Existe un gran número de definiciones en torno a los conceptos de educación para la salud y de educación sanitaria. Pero básicamente se pueden agrupar en dos corrientes ideológicas:
- Las que consideran que cada sector de intervención (hospital, lugar de trabajo, escuela, etc.) necesita una definición propia que tenga en cuenta las características específicas de cada sector.
- Las que piensan que el proceso de educación para la salud o educación sanitaria es lo mismo, independientemente del ámbito de intervención.
Entre estas dos corrientes podemos situar la definición de Alessandro Seppilli, recogida en Bartoli (1989):
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"La educación sanitaria es una intervención social, que tiende a modificar, de manera consciente y duradera, el comportamiento en relación con la salud. Presupone el conocimiento del patrimonio cultural del grupo y la determinación de sus intereses subjetivos", y añade también que "es un proceso de comunicación interpersonal dirigido a proporcionar la información necesaria para un examen crítico de los problemas de salud de los grupos sociales e individuos en la elección de comportamientos que inciden directa o indirectamente sobre la salud física y psíquica de las personas y la colectividad".
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Examinemos las diferentes partes de la definición:
- La educación sanitaria se plantea en términos de una intervención social que pretende generar cambios en el comportamiento de las personas en relación con su salud. Pero estos cambios deben ser adoptados de manera consciente por parte de las personas para que pasen a formar parte de su comportamiento habitual.
- Conocer el patrimonio cultural del grupo y sus intereses resulta imprescindible para establecer un proceso de comunicación que signifique algo más que la transmisión de conocimientos y de información sanitaria. Ningún grupo aceptará adoptar un comportamiento que no armonice con sus representaciones culturales. Por ejemplo, hace unos años, y todavía hoy en algunos contextos, era muy difícil que las madres accedieran a bañar a los niños cuando éstos tenían fiebre, ya que se consideraba que los contrastes de frío y calor eran perjudiciales.
Seppilli no plantea establecer este proceso de comunicación únicamente para facilitar que las poblaciones acepten las recomendaciones sanitarias, sino que, para él y para los científicos sociales de la escuela de Perusa, lo realmente importante es que esta educación contribuya a que sean las mismas comunidades las que evalúen sus problemas de salud de manera crítica y decidan qué comportamientos les resultan más adecuados.
Entienden que la educación sanitaria no se debe caracterizar por la confrontación de los saberes de los profesionales de la salud con los populares, sino por una relación que permita la circulación de los diferentes saberes y la negociación constante entre los profesionales y los grupos de población. Esto sólo es posible a partir de una metodología que tenga como base el diálogo (metodología dialógica).