A menudo, las quejas de los profesionales de la salud se refieren al hecho de que, a pesar de sus esfuerzos para educar a la población, ésta no sigue sus orientaciones. Desde los estamentos sanitarios es difícil comprender por qué los usuarios, a pesar de conocer los riesgos que presentan determinados hábitos o estilos de vida, no son capaces de cambiarlos. ¿Por qué es tan difícil seguir la dieta prescrita o hacer ejercicio?
Para responder a esta pregunta es necesario revisar el concepto de estilos de vida.
Este concepto proviene de las ciencias sociales, y fue utilizado por Max Weber y por Karl Marx. En sus orientaciones, consistía en un concepto holístico, ya que, a partir de los comportamientos de las personas como miembros de un grupo, se podía observar la globalidad de la cultura, que se expresaba a partir de los estilos de vida particulares.
La manera como la epidemiología ha utilizado el concepto de estilos de vida ha significado la reducción de una expresión de la cultura colectiva a una conducta individual de riesgo, ignorando su articulación ideológica y material con las estructuras sociales. Se acostumbra a pensar, por ejemplo, que un alcohólico o un fumador son libres para escoger si quieren cambiar de hábitos o no. En cualquier caso, si es necesario, el sistema sanitario les podría proporcionar apoyo, pero la decisión y la responsabilidad recae sobre ellos.
El sistema sanitario ha colocado en los estilos de vida de las personas la causa de las posibles enfermedades que sufrirán o que ya sufren. De esta manera, al individualizar la responsabilidad del riesgo, se culpabiliza al mismo enfermo de su situación de salud. Por lo tanto, el objetivo sanitario es intentar que cambie sus hábitos.