Refrescos Plami
Durante la primera mitad del siglo XX, muchas empresas familiares necesitaban anunciar sus productos. Esta publicidad se
daba en un ámbito habitualmente local, o como máximo comarcal, ya que con los recursos
económicos de los que se disponía no bastaba para hacer difusión a escala nacional.
Estas piezas habitualmente reunían todos los productos que la empresa tenía en venta,
ya que de esta manera, mediante un solo anuncio, se conseguía la difusión de todo
aquello que comercializaba la industria. Éste es el caso de Planas Mitjà, una compañía
de refrescos ubicada en Banyoles que, con esta pieza, daba a conocer todos sus productos:
los refrescos Plami. Hay que señalar la mezcla de la lengua española y de la lengua
inglesa como muestra de modernidad, y también la utilización de personajes de cuento,
como los duendes, en clara alusión al público objetivo al cual se dirigía el producto.
Cinturones Hickok
El espíritu de la Segunda Guerra Mundial y la sombra de Hitler o de Tojo era algo
que continuaba planeando sobre las estrategias creativas de la publicidad americana
de finales de los años cuarenta. Los cinturones Hickok utilizan como argumento de
venta la posibilidad de maltratar con la pieza anunciada a dos de los personajes más
odiados en el imaginario colectivo de Estados Unidos. La expresión de dolor en el
rostro de los dos es una razón lo bastante poderosa para instar a los compradores
a adquirir el producto. Hay que señalar que otra de las reasons-why utilizadas es el hecho de que, tal y como explica el texto, el anunciante sirve,
en primer lugar, al país y, en segundo lugar, a los clientes, mediante su trabajo
cotidiano. Destaca especialmente el eslogan de la pieza: Hickok, cuando las tareas
de guerra se convierten en lo primero. Vale decir que la compañía mantuvo esta estrategia
hasta bien entrados los años cincuenta, cuando la manía anticomunista constituía una
de las inquietudes más manifiestas del país.
Pepsi-Cola Light y Pepsi-Cola
Hacia la mitad de los años cincuenta, Pepsi lanza al mercado un producto bajo en calorías.
El producto en cuestión tiene una composición idéntica a la del tradicional, pero
con menos azúcar. El público objetivo son las mujeres jóvenes seguidoras de un estilo
de vida moderno en el que la música, el ocio y la diversión se convierten en elementos
fundamentales. En la imagen, podemos ver a un hombre que parece que se insinúa a una
joven aparentemente enfadada, hecho que se ve confirmado por el eslogan vía libre
para encapricharse. Pepsi utiliza el recurso de la ilustración, muy cultivado en los
años cuarenta, en una estrategia que hace pasar al producto a segundo plano, de manera
que lo verdaderamente importante es la situación que revela el anuncio: el espíritu
indomable y al mismo tiempo seductor de la juventud. De este modo, la Pepsi-Cola tradicional
se continúa anunciando como una bebida joven, fresca, presente en los momentos de
ocio de la juventud de entonces. La pieza presenta una campaña que adopta la fisonomía
del cómic infantil, mostrando una situación de fiesta donde chicos y chicas bailan
al compás de la música. La vinculación emocional del producto con conceptos como la
juventud o los momentos felices son argumentos ampliamente utilizados, tanto por Pepsi-Cola
como por Coca-Cola, hasta bien entrada la década de los ochenta, cuando las dos marcas
adoptan estrategias claramente diferenciadas. El principal argumento de venta, pues,
en ambos casos, es el del triunfo absoluto de la diversión y de las emociones por
encima de cualquier otro elemento.
Ropa interior masculina
El final de la Segunda Guerra Mundial comporta, entre otros grandes cambios sociales,
una transformación absoluta en los patrones de la moda imperante hasta entonces. Este
cambio rebasa las fronteras del atavío externo para llegar a la ropa interior, tanto
para los hombres como para las mujeres. En el caso masculino, los calzoncillos se
acortan y dan lugar a los boxers, y las camisetas interiores se transforman en camisetas de manga corta o de tirantes.
En el anuncio, que se publicó en revistas tanto masculinas como femeninas, se muestra
a un hombre que recomienda a los lectores que se sientan como un millón más de compradores.
Con una ilustración, recurso muy habitual en la época, se hace alusión al hecho de
que el uso de las denominadas bragas largas es obsoleto. De esta manera, por medio de argumentos emocionales, Jockey anuncia
los distintos modelos de la temporada.
