El incremento de precios es una consecuencia no deseada en el crecimiento de las economías, que afecta decisivamente a los comportamientos de los consumidores en los mercados. Esto es así porque los precios no aumentan en la misma proporción en todos los productos, con lo que unos se encarecen más que otros, de modo que los consumidores se ven presionados a adquirir los bienes relativamente más baratos, aunque no tan deseados. Así, una de las consecuencias negativas de la inflación es la distorsión del comportamiento de los distintos agentes económicos.
En este sentido, no sólo tiene efectos sobre el consumo, sino también sobre el ahorro y la inversión, con lo que provoca distorsiones en la distribución de la renta, porque los activos, ya sean financieros o reales, que permiten protegerse de la inflación no siempre están al alcance de los más pobres (ya sea por cantidad de capital necesario para realizar las inversiones, ya sea por un menor conocimiento de los mercados). El aumento de precios puede deberse a distintas razones y las soluciones, por tanto, también deberán ser distintas.
La medición de la inflación se ha convertido en una necesidad clave en las economías modernas; se ha convertido en el indicador más relevante para los agentes sociales que deben conocer los crecimientos reales de la producción, es decir, el crecimiento del PIB sin tener en cuenta el incremento en valores absolutos por el efecto del incremento de los precios.
Podemos distinguir dos tipos de inflación por las causas que la provocan: la inflación de costes y la inflación de demanda.
La inflación de costes
Sus causas fundamentales son las siguientes:
- el aumento de los precios del petróleo;
- los incrementos salariales;
- la depreciación de la moneda nacional;
- el aumento de los tipos de interés.
Como vemos, todos estos factores implican mayores costes para las empresas debido a:
- la adquisición de productos energéticos como el petróleo;
- los incrementos de sueldo de los empleados;
- el aumento de los precios a la importación;
- la depreciación de la moneda;
- las presiones alcistas en los tipos de interés que encarecen la financiación.
Todo ello implica menores márgenes empresariales si se mantienen los precios de venta finales, pero el empresario intentará mantener su beneficio mediante las siguientes estrategias: