Fundamentos de la economía global

Implicaciones directivas del proceso de globalización económica
  • Joan Torrent-Sellens

     Joan Torrent-Sellens

    Doctor en Sociedad de la Información y el Conocimiento, Internet Interdisciplinary Institute (IN3), Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales, y máster en Economía aplicada por la Universidad Autónoma de Barcelona. Su actividad docente y de investigación está relacionada con la economía aplicada, la economía del conocimiento y la empresa y el trabajo en red. Actualmente es el director de la UOC Business School, director académico del máster de Creación, gestión y dirección de microempresas, director del Grupo de Investigación Interdisciplinaria sobre las TIC (i2TIC), y profesor agregado de los Estudios de Economía y Empresa.

  • Àlex Ruiz Posino

     Àlex Ruiz Posino

    Doctor en Economía (Instituto Universitario de Estudios Europeos, Universidad Autónoma de Barcelona). Economista del Servicio de Estudios de “la Caixa”, consultor de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC y profesor asociado de la Universidad Abat Oliba-CEU.

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Introducción

Uno de los fenómenos más relevantes, por no decir el más importante, de la actividad económica mundial en la actualidad es el proceso de globalización económica.
Por globalización económica entendemos la capacidad que la actividad económica, es decir la producción, la distribución, el intercambio y el consumo, tiene para actuar a escala mundial y en tiempo real. La globalización es la última fase de la dinámica expansiva del sistema capitalista en su búsqueda del mercado ideal, sin barreras de espacio y tiempo.
A pesar de que, como veremos a lo largo de este módulo, el proceso de expansión capitalista ha pasado por diversas fases, a partir de las dos últimas décadas del siglo XX la economía mundial presentó un conjunto de cambios radicales que abrieron las puertas del proceso de globalización. Entre estos elementos de cambio disruptivo, son especialmente destacables las siguientes cuatro dimensiones del cambio:
  • El declive y la desaparición de las economías capitalistas de base centralizada (el sistema económico socialista, implantado principalmente en los países del este de Europa).

  • El crecimiento de los procesos de integración económica, como instrumento para la superación de los Estados- nación (economías nacionales), y la creciente dilución de las barreras al comercio internacional, sobre todo de capital y bienes y servicios entre multinacionales y, en menor medida, de otros bienes y servicios y personas.

  • Los cambios en el liderazgo económico y la irrupción en la esfera económica mundial de las economías emergentes, en especial China, India, Rusia, Brasil y Suráfrica.

  • La revolución de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), en especial, el ordenador personal, Internet y la telefonía móvil. Las TIC son la base material, la infraestructura básica, sobre la que se sustenta el proceso de globalización.

Bajo la influencia de estos cuatro procesos, la estructura económica mundial experimenta una dinámica de cambio radical, que denominamos proceso de globalización, y que está cambiando profundamente las bases del crecimiento y el desarrollo económico, así como la distribución de la riqueza en todo el mundo.
La fuerza de la globalización
Por muy pequeñas que sean las empresas donde trabajéis, por muy local que parezca el consumo, o por muy cerca que esté la oficina bancaria donde gestionáis vuestras finanzas personales, todos los aspectos económicos de nuestra vida están influenciados por la fuerza de la globalización. Solo hay que levantar la vista y dar un vistazo a nuestro entorno inmediato para darnos cuenta de que la mayoría de objetos que podéis observar mientras leéis este material didáctico o bien son diseñados, o bien financiados, o bien producidos, o bien vendidos, o bien distribuidos, a través de alguna organización o mercado de alcance global.
Y todavía más, a pesar de que no es objetivo del módulo, el proceso de globalización extiende claros efectos sinérgicos hacia el resto de actividades no económicas de las personas. La globalización es cultural, es política, es ideológica, es educativa y es institucional. La globalización incide sobre la mayoría de las dimensiones de la vida humana.
Así pues, a lo largo de este módulo os proponemos analizar el proceso de globalización, los fundamentos sobre los que se sustenta, y algunas de sus principales manifestaciones. Y, además, lo haremos de una manera didáctica, inteligible para los no avezados en el estudio del proceso.
Una última cosa antes de empezar, y que ya se puede intuir desde estas primeras líneas introductorias. Igual que el resto de fenómenos económicos, la globalización por sí sola no es ni buena ni mala. Es un recurso que el sistema pone a disposición de la actividad económica y que manifiesta sus resultados, positivos o negativos, en función del uso concreto que se haga del recurso.
Por consiguiente, las posiciones a favor o en contra de la globalización no se pueden hacer, únicamente, a través de la crítica al concepto, sin analizar sus usos económicos concretos. Si pretendemos hacer un análisis detallado, certero, con conocimiento de causa, sobre la globalización, es absolutamente necesario saber cuáles son sus fundamentos, cómo ha sido su evolución y cuáles son sus principales manifestaciones. Precisamente esto, un análisis detallado sobre la globalización, que pretende dotar de competencias transversales para trabajar, dirigir y hacer negocios en el nuevo contexto, es lo que pretendemos hacer en las próximas páginas.

Objetivos

Los principales objetivos a alcanzar a través del estudio del módulo didáctico son los siguientes:
  1. Comprender los fundamentos del proceso de desarrollo capitalista y entender que el proceso de globalización forma parte de esta dinámica.

  2. Diferenciar la economía nacional, internacional y mundial, de la economía global.

  3. Analizar los orígenes y el proceso de construcción de la economía global.

  4. Estudiar algunas de las principales manifestaciones de la economía global, en especial la consolidación de la empresa y el trabajo global.

  5. Proporcionar argumentos para un posicionamiento crítico (puntos fuertes y débiles) sobre el proceso de globalización económica y su incidencia sobre los negocios y el trabajo.

  6. Analizar las implicaciones directivas para la dirección de los negocios y la organización del trabajo del proceso de globalización económica.

