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Creencias y textos funerarios |
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El contenido del Libro de los Muertos vuelve a ser "universal" y sincrético: vale para todos los hombres, desde el faraón hasta el último de sus súbditos, y presenta un más allá único pero dual, subterráneo y celeste a la vez, donde gobiernan complementariamente Osiris y Re, cada uno en su ámbito y con su función. El contenido del Libro de los Muertos se ha dividido convencionalmente en cinco partes. La primera (capítulos 1 a 16) trata del camino del cortejo fúnebre hacia la necrópolis. El primer capítulo consiste en una oración a las divinidades del otro mundo para que acojan bien al difunto. |
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El capítulo 2.6 recoge la fórmula que permitía al difunto eludir en el más allá las prestaciones obligatorias de trabajo a las que, en cambio, todo súbdito estaba sujeto en vida. Esta fórmula se escribía también sobre los ushebtis, estatuillas de campesinos con azadas en las manos que, incluidas en el ajuar funerario, debían sustituir al difunto en esos trabajos (ushebti = "el que responde", o sea, el que acude cuando se le llama). |
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La segunda parte del Libro de los Muertos (caps. 17 a 63) trata de la regeneración del difunto. La salida de éste a la luz del día se compara con la salida del Sol al alba: el difunto se regenera, al alba, en el Sol triunfante, con el que se identifica. El muerto hace suyas las palabras de las divinidades solares, creadoras del mundo. |
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Otras fórmulas contribuían a regenerar al difunto, purificándolo, devolviéndole su individualidad, su poder mágico, su corazón y su nombre, e impidiendo que los gusanos devoraran su cuerpo o que su carne se pudriera. También lo protegían de animales maléficos, como serpientes, cocodrilos o insectos. El corazón era la sede de la memoria, y era devuelto al difunto para que testificara sobre su conducta en vida ante el tribunal de Osiris. Por eso, una fórmula lo conjuraba para que no testificara en contra del difunto. Es la misma fórmula que aparece grabada en los escarabeos del corazón, que se colocaban en la momia a la altura del corazón con fines profilácticos. |
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La tercera parte del Libro de los Muertos (caps. 64 a 129) es la más extensa y trata de la "salida al día" y resurrección del difunto. Tras haberse regenerado, éste puede exclamar. |
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La "salida al día" se ha hecho efectiva y el difunto, liberado de todo impedimento y reintegrado, puede volver a la tierra. Una serie de fórmulas le permiten metamorfosearse en distintas criaturas divinas o animales o en una flor de loto, para poder salir más fácilmente de la tumba y volver a la tierra. Pero el capítulo más importante de esta tercera parte es, sin duda, el del juicio osiríaco. El difunto es conducido por Anubis a la "sala de las dos Maat", la sala del tribunal de Osiris. Ante los 42 dioses-jueces que componen este tribunal, cada uno de los cuales juzga y penaliza una culpa, el difunto tiene que pasar la prueba de la "psicostasia", o "pesada del alma" en la balanza de la justicia. Anubis o Horus colocan en un plato de la balanza el corazón del difunto, sede de su conciencia y de su memoria, y en el otro una estatuilla o la pluma de la diosa Maat, la Verdad. Tot, el dios escriba, controla el proceso y toma nota del resultado. El difunto hace entonces lo que se conoce como "confesión negativa", es decir, enumera, uno por uno, de acuerdo con los 42 jueces, 42 pecados que no ha cometido. Si el corazón pesa demasiado a causa de los pecados y hace descender el plato de la balanza, el difunto es devorado por un monstruo medio hipopótamo y medio león, la "Devoradora", y anulado por toda la eternidad. Si, en cambio, es hallado "justo de voz", entonces Osiris decreta que sea admitido en los Campos de los Juncos, el idílico más allá del que es señor. En la "confesión negativa", el difunto se dirige primero a Osiris y después, uno por uno, a los 42 jueces. |
La cuarta parte del Libro de los Muertos (capítulos 130 a 162) trata del mundo subterráneo. Unas fórmulas dan cuenta del viaje del difunto, identificado con Re, por el más allá, mientras que otras contienen una descripción topográfica del reino de ultratumba. Otras más estaban destinadas a la protección del difunto y de las varias partes de su cuerpo: son las fórmulas relacionadas con la máscara funeraria (la "cabeza misteriosa") y los amuletos. La presencia de una y otros en la momia contribuía a reforzar el poder mágico profiláctico del texto. Finalmente, un capítulo se ocupaba de la protección de la tumba: la viñeta que lo ilustra muestra la planta de la cámara funeraria, con la disposición exacta del sarcófago y de las estatuillas y amuletos protectores. Finalmente, la quinta y última parte del corpus (capítulos 163 a 192) recoge fórmulas diversas de homenaje a Osiris-Re, el nuevo dios sincrético de ultratumba (Osiris como forma de Re, en su viaje nocturno por el mundo subterráneo) y a Amón-Re, el dios funerario de Tebas. El capítulo más importante de esta parte es, sin embargo, el 175, un capítulo teológico-escatológico en el que se habla, sin desvelarlo, del "pecado" cometido por los "hijos de Nut", Osiris, Isis, Set y Neftis, que es causa de su eterna lucha y que ha relegado a Osiris al mundo de los muertos, y se recoge el monólogo escatológico de Atum, según el cual, después de millones de años, se producirá un diluvio universal que volverá a sumergir la tierra en un océano primordial en el que sólo el propio Atum, el demiurgo, permanecerá, convertido en serpiente, invisible e incognoscible, moviéndose inconscientemente en el agua. 2.7 Los "libros" funerarios de las tumbas del Valle de los Reyes. Los faraones del Reino Nuevo (Dinastías XVIII-XX) se enterraron en profundos hipogeos excavados en la roca en la necrópolis real de Tebas, conocida como el Valle de los Reyes. En ellos, además de algunos pasajes del Libro de los Muertos, hicieron esculpir y pintar distintas colecciones de nuevos textos funerarios, destinadas exclusivamente a ellos. A diferencia de lo que había sucedido en el Reino Antiguo, en que la exclusividad regia había implicado un mundo de ultratumba distinto del común, ahora era sólo una cuestión de grado: el más allá seguía siendo el mismo para reyes y súbditos, pero los textos regios desarrollaban hasta el extremo la especulación acerca de la topografía y los moradores del mundo de ultratumba y del viaje subterráneo de Osiris-Re y el rey difunto. Estos nuevos "libros" se debieron también a los teólogos de Tebas, que completaron la identificación de Osiris y Re, con el fin de hacer de éste último no sólo el soberano del cielo sino también del más allá subterráneo. Re, en su forma osiríaca, es representado con cuerpo humano y cabeza de morueco, con el disco solar en la cabeza, y de color verde (color de la muerte). La finalidad de los textos era, obviamente, la resurrección del rey, que, identificado con Osiris-Re, compartía sus destinos y resurgía con él en el horizonte oriental del cielo. Los principales libros funerarios regios del Reino Nuevo son:
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