Trastornos neurológicos II

Trastornos del movimiento, enfermedades desmielinizantes y epilepsia
  • Helena Bejr-kasem Marco

    Neuróloga. Unidad de Trastornos del Movimiento. Servicio de Neurología en el Hospital de la Santa Creu i Sant Pau de Barcelona.

  • Ramón Fernández de Bobadilla

    Neuropsicólogo clínico e investigador. Dirige el área de Neuropsicología del Centro Neurológico de Atención Integral (CNAI) en Navarra.

  • Cristina Forn Frías

    Doctora en Psicología y experta en Neuropsicología y Neuroimagen Funcional. Profesora de la Universitat Jaume I (Departamento de Psicología Básica, Clínica y Psicobiología).

  • Beatriz López

    Neuropsicóloga especializada en evaluación y rehabilitación en el daño cerebral. Madrid. ​

  • Saul Martínez-Horta

    Neuropsicólogo. Unidad de Trastornos del Movimiento. Servicio de Neurología en el Hospital de la Santa Creu i Sant Pau de Barcelona.

  • Jesús Pérez Pérez

    Neurólogo. Unidad de Trastornos del Movimiento. Servicio de Neurología en el Hospital de la Santa Creu i Sant Pau de Barcelona.

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Primera edición: marzo 2017
© Helena Bejr-kasem Marco, Ramón Fernández de Bobadilla, Cristina Forn Frías, Beatriz López, Saul Martínez-Horta, Jesús Pérez Pérez
Todos los derechos reservados
© de esta edición, FUOC, 2017
Av. Tibidabo, 39-43, 08035 Barcelona
Diseño: Manel Andreu
Realización editorial: Oberta UOC Publishing, SL
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Introducción

