cuestionan directamente el proceso instructivo realizado, en relación con los objetivos planteados.

    Los juicios de valor no se deben emitir únicamente sobre los objetivos del programa, como se hacía tradicionalmente. Es necesario que la evaluación considere todos los efectos posibles del programa, no sólo los resultados pretendidos. Es importante analizar hasta qué punto el programa ha satisfecho las necesidades formativas de los participantes y se ha adecuado a las expectativas y valores del contexto educativo. Los efectos no esperados pueden ser, incluso, más interesantes que los objetivos formales.

  6. La evaluación se halla al servicio de la toma de decisiones. La finalidad de la evaluación es el tipo de decisión que debe ayudar a tomar. El evaluador debe escoger, entre una variedad de información posible, la que resulte relevante para tomar la decisión de que se trate. Un dato que puede ser útil en una decisión puede no serlo para otra.
  7. En el proceso instructivo, existen tres tipos de evaluaciones en función de las decisiones que se deben tomar:

    • La finalidad de la evaluación diagnóstica es ajustar el punto de partida del proceso de aprendizaje a los niveles de conocimientos, habilidades y expectativas del grupo. Se trata de prevenir un posible fracaso instructivo por falta de adecuación entre las exigencias de los objetivos y las características de los sujetos.
    • La finalidad de la evaluación formativa es el perfeccionamiento del proceso instructivo durante su mismo desarrollo, detectando los errores que todavía se pueden evitar. Desde el punto de vista de los participantes, la evaluación formativa es muy motivadora, en la medida en que impide la acumulación de dificultades.
    • La finalidad de la evaluación sumativa es determinar la eficacia total del proceso mediante la calificación de los niveles de aprendizaje finales conseguidos por los participantes. Las decisiones que hay que tomar en función de los resultados evaluativos pueden hacer referencia a los propios discentes o al programa de formación.

Bibliografía sugerida

Así pues, el proceso evaluativo resulta ser el principio y el final del proceso de aprendizaje.

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