Esta visión de los procesos de salud-enfermedad en relación con las variables sociales y culturales hace necesaria una epidemiología social, que incorpore estos elementos más allá de las categorías biomédicas. Aunque es cierto que desde la biomedicina se han realizado y se realizan trabajos de epidemiología social, éstos todavía son minoritarios y muchas veces ignoran la voz de los afectados.
En consecuencia, la clave del análisis epidemiológico se debe situar en la explicación de los factores socioculturales, enmarcándolos en un proceso histórico y en un contexto concreto, poniendo al descubierto las relaciones sociales implicadas en los procesos de salud, enfermedad y atención. Este hecho es precisamente el que convierte la salud y la enfermedad en procesos sociales en sí mismos y hace que sea necesaria una concepción de salud colectiva que vaya más allá de los casos y experiencias individuales.
La antropología puede efectuar aportaciones teóricas y metodológicas importantes en este aspecto. La propuesta es trabajar a partir de unidades formadas por grupos naturales o sociales, y no a partir de conglomerados estadísiticos que esconden las diferencias que se dan en el interior de los grupos.