1.Los orígenes del capitalismo industrial

Desde sus inicios, la economía moderna se ha regido, principalmente, bajo el paraguas de un sistema, un esquema de organización, el sistema capitalista. En este sentido, es posible afirmar que durante los últimos dos siglos y medio, la dinámica económica, el desarrollo económico, es asimilable al desarrollo capitalista.
Pero ¿qué entendemos por capitalismo y por desarrollo capitalista? Y, ¿cuáles han sido sus fases?
Por capitalismo entendemos el sistema económico y social que organiza la actividad económica, es decir, la producción, la distribución, el intercambio y el consumo en el mercado, y que tiene un objetivo prioritario, mejor dicho, una ley fundamental: la maximización del beneficio. Esta ley fundamental determina la principal consecuencia de la dinámica capitalista, el ciclo económico.
Pero vamos por partes, ¿por qué la dinámica capitalista se vincula con el incremento del capital, con la maximización del beneficio en los mercados? ¿De dónde sale esta tendencia natural hacia la expansión? Y, ¿por qué el desarrollo capitalista deriva en forma de fluctuaciones, de ciclo económico?
Para contestar a estas preguntas debemos remontarnos tres siglos atrás, a las puertas de la primera revolución industrial. En efecto, las oleadas de innovaciones mecánicas que se produjeron desde finales del siglo XVIII hasta casi la mitad del siglo XIX, y que coinciden con lo que los historiadores han convenido en llamar la primera revolución industrial, constituyen el punto de partida de nuestro análisis sobre el proceso de globalización de la actividad económica.
Dos revoluciones industriales
Los principales historiadores de la tecnología han llegado a un amplio consenso a propósito de que la historia del capitalismo se fundamenta en dos revoluciones industriales, es decir, dos oleadas de innovaciones técnicas y productivas, interrelacionadas con cambios sociales y culturales de primer orden.
Podemos situar los inicios de la primera revolución industrial en la última parte del siglo XVIII. Este período se caracteriza por el desarrollo de las tecnologías manufactureras, entre las que destaca la máquina de vapor, y por el proceso de sustitución de los instrumentos por máquinas, en combinación con el declive de la tierra, en detrimento de la producción industrial, como principal generador de riqueza, con la aparición del trabajo fabril, con el incipiente desarrollo de las ciudades, con la progresiva aparición de una nueva clase social, el proletariado industrial urbano, y con la existencia de nuevos patrones de comportamiento en la familia y el trabajo.
La segunda revolución industrial o ruptura industrial se caracteriza por una oleada de innovaciones basadas en la aplicación productiva de la electricidad y del motor de combustión interna, y vino acompañada de nuevas propuestas para la gestión y la organización del trabajo. Básicamente, este proceso de innovación organizativa se fue generalizando, especialmente, en las grandes empresas.
Es precisamente en los momentos del incipiente desarrollo del capitalismo industrial donde la tecnología mecánica se constituye en fuente explicativa del crecimiento y el desarrollo económico porque estimula la producción de factores, la distribución de mercancías y la movilización del capital. Durante el período expansivo vinculado a la primera revolución industrial, se estableció un círculo virtuoso de crecimiento entre personas, máquinas y motores aplicados a los procesos de producción, y los avances en la eficiencia del sistema económico.
En este contexto de innovación mecánica y acumulación de capital y trabajo, bajo el signo de la financiación y el crecimiento de la producción industrial, ¿cómo evolucionó la organización del trabajo y la producción? Para contestar esta pregunta continuaremos nuestro recorrido histórico a través de la primera revolución industrial. Es importante señalar que el impacto productivo de la tecnología sobre la industrialización a lo largo del siglo XIX no fue acelerado, más bien todo lo contrario.
Ejemplo
A principios de siglo solo existían en Europa unas 1.000 unidades de la máquina de vapor ideada por Watt en la segunda mitad del siglo XVIII. Su precio, el autoabastecimiento de las familias y la presencia mayoritaria de pequeñas empresas impedían la generalización y, por tanto, la expansión del capitalismo industrial.
Durante décadas convivieron viejas y nuevas unidades productivas, con una combinación de tareas mecánicas y manuales, y con trabajos concentrados y dispersos a la vez. De hecho, y hasta finales del siglo XIX, la organización de la producción y del trabajo resultante del proceso de industrialización se realizó a través de una importante dualidad que respondía a un conjunto de dilemas: aplicar o no aplicar las nuevas tecnologías, imponer la disciplina o respetar la autonomía funcional de los trabajadores, dividir el trabajo e individualizar las responsabilidades o fomentar sistemas polivalentes y de colaboración entre trabajadores y, finalmente, pagar según el mercado o a través de jornales y salarios de subsistencia.
En síntesis, los empresarios se enfrentaban al dilema del mantenimiento de las estructuras gremiales y de funcionamiento artesano, típicas del período preindustrial y caracterizadas por: a) una importante flexibilidad en los tiempos de trabajo; y b) la capacidad de respuesta a una demanda oscilante o el desarrollo de un nuevo sistema de organización y división del trabajo alrededor de la factoría o la fábrica, el verdadero eje organizativo del capitalismo industrial.
Una de las primeras representaciones de la máquina de vapor (izquierda) y la famosa fábrica de agujas (derecha) a partir de la que Adam Smith, uno de los padres de la economía, desarrolló su teoría del valor trabajo. Según esta teoría, el crecimiento de la economía se explica por la división y especialización del trabajo productivo.
Una de las primeras representaciones de la máquina de vapor (izquierda) y la famosa fábrica de agujas (derecha) a partir de la que Adam Smith, uno de los padres de la economía, desarrolló su teoría del valor trabajo. Según esta teoría, el crecimiento de la economía se explica por la división y especialización del trabajo productivo.
Con todo, la producción fabril se fue identificando como el modelo organizativo de la producción y el trabajo típico del naciente capitalismo industrial. Este modelo organizativo se caracterizaba por:
  • la concentración de la producción, en contraposición con la dispersión del trabajo a domicilio y los talleres;

  • la división del trabajo, en contraposición con la cooperación y la polivalencia;

  • la disciplina, en contraposición con la autonomía funcional;

  • el uso de energía inanimada y máquinas, en contraposición con la habilidad intelectual y manual, y

  • los jornales o salarios de subsistencia, en contraposición con los salarios de mercado.

Pero ¿por qué triunfaron finalmente las fábricas? Básicamente, el análisis histórico nos proporciona tres tipos de explicaciones.
1) La primera nos argumenta que la fábrica nació y se consolidó, finalmente, por su capacidad de respuesta eficiente y rentable a los mercados de consumo masivo, como los de los tejidos y calzado. Frente al proceso de homogeneización del consumo, la organización fabril de trabajo supuso un incremento de la dimensión de las instalaciones, una concentración de la mano de obra y una mejor eficiencia de la producción, a través de la tecnología mecánica y del establecimiento de rígidos mecanismos de control de la ejecución y los tiempos de trabajo.
2) Una segunda explicación justifica el éxito de la organización fabril del trabajo a través del ahorro de costes, especialmente los costes laborales y de transacción. Las fábricas permitieron el establecimiento de métodos de producción y culturas del trabajo basadas en el abaratamiento de costes y en la resolución de problemas de creciente complejidad. La nueva orientación de la producción hacia los mercados exteriores acabó generando problemas de coordinación de todo el sistema productivo preindustrial. A medida que aumentaba la demanda de productos y la red de hogares y talleres se iba extendiendo, los costes de transacción y transporte aumentaron significativamente, de manera que la fábrica como modelo organizativo de concentración y ordenación del trabajo se fue imponiendo progresivamente.
3) Finalmente, una tercera explicación no ve el nacimiento de la fábrica solo como un instrumento al servicio de las mejoras de eficiencia, sino que también se explica como un mecanismo de control del trabajo por parte del capital. La introducción de la tecnología, la mecanización de la producción y la organización fabril del trabajo se convirtieron en poderosos instrumentos para la relación disciplinaria entre empresarios y trabajadores, y para el control de los nacientes procesos de revolución obrera.
Dejando a un lado las motivaciones de la introducción de la tecnología y la mecanización del sistema fabril, lo cierto es que durante las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX la organización del trabajo y la producción avanzaba con una estructura dual. Pocas empresas aglutinaban grandes concentraciones de trabajadores y notables cuotas de mercado, mientras que un conglomerado de minúsculas organizaciones se tenían que conformar con una presencia cada vez más residual en los mercados de productos. Con todo, grandes o pequeñas, utilizaban unos métodos de gestión del trabajo con pocos cambios en relación con décadas anteriores. En las pequeñas empresas, la autonomía funcional, característica de la época preindustrial, continuó siendo durante mucho tiempo el esquema organizativo básico. En las grandes empresas se continuaba confiando en la dureza de los capataces o maestros de obra (drive system, o tiranía del capataz).