1) Trastornos del movimiento
Los movimientos anormales o trastornos del movimiento son alteraciones neurológicas caracterizadas, generalmente, por una pobreza o un exceso de los movimientos. A nivel neuroanatómico, alteraciones en los ganglios basales y en el cerebelo son las causantes de dichas patologías. Resulta igual de importante hablar de las afectaciones de síntomas no motores que se darán en cada una de las diferentes enfermedades; la conducta y la cognición se verán afectadas de distinta manera según el circuito que se encuentre dañado; puede ser de especial relevancia para el diagnóstico diferencial entre patologías.
Dentro de los trastornos del movimiento hipocinéticos, encontramos diversas enfermedades; la enfermedad de Parkinson es la más importante por su elevada frecuencia. Existen asimismo, los llamados parkinsonimos secundarios, entre los que encontramos la parálisis supranuclear progresiva, la atrofia multisistémica, la degeneración corticobasal y otros. En cuanto a los trastornos del movimiento hipercinéticos, encontramos el temblor esencial, las distonías, los tics, la corea, las mioclonías y el síndrome de piernas inquietas, entre otros.
A continuación explicaremos de manera muy resumida las principales enfermedades en las que profundizaremos a lo largo de la asignatura.
a) Enfermedad de Parkinson: es una enfermedad de curso progresivo y degenerativo que se caracterizada por bradicinesia, rigidez, temblor e inestabilidad postural. Es una enfermedad común; es el segundo trastorno neurodegenerativo por detrás de la enfermedad de Alzheimer y que afecta aproximadamente a 150 personas de cada 100.000; en mayor medida, en edades avanzadas. No se conoce la causa que la provoca, aunque se cree que puede ser debida a una combinación de factores genéticos y ambientales que afectan a la degeneración de las neuronas del sistema dopaminérgico. Diversos estudios han demostrado que la enfermedad se acompaña de deterioro cognitivo leve incluso en fases muy iniciales, que progresa a demencia en aproximadamente un 30%de los pacientes. Las afectaciones conductuales son muy comunes; depresión, ansiedad, apatía, trastornos del sueño y psicosis son las más frecuentes, lo cual provoca un gran impacto en la vida del afectado.
b) Enfermedad de Huntington: la enfermedad de Huntington es una enfermedad neurodegenerativa de carácter genético con una herencia autosómica dominante debida a la expansión inestable de un triplete CAG en el gen de la huntingtina (IT!%) que se encuentra en el brazo corto del cromosoma 4. La enfermedad se caracteriza por una triada clásica de alteraciones motoras, cognitivas y psiquiátricas. La corea es el síntoma más frecuente de la EH; el deterioro cognitivo progresivo es una característica clínica inherente de la EH que puede ser muy heterogénea y avanza hacia la demencia en la enfermedad e impacta sobre el grado de independencia en las actividades de la vida diaria. Los síntomas conductuales también son un síntoma central en la EH; la disforia, la agitación, la irritabilidad, la apatía, la ansiedad, la desinhibición y la euforia son los más frecuentes.
c) Degeneración corticobasal: es una enfermedad neurodegenerativa de curso progresivo que se presenta con alteración del movimiento y disfunción cognitiva. Los síntomas son característicamente asimétricos desde el inicio, donde el trastorno cognitivo y su topografía dependerá de la topografía del área degenerativa, marcada por las regiones frontales-parietales.
d) Atrofia multisistémica: es una enfermedad neurodegenerativa con afectación en el control del movimiento y que puede dar síntomas similares a los que se dan en la enfermedad de Parkinson, como son el temblor, la rigidez y la pérdida de coordinación muscular. Hay varios fenotipos de atrofia multisistémica de los que hablaremos en la asignatura.
e) Parálisis supranuclear progresiva: es una enfermedad con múltiples fenotipos parecidos a los que se dan en la enfermedad de Parkinson; en ocasiones, complica el diagnóstico diferencial. La parálisis supranuclear progresiva presenta una triada clínica de paresia oculomotora supranuclear, inestabilidad postural y demencia. Es una tapatía; se considera que la diferente acumulación de proteína tau en el cerebro da lugar a fenómenos clínicos diferentes. Hasta un 85% de las personas con la enfermedad cursan con demencia subcortical, caracterizada por déficits atencionales y ejecutivos, así como de fluencia verbal y de memoria. En cuanto a la sintomatología neuropsiquiátrica, la apatía es el síntoma más presente.
