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Creencias y textos funerarios |
El fondo de algunos sarcófagos de las Dinastías XI y XII procedentes específicamente de la localidad de Deir el-Bersha, en el Egipto Medio (nomo XV), presenta una serie de textos conocidos como el Libro de los Dos Caminos. En ellos se describe el viaje del difunto a través de dos caminos que conducen al más allá, ambos vigilados por guardianes terribles y rodeados de peligros y de monstruos. Uno es un camino de agua, de color turquesa, nocturno, que conduce al "Campo de la Felicidad", donde gobierna Osiris; el difunto es guiado por Tot, el dios-luna, con el que acaba identificándose. El otro es un camino de tierra entre extensiones de agua, de color negro, diurno; el difunto avanza por él en la barca de Re, el Sol, con el que acaba también identificándose. El destino último del periplo es la residencia de Horus el Viejo, "el Gran Dios del cielo, señor de todo el cielo, aquel cuyo ojo derecho es el sol y el izquierdo la luna". De alguna forma, el Libro de los Dos Caminos presenta una síntesis entre dos "modos" de resurrección, el terrestre y el solar, antes excluyentes y ahora sentidos como complementarios y necesarios. Por otra parte, la descripción del periplo, de la topografía y de las criaturas del más allá anuncia el contenido de los grandes libros de ultratumba del Reino Nuevo. Aparte de los Textos de los Sarcófagos propiamente dichos, los sarcófagos del I Periodo Intermedio y del Reino Medio incorporan también la antigua fórmula de ofrendas de los particulares del Reino Antiguo (cf. supra), con algunas modificaciones sustanciales. Ahora, por ejemplo, no son el rey y los dioses funerarios los que dan las ofrendas, sino que es sólo el rey quien las entrega a éstos u otros dioses, para que, a su vez, éstos las transmitan al difunto. Además de en los sarcófagos, la fórmula sigue encontrándose también en estelas funerarias de piedra colocadas en las tumbas. He aquí un ejemplo de estela funeraria del Reino Medio: "1Una ofrenda que da el rey (a) Osiris, señor de Dyedu, el Gran Dios, señor de Abedyu, 2(para que él dé) una ofrenda invocada de pan, cerveza, carne de buey, aves, alabastro, lino y toda suerte de cosas buenas y puras con las que vive un dios al ka del 3imaju, supervisor de cámara, Amenemhat, justo de voz" 2.6 El Libro de los Muertos del Reino Nuevo y de la Baja Época.
Parece que el Libro de los Muertos nació para uso regio, a juzgar por los ejemplares más antiguos que poseemos, que proceden del Valle de las Reinas, en la necrópolis de Tebas, y datan de fines de la Dinastía XVII (final del II Periodo Intermedio). Se trata de textos compuestos para miembros de la familia real, escritos sobre los sudarios o vendas que cubrían sus cuerpos. Pero muy pronto su uso se extendió a todas las capas sociales: de nuevo, el Libro de los Muertos estuvo al alcance de todo aquel que pudo costeárselo, que fue mucha gente, habida cuenta del tipo de soporte. Tan extendido llegó a estar, que hubo auténticas "fábricas funerarias" de libros de los muertos: los rollos se preparaban de manera estándar, y en los pasajes donde tenía que ir el nombre del difunto se dejaban espacios en blanco; cuando un comprador adquiría uno, se añadía su nombre en esos espacios. Era importante memorizar bien las fórmulas, porque su simple conocimiento bastaba para hacer real su contenido. En todo caso, todo egipcio se llevaba consigo al sepulcro su ejemplar, como soporte para la memoria y porque también el poder mágico de la palabra escrita podía ayudarle. Una vez más, en efecto, el viaje hacia y por el más allá estaba plagado de peligros y había que sortearlos y alejarlos, para lo cual era preciso conocerlos y conjurarlos. Los primeros ejemplares "canónicos", privados y sobre papiro, del Libro de los Muertos datan de comienzos del Reino Nuevo (principios de la Dinastía XVIII, hacia 1550 a.C.). |
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