2.La edad de oro del capitalismo industrial

A principios del siglo XX, empezaron a desarrollarse otros métodos de organización y gestión de la producción y el trabajo. La consolidación de la segunda revolución industrial, liderada por una oleada de innovaciones basadas en la aplicación productiva de la electricidad y el motor de combustión interna, vino acompañada de nuevas propuestas para la gestión y la organización del trabajo, que se generalizaron, especialmente, en las grandes empresas.
El cambio tecnológico disruptivo supuso una masiva llegada del capital financiero a la industria, con la consiguiente depreciación del trabajo en la generación de valor. El capital empezaba a ser independiente del saber-hacer de los artesanos. Así, la concentración del capital; la oligopolización de los mercados (concentración de las cuotas de mercado en manos de pocos productores); la mecanización y automatización, y la división y atomización del trabajo se convirtieron en los cuatro elementos clave para la explicación del círculo virtuoso de crecimiento que caracterizó la economía mundial antes de la primera gran guerra continental.
A finales del siglo XIX, el capitalismo industrial ya era un fenómeno relevante y, juntamente con la revolución de los transportes y comunicaciones, y la nueva organización fabril del trabajo (izquierda), generaron un largo período de crecimiento y desarrollo económico, que alcanza desde 1870 hasta el inicio de la primera guerra mundial. El desarrollo cultural asociado se denomina, la Belle Epoque (derecha). El capitalismo industrial llega a ser Edad de Oro y, a través de su natural expansión de mercados, extiende su forma organizativa en todo el mundo.
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El desarrollo de las nuevas ideas sobre la organización de las actividades industriales en cuestiones relacionadas, principalmente, con la dirección y organización del trabajo culminan con la obra de Frederick W. Taylor (1856-1915), que ofreció una primera síntesis del saber acumulado y un nuevo programa de gestión sobre la organización del trabajo en la naciente economía industrial. Entendemos a la organización científica del trabajo como el conjunto de prácticas de dirección y gestión de la producción y el trabajo, basadas en la obtención, el tratamiento objetivo y el análisis de datos. Más concretamente:

“un sistema ideado por ingenieros industriales y creado con la idea de servir al interés común de empresarios, trabajadores y el conjunto de la sociedad a partir del propósito de evitar el derroche de recursos y conseguir la mejora general de los procesos y métodos de producción y una más justa y científica distribución del producto.”

Arenas (2003, pág. 112)

En este contexto, el taylorismo propone una nueva división del trabajo en las empresas: los trabajadores (directivos) que, amparados en la información sistemática, toman las decisiones y los trabajadores (no directivos) que, sin información, ejecutan sin pensar. Se consolida, de esta manera, un nuevo mecanismo de dualización del trabajo, basado en la disposición o no de información relativa a los procesos productivos y laborales.
A pesar de que la implantación de los sistemas tayloristas pretendía importantes incrementos de productividad, no cabe desdeñar que este sistema también contribuyó a un deterioro progresivo de la cualificación de los trabajadores, puesto que solo operaban con instrucciones externas sin espacio para el pensamiento y la ejecución propia. De hecho, la fragmentación, sistematización y falta de autonomía de los procesos laborales tuvieron claros efectos deshumanizadores sobre los trabajadores, que manifestaron un importante rechazo al nuevo esquema de organización. Solo la implantación de importantes incentivos económicos pudo compensar la ausencia de motivación de los trabajadores integrados al sistema taylorista de organización del empleo.
Siguiendo el modelo de visión teórica de Taylor, Henry Ford (1863-1947) ofrece una aproximación de observación práctica, orientada a la acción. Desde el punto de vista organizativo, el fordismo propondrá la separación entre el pensamiento y la ejecución del trabajo, lo que originará problemas de estructura y coordinación. En 1915, el año de la muerte de Taylor, Ford puso en marcha un revolucionario sistema de producción y montaje en la industria automovilística: la producción de cadena del modelo Ford T. Este sistema productivo también comportaba nuevos instrumentos de organización del trabajo, que suponían un avance de taylorismo. El fordismo basa su fuerza en la consideración de la demanda, esto es, con una estrategia de producción que perseguía inundar el mercado de productos homogéneos, fiables y baratos, incentivando los salarios y el consumo de masas. Adicionalmente, se aplican nuevas fórmulas de organización del trabajo, como la integración vertical de la empresa (estructuración jerárquica), la introducción de maquinaria específica, las economías de escala (aumentos de eficiencia superiores a los incrementos en la dotación de factores) y la obediencia a los principios y estilo de vida de los EE.UU.
Pero no todos los sectores ni, sobre todo, el conjunto de la demanda mundial estaba preparada durante el primer tercio del siglo XX para la revolución científica del trabajo, para la consolidación del capitalismo industrial. Es posible señalar hasta seis razones que frenaron la expansión de la organización científica del trabajo en las economías occidentales.
General Motors
Inclusive, en los mismos EE. UU., Alfred Sloan, entonces responsable directivo de General Motors, ganó la partida a Henry Ford en el mercado de automóviles en EE. UU. El rival de Ford pasó de una cuota de mercado del 28% en 1926 a una del 60% en la década de los años treinta, como resultado de una producción más orientada a la flexibilidad de la demanda (con diez modelos de automóviles, adaptados a las características de los diferentes segmentos del mercado) y de una organización del trabajo más flexible y menos integrada verticalmente.
1) A través de argumentos de orden cultural. Los principios individualistas, típicos del capitalismo anglosajón, sobre los que se asentaban el taylorismo y el fordismo eran considerados como ajenos en otras zonas del mundo.
2) El optimismo de la puesta en marcha de las primeras prácticas científicas acabaron con un importante pesimismo y con la consideración de que solo eran válidas en procesos productivos repetitivos, poco frecuentes todavía en la producción industrial de la época.
3) La debilidad de su principal requisito desde la demanda: la existencia de mercados amplios y homogéneos, que incentiven la producción a gran escala. Solo en EE. UU. se daba, y parcialmente, este tipo de estructura económica.
4) Una limitación adicional a la expansión de los métodos científicos la encontramos en la inadecuación de los mercados de trabajo. El fordismo y el taylorismo se asentaban sobre la base de una fuerza laboral abundante, poco cualificada y, a ser posible, desarraigada. Solo con unos trabajadores con estas características podrían aceptar la dureza y alineación del empleo que implicaban las duras condiciones de trabajo. Aunque el flujo migratorio hacia los EE. UU. abonó parte de las demandas científicas al empleo, en Europa la persistencia de una base laboral cualificada y especialista, con un importante arraigo social y en el territorio, frenó la implantación de los métodos científicos.
5) Muy vinculada con la anterior, cabe destacar que el éxito de la organización científica también dependía de la presencia y la fortaleza de las organizaciones obreras y sindicales. Existe una clara correlación entre los sectores o territorios donde se desarrollaron los nuevos métodos de organización de la producción y el empleo y la inexistencia o el desmantelamiento de los movimientos obreros organizados.
6) Por último, son destacables las reticencias de la identidad europea. La competencia con las grandes empresas de los EE. UU. requería un tejido empresarial flexible y con libertad de movimientos para su diseño estratégico, tanto en lo referente a la implantación tecnológica como en lo referente a la organización de la producción y el trabajo. Contra la mayor capitalización y capacidad organizativa de las empresas de EE. UU., la industria europea tenía que competir a través de la flexibilidad y la implicación en la estrategia de todos los integrantes de la empresa, lo que, por descontado, incluía a los trabajadores y a sus organizaciones sindicales.
Se puede concluir que en el primer tercio del siglo XX, los nuevos sistemas de organización de la producción y el trabajo solo se desarrollaron con fuerza en aquellos sectores industriales con mercados amplios y homogéneos y con una cierta tradición por el uso intensivo de la tecnología y de una mano de obra poco especializada. Esto, juntamente con la existencia de bolsas desarraigadas y poco organizadas de la fuerza de trabajo, explica el nacimiento y la expansión de estos métodos básicamente en EE. UU. y su baja implantación en Europa.
A pesar de todo, y una vez terminada la Primera Guerra Mundial, la depresión económica de posguerra y el proceso de revolución obrera de esta época, con una fuerte implantación de los sindicatos comunistas y anarquistas en muchos países, acabó por decantar la balanza.
Los empresarios europeos se decidieron por la implantación de unos métodos de producción que, si bien no encajaban perfectamente con el contexto económico, empresarial, cultural y político de la industria europea, parecían idóneos para conseguir la disciplina, reducción de costes y mejoras de productividad tan necesarias en una época caracterizada por la depresión de la actividad.
La extensión del taylorismo y el fordismo en Europa es, pues, una ofensiva contra la parte organizada y combativa de la clase obrera: el obrero profesional de oficio y su sindicato. Con todo, cabe señalar que los métodos científicos contaron con el apoyo de amplios colectivos de trabajadores, que bajo el lema eficiencia, disciplina y recompensa se empezaba a entrever el gran pacto social que surgiría después de la Segunda Guerra Mundial: el intercambio de más productividad por mejoras salariales y condiciones de estabilidad del empleo.
Así pues, el capitalismo industrial y su forma organizativa básica, el taylorismo y el fordismo, se impusieron porque:
  • era el modelo que mejor se adaptaba a las necesidades intrínsecas de crecimiento y financiación del sistema;