El poder persuasivo de las estrellas
Durante las décadas de los cuarenta y de los cincuenta, el uso de las estrellas más
famosas del momento era un poderoso argumento de venta, y la publicidad no tardó en
recurrir al mismo. Las actrices servían mayoritariamente como prescriptoras de productos
de belleza, pero también de viajes exóticos, de grandes almacenes o de productos para
el hogar. Elizabeth Taylor fue, sin duda, una de las imágenes más utilizadas en los
anuncios de la época. Sin embargo, parece que ella nunca dio permiso para que se utilizaran
fotografías suyas y, consecuentemente, nunca percibió nada a cambio. En las imágenes
vemos cómo Liz Taylor, entre otras, se hace prescriptora de distintas marcas de cosmética,
entre las cuales destaca Max Factor. La denominada estrategia del famoso es uno de los caminos creativos más utilizados en publicidad. Actualmente, aparte
de la publicidad convencional, la publicidad no convencional la ha hecho suya por
medio de la fórmula del emplazamiento de producto (product placement).
La amenaza en la era atómica
En Estados Unidos, los años cincuenta se caracterizaron por la obsesión colectiva
sobre la existencia de un enemigo en la sombra que controlaba cada movimiento del
ciudadano. El Big Brother se encarnó en la existencia de un estado que vigilaba constantemente a la sociedad
con el objetivo de evitar la amenaza comunista. La guerra de Vietnam y la hipotética
invasión de América acabaron generando un estado de verdadera histeria social que
se tradujo en la necesidad de buscar refugio ante posibles ataques atómicos. Gafas
que incorporaban rayos X para poder constatar que los vecinos no escondían pistolas
bajo la ropa o casas antibombardeo, dotadas de las mismas características técnicas
que los búnkeres, eran algunos de los productos que se anunciaban en las revistas
norteamericanas de aquellos años. Los reclamos utilizados eran, obviamente, alarmistas
y puramente emocionales, y aludían a hechos imposibles y a situaciones improbables,
tal y como vemos en estos anuncios. Hay que destacar el cartel del Big Brother, un argumento propagandístico que ha llegado a nuestros días y que ha rebasado las
fronteras políticas para ir a parar al ámbito propiamente publicitario (como en el
caso de la campaña Macintosh, considerada la mejor de la historia), al del cine (como
por ejemplo El show de Truman) o al de la televisión (como por ejemplo Gran Hermano y programas similares).
Siempre joven
Este anuncio, que se publicó en un diario norteamericano de principios de los años
cincuenta, pone de manifiesto dos cosas: la primera, que sólo los grandes anunciantes
de la época invertían en estrategias publicitarias cuidadosas, y la segunda, que el
culto al cuerpo y, por extensión, la cirugía estética empezaban a ser prácticas bastante
habituales entre las mujeres ya en aquella época. Mediante un discurso más propio
de un charlatán que de un proceso de creatividad publicitaria del momento, el anuncio
insta a las mujeres a utilizar un producto que pondrá fin a la degeneración de su
rostro, las patas de gallo, los signos de cansancio, etc. El producto se manifiesta
como alternativa a la cirugía plástica y utiliza argumentos puramente emocionales.
Hay que señalar que, en este sentido, los recursos del anunciante resultan más bien
escasos, vistas las características de la pieza.
Camel
La marca tabaquera abandona la estrategia seudocientífica y opta por potenciar lo
que había sido hasta entonces parte de su identidad visual: un camello. A principios
de los años cincuenta, el camello adopta rasgos más humanos, es bautizado con el nombre
de Joe y pasa a ser representado en distintas situaciones, habitualmente vinculadas a momentos
de ocio y de relajación. Esta vía creativa es utilizada por multitud de anunciantes,
que no dudan en crear mascotas propias como símbolos identificadores de sus productos.
En los años noventa, coincidiendo con el movimiento social contrario al tabaco, el
camello Joe tuvo que ser sustituido por un icono un poco más discreto, ya que el que
se había utilizado hasta entonces era tan amable que captaba poderosamente la atención
de los niños y los incitaba al consumo precoz de tabaco. De esta manera, Camel tuvo
que volver al minimalismo de sus orígenes en relación con su mascota.
Perrier
Ésta es una de las imágenes más celebradas con respecto a la iconografía publicitaria
de la marca francesa. Heredero directo de la más pura tradición cartelista, por medio
de un juego de formas y colores, el anuncio es capaz de transmitir la USP del producto.
La estrategia juega con la ironía de la pregunta ¿Loco de sed?, y encuentra la respuesta
inmediata en el producto que reposa al pie de los amantes y que proyecta su sombra
de manera paralela a la de los cuerpos. La simplicidad creativa es uno de los elementos
más poderosos de la pieza.