f) Distonía: es una alteración del movimiento que se debe a contracciones musculares mantenidas que producen posturas anormales y movimientos involuntarios que pueden llegar a ser dolorosas y que afectan a aspectos de la vida de los pacientes. Su causa exacta es desconocida, aunque se considera que existe una disfunción de los ganglios basales y/o alteraciones del cerebelo. La afectación cognitiva no es un rasgo característico de las distonías, aunque pueden estar presentes en algunos subtipos. Es frecuente encontrar trastornos psiquiátricos en las distonías; continúa siendo tema de debate, si preceden a la aparición de la distonía o se dan como consecuencia de la afectación distónica.
g) Temblor esencial: es el trastorno del movimiento más prevalente en la población general; su prevalencia es del 1% en la población general y del 4,6% para la población mayor de sesenta y cinco años. La mitad de los casos son de herencia genética; su etiología aún se desconoce con exactitud. Existen evidencias de que se debe a una disfunción cerebelosa. Diversos estudios demuestran que existe afectación cognitiva en gran número de pacientes; predomina la afectación de sistemas ejecutivos y atencionales, aunque por los resultados no se puede establecer un perfil cognitivo de afectación específico por el temblor. Se acompaña en mayor frecuencia que en la población general de ansiedad y depresión.
2) Enfermedades desmielinizantes: esclerosis múltiple
Las enfermedades desmielinizantes son un grupo importante dentro de las afecciones neurodegenerativas del sistema nervioso central, tanto por su frecuencia como por su tendencia a afectar a un grupo poblacional más joven que el habitual en las enfermedades neurodegenerativas. Esto causa un importante impacto en lo sanitario, económico y social.
En términos generales, las enfermedades desmielinizantes son aquellas en las que se produce una afectación, generalmente de carácter autoinmune, de la mielina (proteína que recubre los axones y asegura un correcto funcionamiento de los mismos).
La enfermedad desmielinizante más frecuente y conocida es la esclerosis múltiple (EM). Las enfermedades desmielinizantes pueden cursar en forma de un único brote (como la encefalomielitis aguda diseminada) o en varios brotes (como la EM) que producen un grado progresivo de incapacidad en función de la capacidad de recuperación y secuelas secundarias a cada uno de los brotes. Existe un gran número de enfermedades desmielinizantes del sistema nervioso central; su complejo estudio queda más allá de las pretensiones de este módulo. Por talrazón, nos centraremos en la EM por su alta frecuencia y por la importancia de los trastornos neuropsicológicos asociados a ella.
La esclerosis múltiple es la enfermedad neurológica crónica más frecuente en jóvenes tanto en Europa como en Estados Unidos, aunque existe característicamente un aumento de prevalencia en sujetos de raza blanca de países nórdicos, y afecta especialmente al sexo femenino. La edad de aparición suele estar entre los veinticinco y los treinta años. Se presume un origen autoinmune de la esclerosis múltiple, con participación e interacción de factores genéticos y ambientales. La marca distintiva de la EM es la presencia de placas desmielinizantes e infiltrados inflamatorios enel cerebro y en la médula espinal. Los mecanismos a través de los cuales se produce la desmielinización y el daño tisular no están completamente establecidos, pero se piensa que una afectación primaria del sistema inmunitario junto con la interacción de determinados factores ambientales, como la infección por ciertos virus, podrían explicar la etiopatogenia de la enfermedad.
Clínicamente se caracteriza por los llamados «brotes», esto es, la aparición de signos o síntomas neurológicos de duración superior a veinticuatro horas o deterioro significativo de síntomas preexistentes. En estos brotes subyace la actividad inflamatoria recurrente en cuanto a la sustancia blanca del sistema nervioso central, y que generalmente se puede detectar mediante resonancia magnética. Los brotes suelen ser de curso subagudo y progresivo durante días y remite en 2-8 semanas con o sin síntomas neurológicos residuales. Se denomina fase remitente al periodo de tiempo libre de síntomas neurológicos entre brotes. Existen cuatro fenotipos distintos de esclerosis múltiple:
  • Remitente-recurrente: caracterizado por la presencia de brotes cada cierto tiempo que van produciendo diferentes grados de síntomas residuales. Es la forma más común al inicio.