  • la demanda mundial de productos homogéneos y estandarizados estaba madura, y

  • social y culturalmente, establecieron formas de coordinación y control sobre el movimiento obrero.

A pesar de todo, la masiva entrada del capital financiero en la actividad productiva, la duración limitada de los ciclos tecnológicos, y las oleadas de optimismo y pesimismo de las expectativas de los agentes económicos y los mercados no pudieron terminar con la principal repercusión del sistema capitalista, el ciclo económico.
De hecho, la madurez del capitalismo industrial, que permitió un aumento del bienestar material y de la esperanza y calidad de vida sin precedentes en la historia de la humanidad, también coincide con algunas de las crisis económicas más profundas que ha vivido la humanidad.
Esta dualidad nos obliga, aunque sea brevemente, a analizar la problemática del ciclo económico.
Ciclos económicos y capitalismo industrial
Durante la primera mitad del siglo XX, la situación económica por excelencia en las economías occidentales no fue la estabilidad y el crecimiento económico. De hecho, mientras que en las economías capitalistas la crisis económica hacía estragos, los economistas de las economías planificadas, surgidas a raíz de la Revolución bolchevique, se vanagloriaban no solo de haber superado el capitalismo, sino también de la inestabilidad cíclica inherente del propio sistema. Las primeras investigaciones sobre el ciclo económico, que recogían su recurrencia (más o menos cada diez años) fueron las de William Stanley Jevons. Aunque, primariamente, se atribuyeron a las manchas solares y su impacto sobre la producción agraria a través de las incidencias climáticas, pronto se propusieron otras explicaciones, que buscaban sus causas en el propio funcionamiento del sistema capitalista. De hecho, se llegó a un cierto consenso que definía la coexistencia de tres tipos de ciclos. El primer ciclo, el más corto o ciclo de negocios, tenía una duración de unos cuarenta meses, y su máxima referencia era la fluctuación de las existencias productivas de las empresas. Recibió el nombre de ciclo Kitchin, en honor a Joseph Kitchin, quien fue el primero en estudiarlos en profundidad. Estos ciclos tienen un origen psicológico y, en cierta medida, son el resultado de los excesos en la producción generados por el optimismo, mientras que, una vez este clima se agota, se generan oleadas de pesimismo que ocasionan una acumulación de stocks y la posterior caída de producción. El segundo ciclo, más largo, de una duración de diez años, es el ciclo Juglar, en honor a Clement Juglar. Este ciclo tiene un origen financiero, de adaptación de los mercados financieros a la evolución de la producción. Finalmente, el tercer ciclo, el ciclo económico de larga duración, de unos cuarenta o cincuenta años, fueron los observados por Nicolai Kondratiev, y desde entonces reciben esta denominación. Este ciclo tiene que ver con la obsolescencia, la finalización del capital y la tecnología instalados en la actividad de producción. Los ciclos Kondratiev tienen, pues, motivaciones tecnológicas, puesto que están causados por la sustitución de unas matrices de base tecnológica por otras. Hasta el momento, el capitalismo habría experimentado cinco ciclos Kondratiev:
1) el ciclo de la máquina de vapor, que se inicia a finales del siglo XVIII hasta mitad del xix;
2) el ciclo del ferrocarril (desde mitades hasta finales del XIX);
3) el ciclo del motor eléctrico (desde finales del xix hasta los años treinta del siglo XX);
4) el ciclo del motor de combustión interna y la industria del automóvil (décadas centrales del siglo XX), y
5) el ciclo de las TIC y el conocimiento, a partir de las dos últimas décadas del siglo XX.
Las crisis económicas más severas, las que configuran una situación de depresión económica, como en los años 30, 70 o en los finales y principios de la primera y segundad década del siglo XXI, son las que tienen lugar cuando coinciden en el mismo momento, fases bajistas de los tres ciclos económicos.
El capitalismo industrial ha sido capaz de combinar fases de crecimiento económico y de claras mejoras de bienestar con períodos de crisis económicas muy intensas (parte izquierda de la figura). Esta dualidad, de efectos muy positivos y negativos, está directamente relacionada con los motores del desarrollo capitalista: la tecnología, el emprendimiento y la innovación, y la organización del trabajo y la producción (parte derecha de la figura).
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De hecho, el capitalismo industrial tuvo que esperar a la edad de oro del crecimiento, es decir, al período que va desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la primera crisis del petróleo, en 1973, para explotar todo su potencial, para vincularse con un período de crecimiento económico de larga duración.
En efecto, durante las décadas centrales del siglo XX, una vez superadas las limitaciones de la demanda, la organización científica del trabajo se consolidó como la principal forma de organización de la producción y del trabajo en la fase madura del capitalismo industrial.
Después de la Segunda Guerra Mundial, multitud de empresas en muchos países de Europa Occidental, y también en Japón, aplicaron métodos científicos de producción y gestión del trabajo. Las visitas a las fábricas de los EE. UU., la transferencia de tecnología y de los procedimientos productivos, el cambio de actitud con relación a la idoneidad de los métodos científicos, y la creación de múltiples agencias de fomento de la productividad impulsaron la extensión del taylorismo y del fordismo, hasta el punto de que estos nuevos métodos de gestión caracterizaron el crecimiento económico del capitalismo industrial durante la década de los cincuenta y sesenta del siglo pasado.
Juntamente con los esquemas científicos de organización de la producción y el trabajo, la fase madura del capitalismo industrial se caracteriza por las políticas keynesianas, es decir, por la consolidación del estado del bienestar. Estas medidas correctoras en los desequilibrios generados por el sistema, sobre todo en forma de paro y exclusión social, impulsaron la edad de oro del capitalismo industrial durante las décadas centrales del siglo XX.

