«–¿Qué es esto? –pregunté mientras sostenía un guante.
–¿Puedo examinarlo? –me preguntó. Y quitándomelo, siguió.
–Una superficie continua -dijo finalmente- doblada hacia dentro de sí misma. Parece
tener –dudó- cinco salientes, sí, esa es la palabra.
–Sí -dije cautelosamente- me has dado una descripción. Ahora dime lo que es.
–¿Algún tipo de recipiente?
–Sí... ¿Qué contendría?
–... Hay muchas posibilidades. Podría ser un monedero.»
O. Sacks. El hombre que confundió a su mujer con un sombrero.
Parece sencillo reconocer el mundo que nos rodea pero, cuando aparecen alteraciones,
son frecuentes los problemas de reconocimiento como el mostrado por Oliver Sacks en
el párrafo inicial. Sin embargo, todo lo que somos capaces de percibir del mundo que
nos rodea y todo lo que podemos realizar en él lo hacemos a través de los órganos
de los sentidos. Todo es inicialmente información sensorial y el cerebro es quien
realiza un proceso de codificación de todo lo que nuestros órganos de los sentidos
captan (Mora, 2007).
Uno de los objetivos de la percepción es el de informarnos sobre las propiedades del entorno que son importantes para nosotros.
Hagamos lo que hagamos debemos ser capaces de percibir lo que hay fuera. Y esto, no
siempre es posible...
La palabra agnosia proviene del griego a-gnosis, que significa ‘falta de conocimiento’. Fue utilizada por primera vez por S. Freud
en el año 1891 para referirse a una alteración en la capacidad de reconocer un estímulo
en aquellos pacientes en los que el problema no se hallaba en la capacidad para encontrar
el nombre de los objetos, sino en la capacidad para reconocer el objeto como tal.
La agnosia, como veremos en profundidad en módulos posteriores, constituye una alteración en
la capacidad para reconocer un estímulo previamente aprendido, que se produce como
consecuencia de una lesión o una disfunción cerebral, en ausencia de alteración cognitiva
global y sin que esa alteración pueda explicarse por una afectación de las áreas sensoriales
primarias o de las vías sensoriales periféricas.
La agnosia no se limita exclusivamente a la información visual. Aunque las agnosias
visuales son las más comunes y las más conocidas, una agnosia puede producirse también
en relación con el resto de canales sensoriales humanos. De este modo, tenemos agnosias
auditivas, agnosias táctiles y también agnosias olfativas y gustativas. La agnosia
implica una alteración en el reconocimiento a través de un determinado canal sensorial,
pero no de los otros. Así pues, un paciente que padece agnosia visual, no reconocerá
un estímulo presentado visualmente, pero sí lo hará a través del tacto o a través
de su sonido, por ejemplo.
Pero para poder interactuar con el mundo que nos rodea no solo debemos percibirlo
correctamente, sino que también debemos poder comportarnos y actuar de manera adaptativa.
Y, de nuevo, esto no siempre es posible...
La apraxia es descrita como la incapacidad de actuar, de mover una parte del cuerpo de manera
proposicional, sin que la causa sea debilidad, pérdida sensitiva, ataxia, acinesia
o bradicinesia, hipometría, dismetría o un trastorno de la ejecución motora debido
a temblor, distonia, corea, balismo o mioclonus.
La conducta motora humana comienza por la planificación del acto motor, para posteriormente
programar la ejecución adecuada, ejecutar el acto motor y evaluar su adecuación. Cualquiera
de estas etapas, como veremos en módulos posteriores, puede verse afectada en pacientes
con alteraciones neuropsicológicas debidas a un daño cerebral, ya sea adquirido o
de carácter degenerativo.
En esta asignatura abordaremos el concepto, las bases neuroanatómicas y las posibles
alteraciones de los procesos perceptivos y de la conducta motora. Además, estudiaremos
cómo evaluar dichas alteraciones y cómo conseguir una mejora en ellas mediante la
aplicación de un programa de rehabilitación cognitiva específico para dichas funciones,
utilizando, en gran medida, las nuevas tecnologías disponibles en la actualidad.