  • Primariamente progresiva: caracterizado por la presencia de síntomas progresivos desde el inicio, sin exacerbaciones. Generalmente aparece en edad más tardía e implica mayor discapacidad. Representa el 10% de los casos al inicio.

  • Secundariamente progresiva: se trata de una forma remitente-recurrente que durante el curso de la enfermedad se vuelve progresiva. Es la responsable del mayor grado de incapacidad.

  • Progresiva-recurrente: se da en pacientes que presentan exacerbaciones en el contexto de un curso progresivo.

Los síntomas neurológicos propios de la esclerosis múltiple son variados, y dependen, como es lógico, del territorio afectado por el brote. El síntoma de inicio más frecuente es la alteración de la sensibilidad, seguido de la alteración motora y los brotes a nivel troncoencefálico. Durante el curso de la enfermedad es muy frecuente la presencia de síntomas oculares, pero estos no son tan frecuentes como síntoma de inicio. Del mismo modo, la alteración cerebelosa, la afectación cognitiva y esfinteriana rara vez se producen en estadios iniciales. En el caso de la EM de curso primariamente progresivo, es muy característica la afectación de la marcha como primer síntoma (en forma de paraparesia o hemiparesia espástica progresiva).
El deterioro cognitivo está presente hasta en un 10-30% de los casos, aunque la demencia franca es infrecuente (<5%). No obstante, alteraciones cognitivas detectables por test neuropsicológicos se encuentran en porcentajes tan elevados como 34-65%, y pueden aparecer desde el inicio de la enfermedad. Las alteraciones más frecuentes aparecen en la memoria, la atención y la abstracción. Existe fatiga cognitiva que dificulta la ejecución de pruebas neuropsicológicas mantenidas. Lo más común es que se produzca un deterioro cognitivo subcortical, aunque en casos severos podríamos llegar a encontrar otras alteraciones cognitivas como la afasia, la apraxia o la negligencia. No se ha encontrado una relación entre el deterioro cognitivo y la duración de la enfermedad, fenotipo o tratamiento empleado. Sí se ha relacionado con el grado de afectación de sustancia gris detectado con nuevas técnicas de resonancia magnética.
Los síntomas afectivos son muy frecuentes en la esclerosis múltiple, especialmente la depresión, aunque también se ha reportado la asociación con síntomas como euforia o labilidad emocional.
Conocer el pronóstico que tendrá un paciente con esclerosis múltiple es el interés primordial de los afectados y todo un reto para el especialista responsable. Hasta el 80% de las formas inicialmente remitente-recurrentes acaban evolucionando a una forma progresiva, que conlleva una discapacidad creciente y un alto grado de dependencia con el tiempo. En cambio, el 10-15% de los pacientes con formas remitente-recurrentes evolucionarán a formas de esclerosis múltiple «benignas», y se mantendrán libres de discapacidad a lo largo del tiempo.
En general, se calcula que el tiempo en el que una persona con una forma remitente-recurrente necesitará un apoyo para caminar es de entre quince y veinte años; este período es de únicamente siete años en pacientes con formas primariamente progresivas.
Se han encontrado varios factores que influyen significativamente en el pronóstico, como son: género (mejor pronóstico en el sexo femenino), edad (mejor en debuts más tempranos), clínica del primer brote (un solo síntoma vs varios síntomas), frecuencia de brotes en los primeros cinco años, tiempo entre brotes, etc.
En esta segunda parte de la asignatura,Trastornos neurológicos II, por tanto, revisaremos todos estos aspectos de la esclerosis múltiple y nos centraremos más en los aspectos clínicos y diagnósticos del deterioro cognitivo y los trastornos afectivos asociados a esta.
3) Epilepsia
La epilepsia es una enfermedad neurológica crónica que responde a múltiples causas (generalmente de carácter no neurodegenerativo). Aunque puede darse en cualquier grupo de edad, afecta característicamente a individuos jóvenes o a población envejecida. Históricamente, estos pacientes han sido objeto de rechazo social, y aún existe en la población cierto desconocimiento de la patología. No obstante, su alta prevalencia ha ayudado a que la aversión social se disuelva cada vez más.
Debemos tener en cuenta que una crisis epiléptica es un síntoma que puede estar provocado por múltiples causas (fiebre, fármacos, infección del sistema nervioso central, traumatismo craneoencefálico) y, por tanto, sufrir una crisis NO significa tener epilepsia.
Para entender esto, podemos recurrir a las cifras: cuarenta millones de personas en Europa han tenido alguna vez una crisis epiléptica, pero solo seis millones padecen epilepsia activa.
Una crisis epiléptica no es más que la descarga anormal y sincrónica de un grupo de neuronas corticales, que puede ser más o menos extensa. La clínica será consecuencia de la localización topográfica de este grupo neuronal. De esta manera, las crisis tendrán sintomatología motora si afectan a zonas frontales, sensitivas si afectan a zonas parietales, visuales si se afecta el córtex occipital, y psíquicas o emocionales cuando afectan al lóbulo temporal mesial. Las crisis pueden propagarse de un sitio a otro del córtex cerebral; puede llegar a una descarga neuronal generalizada que se traducirá, como expresión clínica más frecuente, en una convulsión tónico-clónica con pérdida del nivel de conciencia. Las crisis epilépticas tienen un inicio brusco y generalmente se autolimitan a los pocos minutos. No obstante, existen casos en que las crisis son más prolongadas, lo que se conoce como «estatus epiléptico»: tal condición se asocia a una alta morbi-mortalidad.
Clásicamente se ha dicho que para diagnosticar a un individuo de epilepsia ha de haber padecido al menos dos crisis epilépticas sin una causa inmediata subyacente. Pero dado que hoy en día se considera que una persona tiene epilepsia si presenta una condición predisponente a tener crisis de repetición, la nueva definición habla de una «alteración cerebral caracterizada por la predisposición permanente para generar crisis y por las consecuencias neurobiológicas, cognitivas, psicológicas y sociales derivadas de esta condición». Esto significa que en muchos casos se puede diagnosticar a una persona de epilepsia tras la primera crisis, basándonos mayoritariamente en instrumentos de neuroimagen y en el electroencefalograma.
Las crisis pueden ser clasificadas según:
  • Semiología: motoras, sensitivas, autonómicas o psíquicas.