3.Del capitalismo nacional e internacional a la economía mundial

Durante la década de los setenta, la economía mundial presentó signos de declive del modelo de capitalismo industrial basado en:
  • las tecnologías de producción masiva;

  • el trabajo semicualificado en cadenas de montaje;

  • los salarios en función de la productividad;

  • una ocupación completa de los recursos productivos, y

  • el estado del bienestar.

Básicamente, la crisis del capitalismo industrial se explica por tres razones:
1) Por la caída de las tasas de productividad. Las limitaciones técnicas y sociales del propio modelo, en especial el rechazo obrero a las tareas rutinarias del trabajo en cadena desencadenaron un importante desafecto que, finalmente, moderó los importantes ritmos de crecimiento de la productividad del trabajo de las décadas de los cincuenta y los sesenta.
Productividad
Entendemos la capacidad que una economía, un sector o una empresa tienen para crecer en el largo plazo. Es una medida que relaciona el resultado de la producción (output) con los factores necesarios para llevarla a cabo (inputs). En el caso de la productividad del trabajo, relaciona el output por trabajador o por hora trabajada y depende de la dotación de factores (capital y trabajo) y de la eficiencia con que se combinan. Precisamente, es en la medida de la eficiencia donde la tecnología y los métodos de organización del trabajo juegan un papel fundamental.
2) Por la inadaptación de los métodos científicos ante la mundialización de la economía. La creciente necesidad de flexibilizar la producción, para adaptarla a una demanda heterogénea y cambiante, hacía inviables los esquemas científicos fundamentados sobre una producción de masas y homogénea. Del capitalismo industrial, basado en la expansión de los mercados nacionales e internacionales, se evoluciona hacia el capitalismo mundial, basado en la capacidad de producción a nivel mundial, que proporcionan las empresas multinacionales.
3) Finalmente y en tercer lugar, por el proceso inflacionista generado por la crisis energética. El espiral de crecimiento de precios endureció las condiciones de la negociación colectiva, de manera que el aumento de los salarios hizo inviables los postulados científicos de retribuciones en función de la productividad.
Frente a la inadecuación económica y el creciente descrédito social de los métodos científicos, pronto empezaron a surgir nuevos esquemas directivos y de organización del trabajo, entre los que cabe destacar el toyotismo. Aunque inicialmente se atribuyó al éxito de la economía japonesa durante la década de los setenta, en especial a su especificidad cultural, basada en el respeto mutuo entre empresarios y trabajadores, pronto se destacaron las ventajas de su modelo de organización de la producción y el empleo y su uso intensivo de la tecnología.
El milagro japonés
En plena crisis económica internacional, la economía japonesa crecía a ritmos muy elevados, hasta el punto que se habló del milagro japonés. Una de las razones de este éxito era que las empresas japonesas eran capaces de alcanzar volúmenes de producción muy elevados y heterogéneos con una gestión muy eficiente de los recursos.
Toyota era un buen ejemplo. Su política de optimización de derroches, tiempos muertos y almacenaje, junto con la puesta en marcha de externalizaciones (subcontratación) de la producción mejoró significativamente la eficiencia de la cadena de producción. Esta producción dinámica, que se basaba en el esquema productivo justo a tiempo (just in time) se completaba con una política de recursos humanos claramente innovadora para la época. La cooperación horizontal de los equipos de trabajo, la formación polivalente y la rotación de tareas, en contraposición con el control jerárquico y la responsabilidad individual, reducían notablemente los costes de información y mejoraban la eficiencia. Además, y con el objetivo de retener el talento y fomentar la polivalencia y la cooperación, las relaciones laborales se basaban en contratos de larga duración que incentivaban la experiencia, y en un nuevo modelo de negociación colectiva donde la empresa organizaba la formación, las prestaciones sociales y el bienestar de sus trabajadores.
Kiichiro Toyoda
Un famoso ingeniero japonés, Kiichiro Toyoda (imagen izquierda) fundó la división de motor de Toyota en 1933. Pronto, en 1935, empezaron a comercializar automóviles y camiones. Después de la Segunda Guerra Mundial se inició un acelerado proceso de expansión con el establecimiento de plantas de producción en EE. UU. (1955) y en Brasil (1957). En la década de los setenta se empezaron a poner en práctica los controles de calidad y las modernas factorías, con una organización del trabajo claramente diferente de los métodos científicos (en la imagen de la derecha, las modernas instalaciones de producción en Tahara).
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Más adelante, y bien entrada la década de los ochenta, la fase madura del capitalismo industrial presentó una nueva orientación. La consolidación de las políticas económicas de corte neoliberal que, con el objetivo de reducir la inflación, perseguían la redimensión del papel del Estado, la corrección de los desequilibrios macroeconómicos y la liberalización y privatización de los mercados, abrió las puertas a nuevas formas de dirección de la producción y organización del trabajo. El compromiso alcanzado a partir de la Segunda Guerra Mundial o, en otras palabras, el contrato social que intercambiaba estabilidad laboral, plena ocupación y servicios sociales para todos por una remuneración salarial en función de la productividad, se rompió por una nueva aproximación basada en la flexibilidad y el dominio de políticas que ya no se basaban únicamente en la construcción del estado del bienestar.
En este contexto, la gran empresa inicia un proceso de reorganización de sus estructuras, en particular sus esquemas directivos y de organización del trabajo. Se empieza un proceso de fragmentación, a partir del cual la actividad empresarial ya no es únicamente el resultado de la internalización de los mercados (también el de trabajo), sino que se externaliza, se subcontrata la producción en búsqueda de las mejores condiciones de calidad-precio en el contexto de la producción mundial. En este contexto, las grandes empresas multinacionales imponen a sus crecientes redes de proveedores significativas restricciones: cero defectos, cero aplazamientos y cero stocks. Además, se liberan de la relación laboral con una gran cantidad de trabajadores que, ahora, están ubicados en las empresas de la cadena de suministros bajo la preponderancia de la flexibilidad productiva y la adaptación a la demanda. Así pues, y siguiendo el modelo japonés de producción ligera y maquinaria y equipos flexibles, la estructura organizativa de la actividad empresarial entró en una nueva etapa que se ha convenido en denominar como etapa postfordista o, más correctamente, de especialización flexible.
Diversas son las nuevas especificaciones del nuevo modelo directivo y de organización de la producción y el empleo:
1) Un retorno a la consideración del trabajo cualificado. En un contexto de producción mundial, la innovación y las estrategias de diferenciación del producto son imprescindibles para alcanzar cuotas de mercado crecientes. La irrupción de muchas economías, como las asiáticas, América Latina y otras, al escenario de la economía mundial hacen inviable la competencia en base a los salarios bajos por parte de las economías más ricas. En este marco, las empresas recuperan las mejores culturas del trabajo previas a los métodos científicos: trabajadores con capacidades de decisión, el fin de la división del trabajo y la r eunificación del diseño y la ejecución de tareas.
2) El nuevo paradigma organizativo podría acabar con las tradicionales tensiones entre empresarios y trabajadores. El retorno de la autonomía funcional al trabajador, en parte, gracias a la participación de la robótica en la eliminación de tareas repetitivas y cansinas, pero también gracias a la concepción por parte del empresario de que la eficiencia no es solo una cuestión de técnica y control generaron fuertes expectativas. Además, la participación real del trabajo operativo en la toma de decisiones, así como la consideración de la iniciativa y los conocimientos sobre el puesto de trabajo por parte de los trabajadores, hacían pensar en el fin de las tradicionales tensiones entre empresarios y trabajadores. De esta manera, la especialización flexible se convertiría en una excelente oportunidad para el retorno de la democracia industrial.
3) Finalmente, la especialización flexible también supuso una oportunidad para la competitividad de pequeñas y medianas empresas. De hecho, esta nueva modalidad de organización de la producción y el trabajo ha sido apuntada como uno de los determinantes del éxito de los distritos industriales (redes de empresas), caracterizados por un conjunto de rendimientos crecientes en el territorio, sobre la base de las habilidades de sus trabajadores y su capital social.
Aunque, inicialmente, la idea de clúster, se vinculó con la asociación de las empresas de componentes de la informática (imagen izquierda), pronto se aplicó a otros sectores. El conjunto de sinergias entre las plantas de montaje de la industria del automóvil y el conjunto de redes de empresas que les suministra sus componentes es un ejemplo de clúster (derecha).
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Con todo, y como sucedió con la implantación de la organización científica del trabajo y los esquemas preindustrial, el proceso de implantación del esquema flexible siguió un camino sincopado, coexistiendo con los modelos científicos más tradicionales.
En síntesis, se puede afirmar que durante las décadas de los setenta y ochenta, y en la economía mundial, coexistieron diversos métodos directivos y de organización de la producción y el trabajo, inclusive dentro de la misma empresa o en una misma línea de producción. La coexistencia de estos distintos métodos estaba en función de la estrategia empresarial, la tecnología disponible, el tipo de producto y el segmento de mercado al que se dirigía la producción.
En este contexto, y poco a poco, a partir de las décadas centrales del siglo XX, el capitalismo industrial construido, en primera instancia en base a los mercados nacionales (Estado-nación), y en una segunda fase en base al crecimiento y expansión de los mercados internacionales, evoluciona hacia el capitalismo mundial, un esquema de actividad económica de alcance mundial, que supera los flujos nacionales e internacionales, en el sentido de que la esfera económica se consolida como planetaria.
Las principales razones que explican la construcción de la economía mundial son:
  • La revolución de las comunicaciones, en especial en el transporte marítimo y aéreo.

  • La consolidación de unos mercados financieros de alcance mundial.

  • Las nuevas formas flexibles de dirección y organización de la producción y el trabajo (toyotismo o redes de empresas), y la consolidación de la empresa multinacional.

  • Los fenómenos de integración monetaria y económica, que dan cobertura a la integración económica regional y a una mayor libertad en los flujos del comercio internacional.

4.Hacia la economía global

La economía como ciencia se ocupa del estudio de los procesos de producción, distribución y consumo de mercancías, con su correspondiente atención a los procesos de intercambio. A través del conocimiento de estos procesos se pueden establecer las diferentes fases del desarrollo económico y social.
Aunque en este módulo didáctico nuestro objeto de análisis no es el estudio pormenorizado de todas las fases del desarrollo capitalista, ya hemos señalado que cada ciclo tecnológico se ha asociado con una forma determinada de organizar el sistema capitalista:
1) La eclosión del maquinismo y de la industrialización se vinculan con una fase concurrencial del capitalismo, con empresas de pequeña dimensión y fuerte competencia en los mercados.
2) La difusión de la electricidad, la introducción del automóvil y todos sus derivados se vinculan con otra fase del capitalismo, en la que la competencia deja de ser el eje central de la economía, que ve aparecer a las sociedades anónimas y las grandes corporaciones, la concentración y centralización del capital, el aumento de la dimensión de las empresas, etc. Surge, de este modo, una fuerte tendencia a la concentración de la actividad y se vulnera el libre mercado. Además, esta fase profundamente expansiva dio lugar al imperialismo, que, a través de la colonización, llevó al capitalismo a todos los rincones del planeta. Esta fase del capitalismo ha sido denominada como la fase monopolista de base nacional.
3) Después de la Segunda Guerra Mundial, con la plena consolidación de la electricidad, el automóvil, las comunicaciones y la aparición de nuevas industrias, como la nuclear, el ámbito de acción de la economía cambia de nuevo. El marco nacional se queda corto y surgen potentes empresas multinacionales que protagonizan esta nueva fase. La competencia se establece entre estas empresas, pocas y grandes, y el ámbito del mercado se convierte en mundial. Empiezan a difuminarse las fronteras económicas de los Estados-nación y surge el proceso que se conoce como mundialización. A esta fase del capitalismo se la denomina fase monopolista de base mundial.
4) Y, ¿qué está sucediendo en la actualidad? Quizás lo más relevante es que nos adentramos en una nueva fase de la economía, que se construirá en base al ámbito global, es decir, en base a las capacidades de actuar a escala mundial y en tiempo real. Esta nueva fase del capitalismo con base global surge como extensión del capitalismo mundial, en el sentido de que se amplían los horizontes temporales de la actividad económica. Los mercados evolucionan hacia la dilución total de las barreras de espacio y tiempo.
El paradigma antiguo se resiste a desaparecer y el nuevo paradigma quiere surgir. A modo de ejemplo, cabe destacar la situación de la industria textil europea, alguna actividad agraria y otras actividades económicas que quieren continuar existiendo a pesar de que, si se produce efectivamente la globalización, estas actividades, por ejemplo en el Tercer Mundo, son mucho más competitivas y corren el riesgo de desaparecer. Así pues, la situación actual se caracteriza por la coexistencia de las diferentes fases del capitalismo (la mundialización y la globalización frente a la resistencia de los Estados-nación, del capitalismo de base nacional).
Diferencias entre la economía internacional, la economía mundial y la economía global
Aunque es posible intuirlo con facilidad, es importante señalar las diferencias básicas entre las tres interpretaciones del proceso de actuación no nacional de la actividad económica. En concreto, señalaremos las diferencias entre la economía internacional y la economía mundial, y entre la economía mundial y la economía global.
La economía internacional basa su foco de interés en el estudio del comportamiento y de las relaciones económicas internacionales, pero sin interpretar la economía mundial como un único objeto de estudio. Las nuevas teorías del comercio internacional, la relación entre la apertura exterior y el crecimiento económico, la investigación sobre las interrelaciones entre tipos de interés, tipos de cambio y mercados financieros, y el análisis de los procesos de integración económica, son algunos de los campos de estudio abordados con éxito por parte de la economía internacional. No cabe insistir mucho en que esta orientación es muy distinta a la que proporciona la economía mundial, que se dedica al análisis de la actividad (estructura) económica del mundo, interpretada, ahora sí, como un todo, en clara tendencia integradora.
Por lo que se refiere a las diferencias entre el capitalismo mundial y global, hay que señalar que la mundialización y la globalización no son exactamente lo mismo. La mundialización económica es uno de los resultados del sistema capitalista, porque su lógica maximizadora de beneficios se vincula claramente con la ampliación de mercados. La globalización económica, que se inscribe en el marco general de la economía mundializada, es un fenómeno relativamente más nuevo y que se basa en las capacidades de producción, distribución, intercambio y consumo a escala global y en tiempo real, lo que implica una importantísima movilidad de factores y productos.
Pero ¿cuáles han sido las principales fuerzas impulsoras del proceso de globalización económica? Ya hemos señalado en el apartado anterior que el avance de la mundialización fue determinante para el desarrollo económico, puesto que transformó sus dos pilares básicos: el crecimiento y el ciclo económico. Desde esta perspectiva, durante las décadas de los setenta y ochenta del siglo pasado, la situación internacional estaba caracterizada por la culminación de la guerra fría, la crisis fiscal del Estado, la estanflación (crisis o desaceleración económica con presencia de inflación) y los problemas de las políticas económicas de demanda, como mecanismo de recuperación de la actividad económica. Este conjunto de elementos no favorecían un rápido desarrollo de la globalización.
Lecturas recomendadas