  • Extensión: parciales (solo afectan a un área focal de la corteza cerebral), generalizadas (inicio global, simétrico y sincrónico del córtex cerebral); secundariamente generalizadas (si comienzan en un área focal y se propagan posteriormente al resto de la corteza cerebral).

  • Afectación en la conciencia: simples (sin afectación del nivel de conciencia), complejas (con afectación del nivel de conciencia);

  • Etiología: sintomáticas (provocadas por una noxa del sistema nervioso central), presuntamente sintomáticas (si se infiere que existe una noxa, pero no hemos podido identificarla), idiopáticas (se desconoce la causa, suponiéndose en la mayoría un mecanismo de susceptibilidad genética).

Generalmente, los individuos epilépticos se mantienen asintomáticos entre las crisis, su exploración neurológica es normal, existe buena respuesta al tratamiento y el pronóstico es bueno. Incluso en algunos casos existe remisión completa de las crisis epilépticas. No obstante, se dan casos menos frecuentes de refractariedad al tratamiento que hacen del manejo clínico algo complejo; entonces, en muchos casos, se ha de recurrir a la cirugía. Por último, existen síndromes epilépticos (conocidos en conjunto como «encefalopatía epiléptica») en los que las crisis de repetición, mal controladas, contribuyen a un deterioro progresivo de las funciones cerebrales que se añade a la causa subyacente. Son siempre epilepsias graves de la infancia (síndrome de Lennox, síndrome de West, síndrome de Dravet, etc.).
El mecanismo por el que se produce una crisis epiléptica es complejo y en gran parte desconocido. Sí es importante comprender que la actividad neuronal aberrante propia de una crisis epiléptica se produce sobre una neurona viva; es decir, a diferencia de las patologías vistas anteriormente, el inicio de la clínica no es la muerte neuronal o axonal, sino una disrregulación de los mecanismos excitatorios/inhibitorios que conduce a una hiperexcitación de un grupo neuronal. Esta disregulación responde a diferentes mecanismos que alteran la homeostasis iónica extracelular, el metabolismo energético, las funciones de un receptor o el sistema de recaptación de un neurotransmisor. Existe un gran número de neurotransmisores excitatorios, el más importante de los cuales es el glutamato. En el caso de los mecanismos inhibitorios, el GABA sería el neurotransmisor más relevante. Como hemos dicho, un disbalance de ambos mecanismos a favor de los mecanismos excitatorios conduciría a una crisis epiléptica.
La etiología de la epilepsia es amplia. Será precisamente el proceso subyacente el que marque mayoritariamente el inicio, curso y pronóstico de la epilepsia. A continuación se adjunta una clasificación de la epilepsia en función de la etiología:
  • Epilepsias genéticamente determinadas: generalmente, la epilepsia no responde a una herencia monogénica, sino a la interacción (no del todo conocida) de múltiples genes que siguen una herencia poligénica en la que los factores ambientales desempeñan un papel determinante. Dentro de este grupo se engloban diferentes síndromes epilépticos, como la epilepsia frontal nocturna familiar, convulsiones neonatales familiares benignas, crisis febriles o la epilepsia temporal familiar.

  • Trastornos genéticos asociados a epilepsia: en estos casos, la epilepsia sería un síntoma más dentro de un cuadro clínicamente más complejo. Sería el caso del síndrome de Angelman, enfermedades mitocondriales, esclerosis tuberosa, síndrome de Rett, enfermedad de Niemann-Pick tipo C...