D. Held y otros (1999). Global Transformations. Politics, Economics and Culture. Oxford: Blackwell.

Á. Martínez González-Tablas (2000). Economía política de la globalización. Barcelona: Ariel.

J. Vilaseca; J. Torrent (2005). Principios de economía del conocimiento. Hacia la economía global del conocimiento. Madrid: Pirámide.

J. Vilaseca; J. Torrent (2005). El nuevo capitalismo. Barcelona: Edicions de la UOC.

Sin embargo, a partir de la década de los años noventa, coincidirán cuatro nuevos elementos cruciales para definir un auténtico cambio disruptivo (el proceso de globalización) en la senda del crecimiento y el ciclo económico:
  • El declive de los países capitalistas de economía centralizada (los antiguos países del este de Europa, entre otros).

  • La potenciación de los procesos de integración económica, como instrumento de superación del estado nacional.

  • Los cambios en el liderazgo de la economía mundial explicarán, fundamentalmente, un período de crecimiento económico intenso, basado en un avance muy significativo del proceso de integración de mercados.

  • En este contexto expansivo y de elevada apertura exterior, las economías más desarrolladas se han caracterizado por un elemento adicional: la progresiva implantación a la actividad económica de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Del mismo modo que la máquina de vapor o el motor de combustión interna para el capitalismo industrial, las TIC son la base material, la infraestructura básica del proceso de globalización. Sin las TIC no habría globalización.

Tecnología basada en la digitalización
Igual que en la revolución industrial un formidable conjunto de interacciones tecnológicas, en este caso basadas en el proceso de digitalización, no solo generaron la aparición de nuevas mercancías, sino que también impulsaron a través del mecanismo innovador importantes cambios en los esquemas productivos del resto de ramas de actividad. Además, los cambios en la producción se extendieron a la demanda con la aparición de nuevas formas de consumo, nuevos mecanismos de inversión y transformaciones de las relaciones exteriores.
Y, ¿cuáles son las principales consecuencias del proceso de globalización? Es posible resumir las fuerzas motrices del proceso de globalización y sus principales repercusiones a través de las siguientes diez ideas fuerza:
1) La globalización es la culminación del proceso histórico de expansión del capitalismo, y efecto de sus propias leyes económicas.
2) Las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) son la base técnica y material de la globalización.
3) El modelo de crecimiento sobre el que se asienta la globalización tiene efectos positivos y negativos a la vez. El nuevo ciclo económico de larga duración definido por la globalización ha supuesto una nueva y larga fase alcista del crecimiento económico mundial, a pesar de que con períodos de fuerte crisis económica. Si bien una tercera parte de la población mundial ha alcanzado niveles de bienestar y calidad de vida no vistos en la historia de la humanidad, persisten graves problemas de pobreza, exclusión social, deterioro del medio ambiente y agotamiento de los recursos naturales no renovables.
Desigualdad del proceso de globalización
La métrica del impacto sobre la pobreza y la desigualdad del proceso de globalización económica es una cuestión polémica. Mientras que los economistas de orientación keynesiana señalan la creciente distancia entre la población rica y pobre que se habría consolidado con el proceso de globalización, los economistas de orientación neoliberal señalan el alcance de niveles de bienestar creciente de mucha parte de la población en la periferia del sistema. Parece cierto que una buena parte de la población pobre del tercer mundo ha podido mejorar su nivel de bienestar material con la introducción del proceso de globalización en sus economías. Ahora bien, esta realidad coexiste con la persistencia del intercambio desigual y con la constatación de nuevos focos de diferencia en renta dentro y entre las economías de todo el mundo.
4) Las empresas multinacionales son el agente activo del proceso de globalización económica. En la actualidad, dos terceras partes del comercio internacional se realiza dentro y entre empresas multinacionales. De hecho, el comercio internacional ya no se realiza mayoritariamente entre empresas de distintos países, sino entre la misma empresa multinacional, ubicada en diferentes países.
5) Los mercados globales todavía no existen plenamente. En la actualidad asistimos a un proceso de transición, que incluye la coexistencia de mercados nacionales, internacionales, mundiales y globales.
6) La globalización requiere de la libre movilidad del capital. Los mercados financieros son globales, funcionan a escala planetaria las 24 horas del día, y explican el 95% de las transacciones económicas diarias. En un día de operativa normal, en los mercados financieros se mueve un volumen de recursos que es 3,5 veces el PIB de España en un año.
7) La globalización también requiere de la libre movilidad de la fuerza de trabajo. Este es uno de los aspectos donde el proceso está más atrasado, porque los Estados-nación de las economías del centro del sistema ponen fuertes trabas a la movilidad de las personas.
8) El proceso de globalización polariza las diferencias entre ricos y pobres, y profundiza el desarrollo desigual. El capitalismo global tiene efectos positivos y negativos a la vez. Todo indica que muchas personas, territorios e, inclusive, economías como las de Bangalore en India, Costa Rica en América Latina o Estonia en el este de Europa, han podido saltar etapas del tradicional proceso de industrialización y, a través de la globalización, han mejorado ostensiblemente su nivel de bienestar. Sin embargo, la globalización también pone de relieve nuevos mecanismos de desigualdad y acentúa problemas de desigualdad, exclusión social y pobreza, dentro y fuera de muchas economías en todo el mundo.
9) El principal obstáculo a la globalización económica es la ausencia de unos mecanismos eficientes de gobernanza global. Sin este elemento, persisten condiciones internas diferentes en cada país y, por tanto, dificultan la homogeneización global. Ya ha sucedido en otras fases del desarrollo capitalista, pero a una escala inferior. Si el capitalismo industrial supuso un cierto desencuentro entre la esfera económica (nivel nacional) y la esfera política e institucional (nivel local), lo que condujo a la consolidación del Estado-nación, hoy nos reencontramos con esta antigua problemática.
El capitalismo global, a través de la empresa multinacional y los mercados financieros, supone una capacidad económica a escala mundial y en tiempo real. Esta estructura económica se coordina institucional y políticamente desde el Estado-nación (esfera nacional). Sin duda, y como se ha podido observar en la reciente crisis económica y financiera mundial, las fuerzas naturales de respuesta parecerían indicar que la esfera política e institucional debería dar un paso adelante y situarse al mismo nivel que la esfera económica, es decir, al nivel global. Esta tendencia de fondo choca con las resistencias de los Estados-nación para ceder soberanía en favor de instituciones globales.
Del mismo modo que la consolidación del Estado-nación chocó con fuertes resistencias, la construcción de la democracia global también tiene importantes fuerzas detractoras.
10) Hoy, la economía mundial presenta un complejo proceso de transición, desde el predominio de las economías de base nacional hasta la plena hegemonía de la globalización económica.
Los principales obstáculos a la globalización no proceden ni de su infraestructura técnica ni de las relaciones económicas estructurales (propiedad, división del trabajo, producción, distribución y consumo), sino que proceden del complicado encaje de un mundo que tiende a funcionar a escala global, gestionado, sin embargo y fundamentalmente, por jurisdicciones nacionales.

Resumen

En este módulo hemos analizado los fundamentos y las principales manifestaciones y problemas del proceso de globalización económica. Siguiendo la investigación nacional e internacional, hemos inserido el análisis de la economía global dentro de la tendencia de fondo en la que está inmersa, es decir, la evolución y las fases que el sistema capitalista ha presentado durante los últimos dos siglos y medio.
Solo con una aproximación de este tipo, y considerando los usos económicos concretos que la construcción de la economía global genera sobre el conjunto de actividades económicas, es posible hacer una crítica académica, detallada, de los efectos de la globalización, que por sí sola no es ni buena ni mala. Se trata de un recurso más que el sistema capitalista pone a disposición de la actividad económica.
La contextualización del proceso de globalización dentro de la dinámica capitalista no ha permitido observar que nos adentramos en la última fase de la inherente dinámica expansiva del sistema capitalista en su búsqueda de los mercados ideales, es decir, sin barreras de espacio y tiempo. En este sentido, la globalización es la capacidad que tiene la actividad económica para actuar a escala mundial y en tiempo real.
Llegados a este punto, nos ha sido posible contrastar diez ideas, diez puntos clave, que definen los fundamentos, el estado y las repercusiones del proceso de globalización en la actualidad:
1) La globalización es la última fase observada del proceso de expansión del capitalismo. Este proceso de expansión ha presentado cuatro fases: nacional, internacional, mundial y global.
2) Las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) son la infraestructura básica de la globalización. No hay posibilidad de globalización sin el uso de las TIC y las posibilidades de dilución de barreras de espacio y tiempo que estas ofrecen.
3) El modelo de crecimiento sobre el que se asienta la globalización tiene efectos positivos y negativos a la vez. Aunque una tercera parte de la población mundial ha alcanzado niveles de bienestar y calidad de vida no vistos en la historia de la humanidad, persisten graves problemas de pobreza, exclusión social, deterioro del medio ambiente y agotamiento de los recursos naturales no renovables.
4) Las empresas multinacionales son el agente activo del proceso de globalización económica. Hoy, el comercio internacional ya no se realiza mayoritariamente entre empresas de distintos países, sino entre la misma empresa multinacional, ubicada en distintos países.
5) Los mercados globales todavía no existen plenamente. El proceso de globalización es también un proceso de transición hacia la economía global.
6) La globalización requiere de la libre movilidad del capital. Los mercados financieros son globales y son el ejemplo paradigmático de un uso concreto de la globalización.
7) La globalización también requiere de la libre movilidad de la fuerza de trabajo. Este es uno de los aspectos donde el proceso está más atrasado. De hecho, en otras fases del desarrollo capitalista la movilidad de personas ha sido superior a la actual.
8) El proceso de globalización polariza las diferencias entre ricos y pobres, y profundiza el problema del desarrollo desigual. Con la globalización, muchas economías han podido saltar etapas del tradicional proceso de industrialización y han mejorado ostensiblemente su nivel de bienestar. Sin embargo, la globalización también pone de relieve nuevos mecanismos de desigualdad y acentúa problemas, como la exclusión social y la pobreza, dentro y fuera de muchas economías del mundo.
9) El principal obstáculo a la globalización económica es la persistencia de los Estados-nación. El capitalismo global, a través de la empresa multinacional y los mercados financieros, supone una capacidad económica a escala mundial y en tiempo real. Esta estructura económica se coordina institucional y políticamente desde el Estado-nación (esfera nacional). Las fuerzas naturales de respuesta parecerían indicar que la esfera política e institucional debería dar un paso adelante y situarse al mismo nivel que la esfera económica, es decir, al nivel global. Esta tendencia de fondo choca con las resistencias de los Estados-nación para con la cesión de soberanía a favor de las instituciones globales.
10) En la actualidad, la economía mundial presenta un complejo proceso de transición, desde el predominio de las economías de base nacional hasta la plena hegemonía de la globalización económica. Los principales obstáculos a la globalización no proceden ni de su infraestructura técnica, ni de sus relaciones económicas estructurales (propiedad, división del trabajo, producción, distribución y consumo), sino que proceden del complicado encaje de un mundo que tiende a funcionar a escala global, gestionado fundamentalmente por jurisdicciones nacionales.
Después de este breve repaso a los fundamentos de la globalización, en especial a los aspectos vinculados con la dirección de los métodos de producción y la organización del trabajo, ya estamos en disposición de abordar el verdadero núcleo del entorno global de los negocios: el análisis de la competitividad de las empresas ante la irrupción y consolidación de los mercados globales. Y lo haremos a través de una doble premisa. En primer lugar, la constatación de que el proceso de globalización está estrechamente vinculado con un nuevo modelo de crecimiento económico, la economía del conocimiento, y una nueva forma estratégica y organizativa de articular los negocios: la empresa red. Y en segundo lugar, constatando la importancia de la economía real, de las nuevas fuentes de competitividad en la empresa como objetivo principal de la dirección de empresas.

Bibliografía

Amin, S. (1999). El capitalismo en la era de la globalización. Barcelona: Paidós.
Argemí, Ll.; Tugores, J.; Vidal-Villa, J. M.; Vilaseca, J.; Torrent, J. (2001). Historia del pensamiento económico. Barcelona: Edicions de la UOC.
Chen, J. (1998). Economics Effects of Globalization. Aldershot: Ashgate.
Held, D.; McGrew, A.; Goldbatt, D.; Perraton, J. (2000). Global Transformations. Politics, Economics and Culture. Oxford: Blackwell.
Martínez González-Tablas, A. (2000). Economía política de la globalización. Barcelona: Ariel.
Martínez-Peinado, J; Vidal-Villa, J.M.; Vilaseca, J. y otros (2000). Economía Mundial. Madrid: McGraw-Hill.
Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo, OCDE (2000). The Future of the Global Economy. Towards a Long Boom? París: OCDE.
Sala-i-Martin, X. (2006). Globalización y reducción de la pobreza. Madrid: Fundación FAES.
Soros, G. (1999). La crisis del capitalismo global. La sociedad abierta en peligro. Barcelona: Columna.
Stiglitz, J. (2002). El malestar de la globalización. Barcelona: Empúries.
Vilaseca, J.; Torrent, J. (2005). El nuevo capitalismo. Barcelona: Edicions de la UOC.
Vilaseca, J.; Torrent, J. (2005). Principios de Economía del conocimiento. Hacia una economía global del conocimiento. Madrid: Pirámide.