  • Causas vasculares: se trata de la causa más prevalente de epilepsia en población adulta. Como causas vasculares tendríamos los infartos cerebrales isquémicos y hemorrágicos, así como las malformaciones vasculares cerebrales. Las crisis se pueden producir en el momento agudo, o bien de manera diferida.

  • Neoplasias del sistema nervioso central: la causa más frecuente entre los treinta y cinco y los cincuenta años.

  • Traumatismos craneoencefálicos: causa frecuente de crisis, sobre todo entre los doce y los treinta y cinco años. Cuando se produce la crisis en la primera hora tras el traumatismo, no aumenta el riesgo de epilepsia, pero sí cuando se produce de manera más tardía.

  • Infecciones del sistema nervioso central: las crisis que se producen en el contexto de una infección del sistema nervioso central no necesariamente conllevarán una epilepsia posterior, aunque hasta en el 10% habrá recurrencias.

  • Alteraciones del desarrollo cortical: malformaciones ocurridas durante el proceso de proliferación y diferenciación neuronal conllevan un riesgo aumentado de epilepsia en el área afecta.

  • Causas tóxico-metabólicas: por fármacos, abuso o abstinencia de drogas, alteraciones hepáticas o renales, hiperglucemia, etc. Generalmente, las crisis desaparecen al controlar la causa subyacente, ya que no existe lesión primaria sobre el sistema nervioso central.

El pronóstico de la epilepsia viene marcado en gran parte, como dijimos, por su etiología. Se estima que el 70-80% de los pacientes responden bien al tratamiento, entendido como un control satisfactorio de las crisis. Aproximadamente el 30% de los pacientes bien controlados a los que se intenta retirar el fármaco presentan recurrencia de crisis. Este aspecto también es altamente dependiente de la etiología. Así, desde el punto de vista de control de las crisis, podemos hablar de:
  • Pronóstico excelente: crisis neonatales, epilepsias parciales benignas de la infancia, epilepsia benigna mioclónica de la infancia. Alta probabilidad de remisión espontánea.

  • Pronóstico bueno: ausencias infantiles, epilepsias con crisis tónico-clónicas generalizadas, algunas epilepsias focales. Buen control farmacológico y posibilidad de remisión espontánea.

  • Pronóstico variable, dependiente del control farmacológico: epilepsia mioclónica juvenil, epilepsias focales. Suelen responder bien, pero recurren al retirar el tratamiento.

  • Mal pronóstico: son el 20% de las epilepsias, en las que las crisis persisten a pesar de un tratamiento adecuado. Normalmente son epilepsias asociadas a déficits neurológicos congénitos, enfermedades neurológicas progresivas y algunas epilepsias sintomáticas.

Paralelamente al pronóstico médico, que ha mejorado mucho en los últimos años gracias al desarrollo de terapias farmacológicas y quirúrgicas, existe todavía un gran impacto social del paciente con epilepsia, que se mantiene hoy en día incluso en países desarrollados. Aún existe un estigma social que tiene sus raíces en las connotaciones que históricamente se han atribuido a la epilepsia, y que van mucho más allá de la misma condición médica. Un 50% de los adolescentes mantiene en secreto su enfermedad, y el 70% de ellos hablan poco o nada de ella. El estigma social es el segundo factor más negativo desde el punto de vista del paciente, solo por detrás de la incertidumbre de cuándo vendrá la siguiente crisis, y por delante de la necesidad de tomar medicación crónica o las limitaciones para conducir. Aunque la epilepsia no tiene una base neurodegenerativa y los pacientes se mantienen asintomáticos la mayor parte del tiempo, existen problemas en cuanto a la independencia, la educación y el empleo, que repercuten de manera relevante en la calidad de vida del individuo.
En este módulo se realizará un repaso de todos estos aspectos, haciendo especial hincapié en los aspectos neuropsicológicos y psicosociales de la enfermedad.

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